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¿Es posible implantar el 'cohousing' en Andalucía?
La sociedad envejece de modo acelerado. Las tendencias demográficas del último siglo revelan un descenso en la tasa de natalidad de hasta un 50 por ciento y un aumento de la esperanza de vida incrementada en casi 20 años. Para 2050 se espera, en términos globales, que el porcentaje de personas que cuentan con más de 80 años pase del 1% actual al 4,5% y que el número de personas centenarias se multiplique por quince.
“Estos datos ofrecen un panorama de una población extraordinariamente envejecida, lo que va a representar uno de los grandes retos a nivel mundial en las próximas décadas”, explica Laura López de la Cruz, investigadora de la Universidad Pablo de Olavide, codirectora de la Cátedra de Economía Social, Ética y Ciudadanía ‘El Roble’ de la UPO y responsable del área jurídica del equipo multidisciplinar liderado por José Antonio Sánchez Medina que se ocupa, entre otros proyectos, de investigar sobre las posibilidades de implantación de modelos de viviendas que ofrezcan una visión constructiva sobre lo que significa envejecer.
Hace 15 años José Antonio Sánchez Medina, catedrático en Psicología Básica en la Universidad Pablo de Olavide, puso en marcha diferentes proyectos de investigación en torno al concepto de envejecimiento. “Teníamos una idea bastante precisa y avanzada que trataba de no relacionar los conceptos de envejecimiento y deterioro, y empezamos a trabajar el envejecimiento activo”, afirma el investigador. Una idea que impulsan las actuales políticas europeas sobre mayores y que se traduce en cuantiosos beneficios no solo sociales, sino también económicos.
En esta línea, el Eurobarómetro sobre envejecimiento activo ya indicaba en 2012 que los europeos atribuyen un importante papel a las personas mayores en el desarrollo de la sociedad: un 82% de las personas encuestadas les otorgan un gran protagonismo en el cuidado de la familia, un 71% les asigna un rol crucial en la participación política. Son percibidos por un 70 % como agentes activos de primer orden en el desarrollo de las comunidades locales a las que pertenecen, y un 68% les otorga un papel esencial en el desarrollo económico de sus países, bien como emprendedores o bien como consumidores.
“Estos datos muestran que la percepción de la vejez ha sufrido importantes cambios, pasando de unas concepciones más pasivas y dependientes a otras en las que la participación de los mayores en los diferentes escenarios sociales resulta especialmente valorada”, explica Laura López de la Cruz, quien añade que “para que esto sea así, son necesarias políticas sociales que ofrezcan cauces de participación social y también que proporcionen soluciones a un problema que ya afecta a un elevadísimo porcentaje de ciudadanos, nos referimos a la soledad que condiciona la vida de estas personas y les limita en su proyección personal”.
El proyecto multidisciplinar de la UPO
En el marco de estas investigaciones, en 2014 se crea un grupo multidisciplinar para el estudio de modelos habitacionales para la promoción del envejecimiento activo. El proyecto, presentado a una convocatoria pública competitiva de la Agencia de Obra Pública de la Junta de Andalucía, fue seleccionado y financiado con fondos FEDER, lo que permitió desarrollar en profundidad el proyecto tomando como ejemplo soluciones habitacionales europeas que, mediante su adaptación en nuestra comunidad autónoma, permitiesen resolver parte de los problemas que denunciaban los mayores: “Se trataba de abordar el problema de la gente mayor que envejece cada vez mejor en términos de salud pero que lo hace en soledad”, detalla Sánchez Medina.
La particularidad de este grupo de trabajo es que contaba con la participación de psicólogos, que trabajaban a partir del concepto de envejecimiento activo; de arquitectos e ingenieros, que aportaban una visión importante del espacio y de las oportunidades que éste genera; y de juristas, que debían encontrar las fórmulas para implementar estos modelos y encajarlos tanto en el ordenamiento jurídico autonómico como estatal. “Nuestro objetivo era encontrar un tipo de solución habitacional para, por un lado, luchar contra la soledad y, por otro, promover el envejecimiento activo”, destaca el catedrático de Psicología Básica de la UPO.
Suecia, el país más avanzado en viviendas colaborativas
La parte esencial del proyecto consistía en investigar a lo largo de toda Europa distintos modelos de vivienda que estuviesen respondiendo al problema del envejecimiento. “Las residencias de mayores y las denominadas viviendas tuteladas son necesarias y cumplen una función muy concreta de atención y cuidados de personas de avanzada edad que se hallan en una situación de vulnerabilidad. Pero no responden a una importante demanda social que proviene de personas mayores independientes y activas, que reclaman una mayor participación y fórmulas contra la experiencia de vivir solos y aislados. En Europa, sin embargo, hace años que funcionan modelos de vivienda que van en consonancia con el envejecimiento activo: se trata de las llamadas viviendas colaborativas o cohousing, en su acepción en inglés”, explica Sánchez Medina.
En concreto, los investigadores visitaron este tipo de solución habitacional en Dinamarca (país pionero en viviendas colaborativas), en Gran Bretaña, en Holanda, en Alemania y en Suecia, donde tanto José Antonio Sánchez Medina como Laura López de la Cruz estuvieron residiendo para conocer desde el propio cohousing las fórmulas y claves de su organización.
“La vivienda colaborativa para mayores Dunderbacken, en Estocolmo, es un ejemplo de organización y modelo de participación de los mayores, quienes se organizan en su vida diaria para desarrollar distintas tareas y toman decisiones sobre cómo gestionar la comunidad. La peculiaridad de este complejo residencial es que intervienen gestores públicos y privados en su funcionamiento: el edificio es propiedad municipal, lo que abarata sensiblemente los costos de hospedaje, la administración corresponde a una cooperativa de viviendas, y los mayores socios toman las decisiones sobre la organización del día a día”, cuenta López de la Cruz.
La investigadora añade que de las 70 personas que en sus orígenes componían la comunidad cohousing, el 60% continuaba viviendo en ella y que el 40% que se marchó lo hizo por diversas razones, entre las que predominaban las diferentes expectativas que tenían sobre el significado de una vivienda colaborativa. “Es imprescindible que las personas que habitan este modelo de residencia asuman un determinado estilo de vida participativo y de colaboración”, subraya la responsable del área jurídica del proyecto.
En España, como explica José Antonio Sánchez Medina, hace años que se están construyendo esta clase de viviendas, si bien constituyen aún ejemplos aislados y no cuentan con el apoyo de la Administración. “Son muy caros porque están basados en iniciativas privadas y tienen una concepción diferente. Desde el punto de vista de nuestro equipo, es una concepción errónea en cuanto muchos de ellos no fomentan el envejecimiento activo, sino que se aproximan más al concepto tradicional de residencia de mayores”. Estas viviendas colaborativas dan mayor protagonismo a los servicios externos que incorporan y que comparten las personas que allí viven. Se trata de la concepción “que me lo hagan todo”, subraya el investigador. “El cohousing que nosotros defendemos es distinto ya que se trata de una comunidad intencionada, con una estructura y un panel de actividades que hace que la gente se sienta valorada y activa. No se trata de esperar a que te hagan todos los servicios, sino a hacerlos tú mismo, en colectividad”, insiste.
La participación, elemento clave del envejecimiento activo
En la misma línea, Laura López de la Cruz, incide en el factor de la participación: “Es un elemento clave, posiblemente el más novedoso del envejecimiento activo. El modelo cohousing fomenta precisamente la participación, ya que es un tipo de vivienda donde coexisten espacios privados y comunes y donde se ofrece a sus habitantes la posibilidad de participar en ciertas actividades y beneficiarse de determinados servicios”.
Así, y tal como explica la investigadora, es frecuente que en este modelo de vivienda colaborativa exista una casa o un apartamento común donde se instala una gran cocina y un comedor para que los residentes coincidan varias veces al día. Los vecinos se reparten las tareas relacionadas con la misma y se organizan almuerzos colectivos diarios a los que libremente se asiste. Además, se dota al complejo de instalaciones deportivas, bibliotecas, huertos, jardines, salas de informática, salas multiusos, etc. que incentivan la interacción entre los residentes. Generalmente, las personas se organizan en grupos para desarrollar las distintas actividades en función de los servicios disponibles en la comunidad: cocina, lavandería, biblioteca, jardinería. En algunos casos, algunos servicios se pueden externalizar, aunque no es lo más frecuente. López de la Cruz explica que el rasgo más característico del modelo cohousing es precisamente la combinación de espacios públicos y privados: “De hecho, el tamaño de las viviendas privadas se reduce en la mayoría de los proyectos con el objetivo de incrementar el espacio destinado a las zonas comunes”.
Posibilidades en Andalucía
Sobre la implantación en Andalucía, los investigadores explican que se están desarrollando diversos proyectos basados en el cohousing en esta comunidad autónoma pero que todavía resulta difícil para una persona que esté interesada en este modelo de vivienda conocer los pasos que debe dar y saber a quién dirigirse.
Desde la Universidad Pablo de Olavide se han impulsado diferentes actividades en torno a esta temática, se han difundido publicaciones, se han celebrado jornadas y seminarios formativos y se está asesorando en la actualidad a asociaciones de mayores y a entidades públicas, como es el caso de la Casa de la Vida, de Córdoba, que cuenta con el asesoramiento directo del arquitecto José Antonio del Pino, miembro del proyecto de la UPO. “Hay un enorme interés social en este tipo de iniciativas, como se ha demostrado cada vez que se han organizado encuentros sobre esta temática. Los mayores están reclamando una mayor presencia en todos los ámbitos y tienen claro que no quieren envejecer en soledad”, afirma Laura López de la Cruz.
“El problema es que no hay un punto de conexión para poner en contacto a los grupos de interés y eso es algo que deben hacer las Administraciones públicas”, subraya Sánchez Medina. El catedrático, a quien le gusta entender su trabajo como “un proyecto de ingeniería social”, considera que sería posible implantar este tipo de viviendas colaborativas en Andalucía pero que habría que hacerlo “con esfuerzo y flexibilidad mental”.
La sociedad envejece de modo acelerado. Las tendencias demográficas del último siglo revelan un descenso en la tasa de natalidad de hasta un 50 por ciento y un aumento de la esperanza de vida incrementada en casi 20 años. Para 2050 se espera, en términos globales, que el porcentaje de personas que cuentan con más de 80 años pase del 1% actual al 4,5% y que el número de personas centenarias se multiplique por quince.
“Estos datos ofrecen un panorama de una población extraordinariamente envejecida, lo que va a representar uno de los grandes retos a nivel mundial en las próximas décadas”, explica Laura López de la Cruz, investigadora de la Universidad Pablo de Olavide, codirectora de la Cátedra de Economía Social, Ética y Ciudadanía ‘El Roble’ de la UPO y responsable del área jurídica del equipo multidisciplinar liderado por José Antonio Sánchez Medina que se ocupa, entre otros proyectos, de investigar sobre las posibilidades de implantación de modelos de viviendas que ofrezcan una visión constructiva sobre lo que significa envejecer.