La NASA no sólo mira a las estrellas. Sus satélites también apuntan a la Tierra para descifrar los secretos de uno de los planetas más misteriosos del Universo. El cambio climático ha añadido nuevos enigmas sobre un planeta insólito donde la vida depende de millones de variables. Gavin Schmidt lleva tres años al frente del Goddard Institute for Space Studies, lo que le convierte en máximo responsable sobre cambio climático de la agencia espacial estadounidense. Divulgativo, pero sin dejar de lado la rigurosidad, Schmidt arroja luz, desde el Congreso Internacional de Cambio Climático de Huelva, sobre el calentamiento global de la Tierra.
¿Se puede negar que el ser humano ha provocado el calentamiento global?
Sí, puedes negarlo, pero sería mentira. Todas las pruebas científicas apuntan a que ese calentamiento global está teniendo lugar.
¿Estamos transformando el clima, estamos provocando un cambio climático?
Sí, lo estamos transformando de muchísimas maneras: a través de la contaminación del aire, la acidificación de los océanos o la deforestación de los bosques. Todo eso tiene un impacto enorme en el clima. Si observamos el clima de grandes regiones, vemos que las señales del impacto del ser humano son enormes.
¿Y por qué seguimos negándolo, ignorando lo que dicen los científicos?
Forma parte de la naturaleza humana. Ves un problema y prefieres ignorarlo a arreglarlo, sobre todo si supone un reto tan grande. Hemos pasado de tener 280 PPM de dióxido de carbono a 410 PPM en nuestra atmósfera. El problema ahora es que mantener los niveles de dióxido de carbono a 410 PPM, supone reducir las emisiones un 70%.
¿Cuál sería la concentración ideal de dióxido de carbono?
El problema es que hemos invertido todos nuestros esfuerzos para vivir bajo condiciones climáticas anteriores al cambio climático. Nuestra sociedad necesita estabilidad, pero si no reducimos esas emisiones, estamos creando una inestabilidad que nos obliga a adaptarnos continuamente. Si no reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero, sufriremos. Cuando tienes un problema, solo hay tres opciones: adaptarse, evitarlo o sufrirlo. No hay otra opción.
¿Contamos ya con las herramientas necesarias para luchar contra el cambio climático?
Tenemos las herramientas para mitigarlo, pero hay que usarlas de manera más rápida. Con el dinero suficiente, también tenemos capacidad para adaptarnos, pero sólo en algunos sitios, en otros no hay el dinero suficiente. Es un problema social y político.
Su presidente, Donald Trump, pretende restarle protagonismo al cambio climático en la NASA y devolvérselo a la exploración espacial: ¿Terminaremos emigrando a otros planetas por culpa del calentamiento global?
Ni ha cambiado nada en la NASA ni terminaremos emigrando a otros planetas. Cada viaje a la estación espacial, para aprovisionamiento y demás, cuesta 200-250 millones de euros para mantener a las tres personas que viven allí. ¡Imagínate lo que costaría enviar gente a Marte! Viajar por el espacio no es tan fácil como en la Guerra de las Galaxias. Da igual cuánto nos carguemos la Tierra, seguirá siendo mucho más habitable que cualquier otro planeta del universo.
¿Quiere decir que, por mucho que empeoren las condiciones de vida en el planeta, siempre será mejor vivir aquí que en Marte?
Emigrar a Marte por culpa del cambio climático ni siquiera es una opción, es pura fantasía.
¿Es su presidente una amenaza en la lucha contra el cambio climático?
Sin comentario.
¿Qué efectos tendrán, a largo plazo, los recortes en los programas de cambio climático de la Nasa?
No ha habido cambios de ningún tipo en nuestro presupuesto. Lo único que existe es la propuesta de presupuesto del presidente para 2017, pero esa propuesta tiene que aprobarse ahora por el Congreso. Lo que quiere el presidente y lo que termina haciendo el Congreso son cosas totalmente diferentes. Lo más probable es que es que se prorrogue el presupuesto del año pasado y no haya cambios hasta el que viene.
Es decir, en realidad el presidente no tiene tanto poder como para cambiar la política climática del país.
El presidente tiene el poder ejecutivo, pero es el Congreso el que decide en qué se gasta el dinero. Si miras las variaciones en el presupuesto a lo largo del tiempo, verás que el gasto se mantiene muy estable.
Estados Unidos da, aparentemente, un paso atrás en la lucha contra el cambio climático y China lo da hacia delante. Más allá del problema global: ¿está renunciando Estados Unidos al liderazgo impulsado en la era Obama?
En los 90, con el protocolo de Kyoto, Estados Unidos no se subió al carro. La razón por la que Europa iba a la vanguardia fue porque los americanos no se habían subido. Ahora puede estar ocurriendo lo mismo con China.
¿Cuáles han sido los mayores avances en la lucha contra el cambio climático en la era Obama?
Las soluciones contra el cambio climático tienen que mantenerse independientemente de quién sea el presidente. Tienen que estar funcionando en momentos de bonanza y crisis económica, en todos los países y bajo cualquier ideología. Hemos dado un paso adelante, porque está teniendo lugar un cambio generacional: la gente joven ha dejado de negar el cambio climático y tienen una perspectiva más profunda del tema.
¿Marcó la Cumbre de París un antes y un después?
Sí, porque se logró un acuerdo internacional. Se llegó a una serie de compromisos por parte de todos los países, se crea una presión internacional. La estructura de París es más sólida que la de Kyoto, porque permite que la gente se adapte, aprenda y sea ambiciosa.
¿Tenemos la responsabilidad de presionar a nuestros gobiernos para que actúen?
Sí, pero debemos hacerlo con conciencia crítica. Hay gente que niega el cambio climático o que se aproxima a él desde una perspectiva ingenua. Tras dar alguna charla, hay quien se me acerca y me habla de fracking, que no tiene nada que ver con el cambio climático. Gente que viene y dice que tenemos que compostar, consumir comida local y no volar… todo en torno al consumo individual. Cambiar los hábitos personales de todo el mundo no va a cambiar la trayectoria del cambio climático. Hace falta más, que se tomen decisiones a mayor nivel. Es un proceso lento, que nos va a llevar décadas. No podemos reducir las emisiones de CO2 de pronto un 70%, porque el mundo colapsaría. Todo lo que usamos, desde el ordenador a las zapatillas tiene una huella de carbono.
¿Pero seguimos estando a tiempo?
Nuestra elección no es parar o seguir, sino continuar más despacio o más rápido. No hay un punto en el que de repente pasemos de bueno a malo, sino que mientras más rápido vaya, más feas se van a poner las cosas. No pasamos de estar a salvo a estar en peligro. Se han cruzado límites y se seguirán cruzando: lugares donde no se va a poder volver a la agricultura de antaño, bosques deforestados…
¿Cuál es la clave del éxito?
La clave está en que visualicemos el éxito frente al cambio climático, porque la derrota la tenemos muy clara: refugiados climáticos, plagas, insectos, polos derritiéndose... El éxito sería, por ejemplo, pensar en ciudades donde todo esté integrado, el aire sea limpio, el agua no esté contaminada y la gente necesite menos cosas, porque así lo decide libremente.