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'Economía Colaborativa': el documental que radiografía el trabajo comunitario

“La gente ha vivido por encima de las posibilidades”. La frase señala una especie de mal común como consuelo. Un quitapesares que, al cabo, sirve de acusación. ¿Y si una clave contemporánea no está en la culpa sino en la cooperación? Así lo cuenta el documental interactivo Economía Colaborativa. Un docuweb sobre islas desiertas y naufragios financieros. Un trabajo producido por Zemos'98 y la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) que canjea falsos mitos de mercado por alternativas comunitarias.

“Poner la sostenibilidad de las vidas en el centro de la economía y desplazar la economía como centro de todas las vidas”, dice Lucas Tello, director del proyecto junto a Óscar Clemente. “Ahí es ”, remata.

El actual “modelo de producción capitalista” vende náufragos orillados por la autosuficiencia: “la imagen de Robinson Crusoe, como paradigma contemporáneo del hombre de éxito hecho a sí mismo, que es capaz de crear economía en una isla desierta”. Y ese retrato “no existe”. El náufrago cosmopolita se parece tanto a la realidad como un coco a un huevo.

“La aparente autonomía de nuestras islas es una ilusión”. El documental nace “de la inquietud” universitaria hacia “modelos de prácticas colaborativas”. Un trabajo que se presenta el miércoles 25 de noviembre en la sede sevillana de la UNIA y está enmarcado en la investigación sobre economías alternativas del Proyecto Atalaya que da como resultado el Informe Universidad y Economía Colaborativa de Taraceas Sociedad Cooperativa Andaluza. El relato crece y adopta la tarea global de “favorecer formas de innovación social”.

“Modelos sostenibles con la vida”

“El webdoc trata de abrir un debate sobre los límites de la colaboración y los modelos que son sostenibles con la vida”, dice Tello. Un marco “complejo” que redefine necesidades. Competitividad y crecimiento se ahogan ante vulnerabilidad e interdependencia. A unos metros de la playa, cuenta el documental, la tabla de salvación es “la comunidad como sustento”.

Y el capitalismo explica la colaboración “bajo términos de explotación”. Hace invisible “procesos que garantizan su propia reproducción”. Caso del cuidado doméstico, compras, limpieza, cocina, apoyo emocional… trabajo no remunerado que sustenta, se calcula, en torno al 53% del PIB y la economía oficial. “O la explotación de recursos naturales en territorios lejanos”. Importamos vidas remotas, silentes, trabajadores precarios que producen los bienes que consumimos.

Se trata de “recuperar el control”, narra Economía Colaborativa. Primero, sugieren, “intentando decidir qué es lo que de verdad interesa: si servir de neoconcepto para un modelo de capitalismo que acentúa las desigualdades y sortea como ningún otro las regulaciones gubernamentales, o ayudar a iluminar modelos cooperativos de sostenibilidad de las vidas”. Ahí es nada.

Aquellas crisis subterráneas

El “estallido de la economía financiera”, las crisis desarrolladas “de manera subterránea durante las últimas décadas”, sirven de faro. Desempleo, desahucios, aumento de la deuda pública, recortes de servicios públicos y derechos ciudadanos... “Cuando la satisfacción de las necesidades vitales se soluciona únicamente dentro de los límites del mercado, se produce una progresiva desarticulación de las redes comunitarias que venían sosteniendo la vida desde economías domésticas informales”.

Ahí está la isla común, la fuerza motora colectiva que ya toca tierra en áreas como la agroecología, con proyectos energéticos o en materia de vivienda, empleo, sanidad o espacio público. También en las instituciones. Preguntan en el documental: ¿son los presupuestos del Estado la mayor campaña de crowdfunding del país? Ahí es .

Para qué visibilizar la economía social

“En los momentos de crisis –responde Lucas Tello– se demuestra que, en realidad, la comunidad siempre ha estado ahí”. Y pone ejemplos. “Cuando una empresa privada produce un desastre natural como el del Prestige y la articulación del sector público se muestra incapaz de solucionar el problema”. Aparece “la comunidad organizada, personas que vienen de todas las partes del Estado”. Voluntarios que actúan en un momento de emergencia y que el documental enlaza al trabajo Historias del Chapapote de Stéphane M. Grueso.

¿Soluciones? “Trabajar para abrir a más gente el consumo de productos sostenibles para el medioambiente y para la situación laboral de las personas”. “Empujar la creación de políticas públicas que favorezcan la creación de cooperativas”. “Realizar un esfuerzo por ser menos dependientes de un sistema económico que cada vez más ahoga incluso a las personas de países del Norte Global”. “Compartir equilibradamente la gestión de los bienes comunes”.

Reconocer, fija Economía Colaborativa, “que no somos autosuficientes”. Combatir la precariedad sin ser empresarios de uno mismo, un Robinson Crusoe en busca de su isla desierta. La comunidad está ahí, cuentan. Sólo se hizo invisible. Y hay dos caminos. Uno, seguir esa senda etérea. Otro, hacer más fuerte lo común: la economía colaborativa.