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Crónica de un desmantelamiento anunciado

Antonio Vergara de Campos

Miembro de la APDHA, de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública y de la Coordinadora Andaluza de Mareas Blancas —

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Hay situaciones que se pueden considerar impredecibles, inoportunas por espontáneas o bien son consecuencias de fenómenos naturales. Ante ellas no hay más que trabajar a destajo, desde lo público, es decir, sin propósito de hacer negocio y con la máxima celeridad. A los que defendemos “lo público” nos asquea que existan personas que, aprovechándose de un desastre natural, como por ejemplo una pandemia que está matando a miles de personas, organicen negocios millonarios para sacarle provecho a las necesidades extremas.

Pero hay situaciones que son totalmente previsibles. Los que hemos trabajado en el sector sanitario público y hemos convivido con las políticas del Partido Popular y de sus antecesores franquistas, conocemos cuáles son los propósitos. Le llaman eufemísticamente “colaboración público-privada” pero en los hechos se traduce a “crecimiento exponencial” de la privada y consecuentemente “vaciamiento” de la pública. Con algunos anexos, como que para los que defienden estas políticas existen “enfermedades caras” -que no son atractivas comercialmente- porque sus tratamientos son caros, como la oncología, los trasplantes o el Sida, o bien son complejas y necesitan de múltiples especialistas. No son estrategias políticas del Partido Popular de España sino del de Europa, siguiendo las consignas del neoliberalismo imperante.

Por todos estos y por muchos más motivos, el desmantelamiento del Sistema Sanitario Público Andaluz no es una sorpresa ni expresa una nefasta gestión, sino que responde al ideal de favorecer a la medicina privada, con privatizaciones y conciertos progresivos.

Los conciertos con clínicas privadas para actividades quirúrgicas y para pruebas diagnósticas han aumentado de forma exponencial en los últimos cinco años

Desde la llegada del actual gobierno andaluz se han tomado las siguientes decisiones políticas que demuestran lo que hemos comentado en el párrafo anterior:

Acabaron con el complemento de exclusividad mediante el cual el médico que trabajaba en exclusiva en la sanidad pública, recibía dicho complemento. En la actualidad, cualquiera puede trabajar simultáneamente en la privada y en la pública. 

La decisión política anterior incluye también a los jefes de servicio. Es decir, los que tienen que gestionar la reducción de los tiempos de espera se aprovechan de dicho fenómeno para atender en la privada a aquellas personas que pueden complementarse dicha atención. Las que no pueden quedan marginadas. 

Los conciertos con clínicas privadas para actividades quirúrgicas y para pruebas diagnósticas han aumentado de forma exponencial en los últimos cinco años. En la actualidad, es un hecho publicado por las propias empresas privadas que un importante porcentaje de los presupuestos sanitarios públicos de Andalucía terminan en las arcas de la medicina privada. También el aumento de contratos con empresas de seguros de salud ha sido impresionante.

La Clínica de San Rafael en Cádiz lo es para toda la población gaditana de Intramuros o el Hospital de San Juan de Dios para toda la población del Aljarafe. Un profesional que no conoce tu historial clínico es el que te atiende en las especialidades hospitalarias. Cuando terminan dichas asistencias, vuelves a tu médica de cabecera, que a su vez desconoce la actividad privada

Pero han superado el hecho anterior, han decidido que muchas clínicas privadas sean los hospitales públicos de referencia para amplios sectores de la población. A modo de ejemplo: la Clínica de San Rafael en Cádiz lo es para toda la población gaditana de Intramuros o el Hospital de San Juan de Dios para toda la población del Aljarafe. Un profesional que no conoce tu historial clínico es el que te atiende en las especialidades hospitalarias. Cuando terminan dichas asistencias, vuelves a tu médica de cabecera, que a su vez desconoce la actividad privada.

Desde hace tiempo, las personas que son nombradas responsables al máximo nivel tanto en la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía como en el Servicio Andaluz de Salud tienen como antecedentes profesionales su dedicación exclusiva a la medicina privada. El ejemplo más clamoroso es Miguel Ángel Guzmán: primero se le nombra gerente del SAS por sus méritos en la privada y después se le nombra Viceconsejero de Salud. En menos de dos años “vuelve a su casa privada” pero con toda la información obtenida en su fructífera estancia en la pública.

Podríamos seguir con varios folios más, pero queremos terminar con lo que nos espera en este inminente verano del 2024. La propia Consejería de Salud “avisa a los andaluces” del caos que se avecina. Tal es así que no se atreven a publicar el Plan de Verano a diez días vista. Toda Andalucía está temblando porque se prevén cierres de centros de salud, de urgencias extrahospitalarias, pueblos y ciudades sin atención desde las 15 horas, ambulancias sin médicos, etc.

Los argumentos son indignantes: “no hay médicos” nos dicen. “Se han exiliado profesionalmente a otras Comunidades Autónomas o a otros países europeos” decimos nosotras, porque les ofrecen mejores expectativas laborales. Con contratos de pocos meses, claro está que no hay médicos. Con esta dinámica, ni el aumento de estudiantes de Medicina ni de MIR resuelven el problema porque si desde Andalucía les siguen ofertando contratos-basura, los que terminen su formación seguirán emigrando.

Por todo ello, desde nuestras organizaciones prometemos con firmeza que no nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras desmantelan aquello que era la joya de la corona y con lo que asombrábamos al mundo: La sanidad pública española y andaluza.

Viva la sanidad 100% pública. No necesitamos colaboraciones parasitarias.

Hay situaciones que se pueden considerar impredecibles, inoportunas por espontáneas o bien son consecuencias de fenómenos naturales. Ante ellas no hay más que trabajar a destajo, desde lo público, es decir, sin propósito de hacer negocio y con la máxima celeridad. A los que defendemos “lo público” nos asquea que existan personas que, aprovechándose de un desastre natural, como por ejemplo una pandemia que está matando a miles de personas, organicen negocios millonarios para sacarle provecho a las necesidades extremas.

Pero hay situaciones que son totalmente previsibles. Los que hemos trabajado en el sector sanitario público y hemos convivido con las políticas del Partido Popular y de sus antecesores franquistas, conocemos cuáles son los propósitos. Le llaman eufemísticamente “colaboración público-privada” pero en los hechos se traduce a “crecimiento exponencial” de la privada y consecuentemente “vaciamiento” de la pública. Con algunos anexos, como que para los que defienden estas políticas existen “enfermedades caras” -que no son atractivas comercialmente- porque sus tratamientos son caros, como la oncología, los trasplantes o el Sida, o bien son complejas y necesitan de múltiples especialistas. No son estrategias políticas del Partido Popular de España sino del de Europa, siguiendo las consignas del neoliberalismo imperante.