Almería y la gran evasión del sector hostelero: “Mientras pueda trabajar en otra cosa, no vuelvo a ser camarero”
En estos meses atrás, España se ha recuperado económicamente tras el duro golpe de la pandemia, pero si prestamos atención a los distintos sectores se puede observar que el de la hostelería tiene carencia de personal. ¿Por qué faltan 50.000 camareros en todo el país? Según el último indicador de Seguridad Social, un 2,8% de los trabajadores de la hostelería que había no ha vuelto a sus puestos de trabajo. A día de hoy, 1.659.568 personas viven de la hostelería en todo el territorio. Antes de la COVID, la cifra era de 1.710.000 aproximadamente (49.787 más).
La razón... ¿podría estar en una gran dimisión del personal hostelero? No hay respuesta clara, pero sí testimonios. Y son muchos los trabajadores que se han cansado de la precariedad a la que estaban acostumbrados antes de la pandemia. Han probado otros empleos y han visto en ellos estabilidad y sueldos más razonables. Porque dos de cada tres contratos que se firman en hostelería son contratos eventuales y de sueldos bajos. La enorme mayoría eran contratos de obra y servicio e interinos. Y solo uno de cada 10 contratos en esa rama es un contrato fijo, según datos del Gobierno de España. Resultado: menos personal para una temporada de verano en un sector clave para la economía andaluza y española.
Para muestra, un botón: Almería, provincia en la que hace un año los hosteleros lamentaron no encontrar mano de obra y este año vuelve a pasar. Hay quienes ponen el foco en las jornadas maratonianas, en los salarios por los suelos o en la inestabilidad que en el sector ha provocado el coronavirus. Otros, que ya no hay vocación y formación en la hostelería. Lo que está claro es que, a las puertas de la campaña de verano, los hosteleros no encuentran personal para cubrir sus plantillas. No hay gente, no llegan currículos y el sector ha dejado de ser atractivo. Este año vuelven a faltar camareros. Si bien, fuentes del Servicio Andaluz de Empleo de la provincia de Almería certifican que hay inscritos 7.000 camareros en paro (el 10% de los parados totales de la provincia, que son 72.000). La paradoja es que los empresarios de bares, restaurantes y hoteles no los encuentran.
“A ellos no les faltan camareros, sino esclavos”
“No, eso es mentira. A ellos no les faltan camareros, sino esclavos”, así de rotundo se muestra Joaquín César Castillo ante la afirmación de empresarios hosteleros que lamentan no encontrar personal. “Son unos explotadores, tuve que dejar la hostelería porque ya no aguantaba más”, confiesa quien actualmente trabaja en una empresa de limpieza y mantenimiento. Como él, muchas personas mudaron de profesión y aseguran haber encontrado un control horario, continuidad, salarios a convenio, altas por el tiempo trabajado y contratos en regla. En la misma línea se mantiene Frederick Martín Heidenreich, quien asegura que con 15 años de edad comenzó a trabajar de camarero y que durante siete años sus jornadas eran de hasta 14 horas diarias: “Respeto mucho a los trabajadores de este sector, pero mientras pueda trabajar en otra cosa no vuelvo más”.
Otros trabajadores afirman haberse sentido engañados desde la primera vez que se sentaron con los jefes para que le explicaran las condiciones del puesto de trabajo. “He estado en la hostelería casi ocho años y te puedo asegurar que pocos han sido fieles a un buen contrato. La inmensa mayoría te mienten desde la primera entrevista”, manifiesta Jeffrey Feliz Jiménez, un joven que también ha cambiado de oficio. “Y claro, si te quejas te contestan que tienen muchos currículums sin leer y que tú no eres imprescindible”, añade. Otra camarera, Jéssica Toral, cuenta que casi siempre la han contratado a media jornada, pero “había veces que echaba más de 50 horas a la semana y eso sin contar bautizos, comuniones o bodas”. Son muchos los testimonios que coinciden en que este sector “no respetan horarios, ni convenios, te dan de alta como auxiliares de camareros y tienes que hacer de todo”, tal y como explica Nuria García, otra del gremio.
María Segura, que trabajó de camarera, fregando platos y ayudante de cocina, relata a este medio que le era imposible conciliar la vida laboral y familiar. “Eran horas y horas infinitas que se cobraban siempre igual (por turno), da igual que salieras a las una de la madrugada que a las dos o a las tres. Ni siquiera me dieron de alta”, narra. Por su parte, José Antonio Moreno, otro trabajador en la hostelería, resalta que “esta explotación a los trabajadores no solo se extiende a los camareros, sino a todo el personal del sector”. Manifiesta indignado que “el coste de la vida sube, pero el sueldo de un profesional de la hostelería lleva mucho sin tocarse”. Por su parte, Cristina G. B., otra del gremio hostelero, comenta con sarcasmo que “todo esto no es nada nuevo”. “Llevamos toda la vida buscando al camarero al que asisten los ayudantes de camarero”, lamenta con ironía sobre la cantidad de contratos de ayudante de camarero que se hacen.
Estuve dos años trabajando en ese sitio, bajo el mando de una dictadora. Me engañó en la entrevista de trabajo, me dijo que me contrataría media jornada, pero solo me dio de alta dos horas al día. Acepté por necesidad, siempre es la necesidad
María B. C. ha querido contar su historial de vejaciones para elDiario.es Andalucía: “Estuve dos años trabajando en ese sitio, bajo el mando de una dictadora. Me engañó en la entrevista de trabajo, me dijo que me contrataría media jornada, pero solo me dio de alta dos horas al día. Acepté por necesidad, siempre es la necesidad. Y más siendo mujer que el horario del cole de los niños te condiciona muchísimo si lo que ofrecen es por la mañana. Después de eso llegaron los gritos, los malos modos e incluso días que había tan mal rollo que no me dirigía la palabra. Pero te callas porque no sale otro trabajo en horario de mañana. Mi hijo se graduó y no pude ir ni a su puesta de bandas. Ni tan siquiera cuando estaba enfermo. Una vez me llamaron del cole diciendo que el niño se había caído y que debía llevarlo a urgencias porque tenían que darle puntos. No pude asistir a mi hijo porque me amenazaban con ponerme de patitas en la calle. Todo se endureció más tras la pandemia y la muerte de mi padre. Necesité atención psicológica y me hicieron entender que yo sufría maltrato en el trabajo. Me ayudaron a ser más fuerte y un día me rebelé diciendo que solo trabajaría las dos horas que estaba dada de alta, pero al final me acobardé porque no tenía para darle de comer a mis hijos. Lloré lo más grande”.
María concluye su relato reflexionando en los días del confinamiento: “El encierro y el ERTE nos han enseñado mucho, sobre todo a los que no teníamos todas las horas. Yo cobraba menos de 200 euros al mes”. Afortunadamente, María pudo encontrar una alternativa a ese trabajo y ahora está en otro bar con un horario de mañana, dada de alta todas sus horas y con dos días libres por semana. “Ahora me tratan bien, no me chillan, me respetan y me valoran”.
Camareros como un servicio profesional
J. A. C., titulado como técnico en cocina y gastronomía, habla de que “hay que meter en la mente de la gente que ser camarero no es servilismo, sino un servicio profesional”. “Recuerdo que antes la hostelería era un oficio de prestigio y se ganaba dinero y ahora se ha precarizado”. Habla de horas extras sin cobrar, sin horarios, temporalidad... “Se hacen contratos de cuatro horas y luego tienes que trabajar ocho. Y en vez de dos días libres te doy uno; y no te pago la nocturnidad. O te hago un contrato de 20 horas a la semana y las concentro en el sábado y el domingo. Es que así no se puede”, resume con indignación.
Él pone en el punto de mira el intrusismo de esta profesión: “Solo tienes que ir a cualquier bar y ves a los universitarios trabajar de camareros sin tener ni idea. Entiendo que están ahí para pagarse sus estudios, pero no dejan de ser intrusos”.
Para él sí que es cierta la premisa de que faltan camareros profesionales, “pero también empresarios profesionales”. “Ya no son hosteleros como tal, no saben ni poner una caña, no son bares que vienen de tradición familiar. Son literalmente empresarios que se quedan con una franquicia, un negocio para explotarlo, y la manera de hacerlo rentable es reduciendo el coste de la mano de obra”.
Los sindicatos reivindican “más inspecciones”
¿Qué es lo que caracteriza a este sector? Para Carmen Vidal, secretaria general de UGT en Almería son las “largas jornadas que no permiten conciliar la vida personal y laboral”, por lo que objeta que “en la negociación de los convenios se debe incluir controles objetivos y eficaces de la jornada laboral”. También se refiere a las horas extras que “casi nunca se pagan como tales”. Vidal añade que los salarios están paralizados desde hace dos años. Actualmente, el salario medio en hostelería es de 1.264 euros. Preguntada sobre el impacto de la reforma laboral en este sentido, asegura que “no ha podido actuar, ha sido imposible en relación a la contratación indefinida porque estamos hablando de que esos datos que se han cogido son del año 2020”.
Además, Vidal insiste en “la necesidad de una mayor inspección del trabajo para perseguir el fraude y las prácticas abusivas y reordenar el sector de la hostelería'”. También este gremio “tiene mucha falta de estabilidad laboral”, es por eso que “estamos viviendo una emigración de empleados de la hostelería a otros sectores económicos menos esclavos desde que acabó la pandemia”.
En la misma línea, Antonio Valdivieso, secretario general de CCOO Almería, explica que “en el sector de la hostelería y la restauración existe un alto nivel de economía sumergida y fraudulenta”. Matiza que con todo este tipo de “prácticas abusivas y al margen de la ley, lo único que provocan es el éxodo de los profesionales hacia otros sectores”. Sergio Marimón, también de CCOO, insiste en que “esta situación ya estaba así de antes” y que “no es que la reforma laboral haya dado lugar a que de repente los trabajadores y trabajadoras de la hostelería hayan decidido que ya no les convence”.
Valdivieso expresa que “se necesitaría con urgencia implantar un sistema de acreditación profesional para evitar el intrusismo en estas profesiones y poder dignificar su desempeño”. Él también coincide en que “se debería ejercer una mayor presión inspectora desde la autoridad laboral para corregir la situación de fraude y precariedad descrita y conocida ampliamente en este ámbito”. El secretario general de CCOO deja caer que “para ello habría que ampliar y reforzar las plantillas de la inspección de trabajo y hacer un seguimiento más minucioso de este sector, que junto al agrícola, son motores de nuestra economía, pero a la vez fuente de fraude y precariedad”.
Si las autoridades que tienen las competencias en la materia no quieren ponerle solución, nosotros poco o nada podemos hacer" (Ashal)
En esta misma línea declaran fuentes de la Asociación Provincial Empresarios Hosteleros Almería (Ashal) responden a este medio incidiendo en que “es importante aclarar que temporalidad o jornada parcial, que es algo que acompaña al empleo de este sector, no es sinónimo de precariedad o falta de calidad del puesto de trabajo”. Añaden que “si un contrato de pocas horas enmascara un abuso por parte de la empresa con una jornada laboral extendida en el tiempo que no se corresponde con el contrato, debe denunciarse porque no se ajusta a la legalidad y es un abuso, y por supuesto que es precariedad, además de suponer una competencia desleal para la mayoría del sector”.
Este medio ha preguntado a Isabel de Juan Rodríguez, gerente de Ashal, y rotundamente dice que “no vamos a hacer declaraciones porque esto es un problema antiguo y de sobra conocido por las autoridades”. También manifiesta que “este asunto es reiterativo en provincias de costa, en las zonas de interior y hasta en la España vaciada”. Ella acusa directamente a la Administración, en este caso a quien es competente en hacer cumplir la legislación laboral, el Gobierno de España: “Si las autoridades que tienen las competencias en la materia no quieren ponerle solución, nosotros poco o nada podemos hacer”.
“Faltan ganas de trabajar”
Empresarios concretos denuncian pocas ganas de trabajar, la petición de los empleados de cobrar en negro o la dificultad para “hacer las cosas bien”. Un hostelero que regenta un conocidísimo restaurante en las inmediaciones del Auditorio Maestro Padilla de la capital almeriense indica a este medio que “no faltan camareros como dicen por ahí, lo que faltan son ganas de trabajar”. Él, que ha preferido mantenerse en el anonimato, asegura que la misma mañana en la que se le pregunta por esta cuestión ha entrevistado a dos personas: “Me pedían que si les cogía para el puesto que no les diera de alta porque estaban cobrando la ayuda, así que les he dicho que entonces se queden en casa descansando”. Y es que él sostiene que “la gente prefiere estar cobrando subsidios del Estado antes que agachar la raspa”. Comenta que no se arriesga a que la inspección de trabajo “le pille”. “Yo entiendo que cuando llega el verano lo que a uno le apetece es descansar e ir al bar para que te pongan la cerveza, no para servirla”, ironiza.
Florián Pezron, un joven francés afincado en la ciudad urcitana, decidió abrir un pequeño local de copas. Antes de emprender, trabajó como empleado en el sector. “Yo he estado en los dos bandos, tanto abajo como arriba, y puedo entender toda esta situación. Comprendo a las dos partes. Ahora que soy el jefe me toca pagar 2.000 euros por camarero y es que no me llega, por eso tuve que despedir a uno de ellos. Intentas hacerlo todo correctamente, pero te das cuentas que entre unas cuotas y otras no te da para pagarles. Tuve trabajando a una camarera que cobraba más que yo, que era el jefe, así que imagínate como está el asunto”.
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