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Al menos 37 víctimas más de las políticas migratorias europeas

Ana Rosado Caro y Diego Boza Martínez

Área de Migraciones —
5 de julio de 2022 20:10 h

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Una operación que acaba con, al menos, 37 personas fallecidas, no puede calificarse nunca de “operación bien resuelta” y quien así lo hace, además de su ignominia, pone de relieve su mezquindad y su falta absoluta de sensibilidad. 

Porque por más que pretendan que nos acostumbremos a las muertes de personas procedentes de países africanos, más de 2.000 el año pasado, más de 12.000 desde que contabilizamos la primera víctima de las políticas migratorias allá por noviembre de 1988, sus vidas no pueden valer menos que las nuestras. O que las de personas blancas, cristianas, que vienen del Este de Europa. 

El testimonio y trabajo constante de denuncia de las activistas de AMDH Nador nos ha permitido conocer este nuevo episodio de sufrimiento y dolor generado por las políticas migratorias europeas y por la externalización del control de las fronteras. Un Estado en el que las garantías de protección de los derechos humanos son papel mojado, con autoridades que se apresuran a enterrar los cadáveres de la masacre de Melilla para evitar investigaciones, que alejan forzosamente a las personas heridas y que censuran a los medios de comunicación y activistas para evitar preguntas. 

Pero del mismo modo tenemos las imágenes que narran los lanzamientos de botes de humo desde territorio español hacia las personas atrapadas entre las vallas. Incluso algún individuo, para quien una valla vale más que las vidas humanas, lanzando piedras sobre los migrantes que trataban de entrar. Tenemos también las imágenes de personas amontonadas en el suelo, sin distinción entre heridas y fallecidas, de gendarmes marroquíes actuando en territorio español, de devoluciones en caliente a personas que mayoritariamente proceden de Sudán, un país sometido a una dictadura, víctimas de diversas guerras y para quienes el derecho de asilo, al contrario de lo que ocurre en Ucrania, es una quimera. 

Un discurso erróneo y simplista

La Fiscalía anuncia su investigación y también lo hace el Defensor del Pueblo. En otro contexto, en otra realidad, esto nos haría concebir alguna esperanza pero la experiencia de lo que ocurrió con la matanza de El Tarajal , nos sirve para desconfiar de que las instituciones españolas esclarezcan la responsabilidad de lo ocurrido el pasado viernes, 24 de junio, en la frontera entre Nador y Melilla. 

Porque en el discurso público, en el discurso político, las muertes de africanos y africanas no importan. El Partido Popular habla de falta de sensibilidad y empatía del Gobierno de Pedro Sánchez cuando ellos mintieron de forma descarada tras la tragedia de El Tarajal. El ministro del Interior Grande-Marlaska apunta a las mafias, como siempre, al igual que el presidente del Gobierno, que también ha señalado a las mafias, cinco días después de la masacre, como máximas responsables. 

El discurso que alude a las mafias como responsables de esta tragedia es un discurso erróneo y simplista. Y cuando un discurso es erróneo y simplista y proviene de quienes tienen la información y el poder, únicamente cabe hablar de cinismo y, por supuesto, de manipulación. 

Cinismo porque se contrapone la actividad de las mafias a los derechos humanos de las personas migrantes. La referencia a las mafias sirve para eludir responsabilidades, criminalizar y despersonalizar a las personas migrantes como víctimas de una actividad delictiva y hay que combatir esa actividad delictiva con toda la fuerza. Como cuando se lucha contra el contrabando de droga y se destruye la droga. Pero se olvidan de que no estamos hablando de objetos, sino de sujetos. Sujetos porque son personas que deciden y tienen el derecho a migrar. Porque han tomado la determinación de abandonar sus países al sufrir las consecuencias de la esquilmación de sus recursos, de sufrir hambrunas, dictaduras, guerra,...  porque han tomado la decisión de escapar y buscar un país seguro, como esas 120.000 que proceden de Ucrania y a las que nuestros gobernantes aplauden y reciben, al menos de cara a la galería, con los brazos abiertos. 

Sistemas de entrada

Y de manipulación porque si de verdad quieren acabar con esas supuestas mafias, existen y se pueden poner en práctica muchas medidas, como se ha hecho con las personas que proceden de Ucrania, permitiendo solicitar el asilo desde las embajadas y consulados y habilitando vías legales y seguras para la migración desde el país de origen. Se podrían establecer sistemas de entrada desde África a España y a la Unión Europea y por supuesto, si se pretendiera “paliar” la situación desde el origen, se destinarían los fondos de la cooperación internacional a rebajar las condiciones de desigualdad y no convenirlos únicamente al control migratorio. En definitiva, cambiar las políticas migratorias que son las verdaderas causantes de esta masacre y de todas las que hemos vivido durante estos últimos años. Entonces esas supuestas mafias perderán su sentido cuando la opción para estas personas no sea tratar de saltar una valla o lanzarse al mar en una barcaza. 

Lo que ocurre es que ni esas mafias existen, ni a nuestros gobiernos (el actual, el anterior y los del resto de la Unión Europea) les interesan las vidas de las personas africanas si no es para utilizarlas como escaparate, como sucedió con las más de 600 personas que llegaron en el  buque Aquarius a Valencia o las más de 300 en el Open Arms a Algeciras en 2018. Eso es algo que no podemos aceptar. 

Seguiremos insistiendo, desde nuestra asociación y, desde tantas otras, para exigir el respeto de los derechos humanos en las fronteras y no tolerar ni una muerte más.

Una operación que acaba con, al menos, 37 personas fallecidas, no puede calificarse nunca de “operación bien resuelta” y quien así lo hace, además de su ignominia, pone de relieve su mezquindad y su falta absoluta de sensibilidad. 

Porque por más que pretendan que nos acostumbremos a las muertes de personas procedentes de países africanos, más de 2.000 el año pasado, más de 12.000 desde que contabilizamos la primera víctima de las políticas migratorias allá por noviembre de 1988, sus vidas no pueden valer menos que las nuestras. O que las de personas blancas, cristianas, que vienen del Este de Europa.