Poco después de terminar la Guerra Civil, Javier Benjumea Puigcerver convirtió una empresa de montajes eléctricos en una multinacional, la primera de Andalucía. Luego, la empresa la heredarían sus hijos para transformarla en un imperio que ha terminado en manos de los bancos y que está a punto de escribir el segundo mayor concurso de acreedores del país, tras Martinsa Fadesa en 2008.
Detrás de Abengoa, convertida en una ingeniería de referencia en el mundo con presencia en más de 70 países, se esconde un conglomerado de empresas y, de hecho, ni siquiera la matriz tiene hoy el grueso de los activos. Estos fueron traspasados a su filial operativa, Abenewco 1, lo que supone a su vez un pulso entre los pequeños accionistas, que controlan la primera, y los grandes, en la segunda. Se trata de una pugna interna que a su vez socava uno tras otros los intentos de remontar el que fuera buque insignia del empresariado en Andalucía.
La ruina de Abengoa había empezado ya con la dinastía Benjumea, que había resistido en la empresa generación y media. Hasta que en 2015, con una deuda ya de 9.000 millones de euros, fueron expulsados los hijos del fundador a favor de un consejo de administración profesionalizado como exigía el estar en bolsa. La salida de los Benjumea marcó el fin de una era, pero no cesaron las convulsiones en una compañía que estaba ya tocada de muerte y que fue declarada en quiebra el pasado mes de febrero acosada por los bancos, con el Santander a la cabeza, proveedores y auxiliares, sobre todo pymes.
La era Benjumea había estado marcada por una gestión opaca y lejos de la flexibilidad y transparencia que exige la cotización en un mercado global. Pero lo que siguió no ha servido para remontar una empresa cuya cotización en bolsa fue suspendida en 2020, y este 26 de septiembre ha quedado definitivamente expulsada. La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) ha excluido de negociación sus acciones por tener abierta la fase de liquidación, lo que precipita la historia de este hundimiento de un gigante con pies de barro.
Del IBEX 35 a ser registrada por la UCO
Es la historia de una marca que en 2008 entró en el IBEX 35, donde permaneció, salvo un breve parón, hasta 2015, y que hoy es una ruinosa y laberíntica estructura en la que el grupo de trabajo impulsado hace tres meses por las administraciones todavía no ha conseguido definir qué es lo salvable.
Un esquema básico de Abengoa pasa por conocer que esta es la matriz y dueña del 100% de Abenewco 2; a su vez propietaria de Abenewco 2 bis; a su vez con el control de más de las tres cuartas partes de Abenewco 1, que como se ha indicado, es la filial operativa, la que se ha quedado lo más gordo. Es, en cualquier caso, un grupo en el que se confunden empresas sin ninguna actividad con otras que lideran proyectos pioneros en termosolar y agua, como las mayores desaladoras del mundo.
En su momento llegó a tener más de 20.000 trabajadores, sobre todo en el extranjero, y hoy están en torno a la mitad. En España, son unos 2.500, según fuentes sindicales, en su mayoría en Andalucía, y con la fuga de cerebros los últimos meses como un nuevo escollo a la hora de afrontar los grandes proyectos que tiene comprometidos en distintos países.
El pasado año, los agentes de la UCO de la Guardia Civil protagonizaban un registro en la sede principal de Abengoa, Palmas Altas, en Sevilla, en busca de documentación de una gestión bajo la lupa de distintos juzgados. Lejos quedaba esa imagen presidida por los entonces reyes don Juan Carlos y doña Sofía que en 2009 inauguraron el complejo de Palmas Altas como referente internacional de I+D+i de la mano de la mano de Abengoa. Esa sede ya ha sido comprada por la Junta de Andalucía para convertirla en Ciudad de la Justicia. “Palmatraz” llegaron a bautizarla los trabajadores como metáfora de ese carácter oscuro que siempre ha definido a esta multinacional.
Un plan de rescate cada dos años
En menos de un lustro, entre 2016 y 2020, ha tenido que elaborar tres planes de reestructuración y venta de activos, acosada por sus acreedores. Hoy, su deuda se calcula en unos 6.000 millones de euros, generada en gran parte por el golpe que supuso a su apuesta por las energías renovables el impuesto del sol. No solo eso, sino también un modelo de negocio en el que, pese a estar muy endeudada, se embarcaba en proyectos de mucho riesgo y escaso margen.
Tras el primer y segundo plan de rescate, se pactó un tercero, que ni llegó a cerrarse: la Junta de Andalucía nunca se involucró con los 20 millones de euros que se le pedían, el Gobierno de España sí estaba dispuesto a otorgar avales a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO), pero el mazazo le llegó cuando la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) la dejó fuera del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas, perdiendo su última bala.
Tras la dinastía de los Benjumea, los cambios en la presidencia se han sucedido
El padre de Abengoa fue Javier Benjumea Puigcerver, miembro de una de esas familias de renombre en Andalucía: sobrino del conde de Guadalhorce, ministro de Obras Públicas en la dictadura de Primo de Rivera, y del conde de Benjumea, gobernador del Banco de España con Francisco Franco. La fundó con cuatro socios, y de hecho, el nombre de la firma es el acrónimo de los apellidos de los cinco: José Manuel Abaurre Fernández-Pasalagua, Javier Benjumea Puigcerver, José María Gallego Quero, Antonio Ortueta Díaz-Arce y Ricardo Abaurre Herrero de Tejada (A-BEN-G-O-A).
Eso fue en 1941. Medio siglo después, en 1991, le tocó a los hijos: el mayor (Javier) en la vicepresidencia, y el menor (Felipe), en la presidencia. Prácticamente 25 años estaría como presidente Felipe Benjumea, hasta que en 2015, con el preconcurso de acreedores solicitado, se forzó su salida. Eso sí, se llevó 11,4 millones de euros de indemnización (y su número 2, Manuel Sánchez Ortega, otros 4,5), si bien toda la cúpula saliente fue luego absuelta de las acusaciones de administración desleal a las que se enfrentó en los tribunales.
No obstante, Felipe Benjumea se resistió a dejar de controlar la compañía. Primero, propició la presidencia para José Domínguez Abascal, entonces imputado en el caso ERE y luego exculpado, y en segundo lugar, se aseguró un suculento contrato como asesor.
El mando de José Domínguez Abascal (luego un par de años secretario de Estado de Energía con el Gobierno de Pedro Sánchez) fue breve en la multinacional. En 2016, el consejo de administración rompió el cordón umbilical: impuso a Antonio Fornieles Melero en la presidencia y tumbó el contrato de asesoramiento de Felipe Benjumea.
Poco duraría también este nuevo relevo porque a finales de 2016 Antonio Fornieles Melero fue sustituido por Gonzalo Urquijo, bajo cuyo mandato se elaboraron hasta tres planes de reestructuración: 2017, 2019 y 2021, en este último caso ya como presidente de la filial operativa Abenewco 1, a la que se habían traspasado la mayoría de los activos de la compañía. Comparado con sus predecesores, aguantó bastante en la presidencia de Abengoa, hasta 2020, y en Abenewco 1 hasta 2021, cuando dimitió tras no poder sacar adelante ese tercer rescate. Poco después fue fichado por Talgo, con el lastre de su fracaso en Abengoa y una querella pendiente contra él y su consejo de administración por parte de los accionistas.
Gonzalo Urquijo fue expulsado cuando los pequeños accionistas agrupados en la plataforma Abengoashares se hicieron con el control de la matriz. Primero propusieron como presidente a Marcos de Quinto, pero este renunció sin siquiera pelear por el cargo.
Le sucedió por unas semanas Juan Pablo López-Bravo, bajo cuya dirección se pidió en febrero de 2021 el concurso voluntario de acreedores. Ese mismo año pasó a presidir la multinacional Clemente Fernández, otro hombre de los minoritarios y con el que la firma parece caminar inexorablemente a su fin.