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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Andalucía postcoronavirus, asomados al abismo

Cuando comenzamos a atisbar el final de la crisis sanitaria Andalucía, se asoma a la crisis económica. Las cifras parecen abocarnos a un cataclismo social sin precedentes, a una era en la que el hambre podría volver a enseñorearse en Andalucía.

La realidad salta a la vista. El golpe sobre las bases sociales y económicas de sectores esenciales para la región como el turismo y la construcción (13% y 6% del PIB respectivamente) tendrá impactos duraderos. La nuestra no es una industria que pueda reiniciarse pulsando el botón de una factoría.

Andalucía ya es hoy la región de España donde el confinamiento ha hecho subir más el paro en términos relativos, un 17,3 % por un 9,3 % de alza media nacional. Nuestra comunidad autónoma concentra el 45,8% de la subida del paro en toda España.

Estas cifras anticipan un futuro dramático para una tierra andaluza que ya batía récords de desigualdad y exclusión social. Según el informe 2018 de la Red Europea contra la Pobreza, el 37,3 % de la población de Andalucía estaba en riesgo de pobreza y/o exclusión social en el año 2017.

En esa misma fecha, el índice de pobreza europeo (AROPE) era para Andalucía 10,7 puntos porcentuales superior a la media del conjunto nacional[1]. Este es un dato claramente relacionado con la distribución de la riqueza en nuestro país: la riqueza media por andaluz (PIB per cápita) se situó en 17.790 euros el año 2016, frente a los 32.815 euros de los madrileños. Un habitante medio de Madrid es casi el doble de rico que uno de Andalucía. (INE 2017).

Con esas cifras sobre la mesa y ahora que el país discute sobre un plan Marshall o fondos de reconstrucción en una terminología postbélica, es preciso alzar la voz desde el sur para exigir valentía y voluntad política para recordar que ninguna región requiere como Andalucía de la reorientación en su favor de los recursos productivos centralizados, de una apuesta por la reforma estructural de su economía y de la decidida redistribución de sus rentas.

Pero ¿cómo?, ¿con qué reorientación?, ¿qué redistribución?, ¿con qué horizonte?, ¿qué medidas concretas por audaces y complejas que sean podrían sacar a Andalucía del shock económico que se avecina?, ¿qué apuestas hasta ayer imposibles hoy son imprescindibles?

Busquemos una pista en las cifras.

En Andalucía llueve sobre mojado

En 2012, mientras el país comenzaba a salir de la crisis, en Andalucía el reparto de la riqueza demostraba una distribución desigual: de un lado el valor de todos los salarios andaluces, las rentas del trabajo, caían por primera vez en décadas por debajo de las rentas del capital[2]. Entre tanto el decil de rentas más altas (el 10% de población con rentas mayores) veía como su renta media crecía un 9% mientras que el decil de las rentas más bajas perdía un 4% de su ya exiguos ingresos, que cayeron a menos de 653€/mes[3].

Algunos en Andalucía salieron mejor de la crisis de 2008 que otros.

La desigualdad andaluza tiene además una cúspide particularmente afilada. Según mostraba la investigación reciente del periodista Paco Sánchez Múgica para CTXT y La Voz del Sur, el 0,0001% de la población, 14 personas, acumulan el 4,5% del PIB de la región, 400.000 veces lo que corresponde a un andaluz medio (en PIB/per cápita)[4]. Repito, cuatrocientas mil veces.

Los orígenes de buena parte de las fortunas de este escueto listado nos remite casi mecánicamente a la base de la desigualdad de la renta andaluza, destilada de la histórica desigualdad en el acceso a la tierra.

Efectivamente, en el año 1990, momento en el que finalmente desaparece del horizonte de los gobiernos socialistas la reforma agraria[5], dos millones y medio de hectáreas, una de cada tres hectáreas en Andalucía, estaban concentradas en manos de menos de mil propietarios[6], solo un 0,26% del total. Cada una de las fincas de estos terratenientes tiene una superficie media de más de 2100 hectáreas (casi 2000 campos de fútbol), 200 veces el tamaño medio de las fincas del resto de propietarios. Estos grandes latifundios son además improductivos: la mitad de esas hectáreas permanecía ociosa mientras que solo el 21% de la tierra en manos de los pequeños propietarios no se cultivaba.

La obscena ineficiencia económica de la concentración de la riqueza en Andalucía refuerza las tesis del reputado economista y director de estudios en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales francesa, Thomas Piketty, que sostiene la correlación entre igualdad en la concentración de la riqueza y crecimiento económico.

Un horizonte para la crisis

Conviene no engañarse sobre este punto. Andalucía necesitará una inyección sustancial de recursos públicos adecuadamente orientados para 1) amortiguar el impacto de la crisis y 2) reorientar su tejido productivo para evitar futuros impactos.

Si bien una parte de los recursos y del diseño del escudo social corresponden a las autoridades europeas y españolas, Andalucía tiene la oportunidad y la obligación de elegir en esta encrucijada histórica su propio destino.

Y el destino andaluz pasa ineludiblemente por la revalorización de sus inmensos potenciales. Andalucía tiene que comenzar por abanderar en España la demandada reforma del reparto de la cadena de valor del sector agroalimentario, promoviendo el alza de los precios de producción y penalizando las tierras ociosas.

Es necesario también comprometer recursos nacionales, europeos y andaluces para convertir a Andalucía en la primera región solar del continente, buscando la hegemonía europea en la materia. Para ello será preciso hacer grandes apuestas estratégicas en el campo de la inversión en investigación y la localización de centros especializados en la materia, empezando por el Instituto para la Diversificación y ahorro de la Energía (IDAE) que hoy tiene sede en la C/ Madera, 8 de…. Madrid.

Esas inversiones deben destinarse masivamente y en particular al ámbito productivo, embarcando a la región en un gran proyecto de rehabilitación de viviendas orientado a ser pioneros en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ampliando la superficie de producción eléctrica solar en una región especialmente idónea para ello, reduciendo las brutales ineficiencias energéticas de nuestro parque de viviendas obsoleto y activando el tejido microempresarial asociado al empleo en el sector de la construcción y en el bloque tecnológico vinculado a la producción energética solar.

En otro orden de cosas Andalucía debe aprovechar las ventajas geográficas de nuestra región, puerta de África y puente con Asia y América Latina a través del principal puerto de tránsito del mediterráneo, el de Algeciras. Andalucía debe acaparar y protagonizar un polo de desarrollo e innovación en el área de la logística, un sector en expansión creciente en un mundo de cadenas just in time y de producción customizada consumidor a consumidor.

Finalmente es preciso exigir en España un reequilibrio territorial de los principales activadores productivos del país. Al menos dos de ellos dependen directamente de la decisión gubernamental: 1) localización de los principales centros administrativos y 2) principales nodos de comunicación. Ya he comentado en otras ocasiones que la residencia del poder público genera sinergias económicas en su entorno (no en vano el sector público mueve el 41% del PIB) y que en España esa residencia está ultracentralizada. Es posible y deseable que sedes ministeriales, sedes de poderes del Estado y entidades públicas se diseminen por el territorio diversificando su impacto positivo en las economías (del mismo modo que en Alemania Bonn es la capital administrativa, Berlín la política, Frankfurt la financiera y Hamburgo la comercial, o en EEUU Washington es la capital política, Nueva York la financiera, Chicago la industrial y Los Ángeles la tecnológica). En lo que se refiere a los nodos de comunicación, los hubs aeroportuarios (intercambiadores masivos de tránsito) son también una fuente principal de ingresos. En Alemania el hub aeroportuario está en Frankfurt no en Berlín, en EEUU está en Atlanta no en Washington. En España está en Madrid-Barajas y supone el 10% del PIB de una comunidad que aventaja en recursos públicos al resto de regiones. ¿por qué no adoptar soluciones imaginativas como “deslocalizar” sus recursos imputando los ingentes beneficios a una suerte de presupuesto “federal” a repartir entre todos?, ¿por qué no favorecer otros nodos aeroportuarios bien conectados por tren con Madrid como Málaga o Barcelona distribuyendo recursos?, ¿por qué no situar la sede de la estatal Puertos del Estado en Algeciras?. Así eludiríamos el efecto sede que beneficia desigualmente a Madrid.

Parece justo reclamar que la salida de la crisis económica por venir asuma esta realidad y redistribuya los esfuerzos descentralizando recursos de un tejido productivo que nunca debió centralizarse.

Y es que sí, como no podría ser de otra manera en estos tiempos de crisis sanitaria todo el país ha volcado con convicción su solidaridad en la región capital. Quizá con la crisis económica llegará el tiempo de la reciprocidad. Del mismo modo que en estos días se han trasladado recursos desde otras comunidades (como las 150.000 mascarillas de la fábrica andaluza) y todos nos hemos recluido al particular ritmo que la capital demandaba (hasta los vecinos de la Graciosa, una isla canaria sin un solo caso de coronavirus), llegará el momento de exigir solidaridad con las regiones empobrecidas por el desmantelamiento industrial de las últimas décadas.

Tanto estas medidas como otras que deberán adoptarse requerirán al menos la confluencia de dos factores: recursos económicos y voluntad política.

Sobre el primero baste decir que en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, de 1950 hasta 1980, prácticamente todos los países involucrados en la guerra (ganadores y perdedores) aumentaron sus impuestos a las rentas más altas, llegando a aplicar tipos ultra progresivos con hasta un 90% (EEUU) sobre las rentas más altas y un 85% (Japón y Reino Unido) sobre las mayores herencias[7]. Ya hemos visto que ni España ni Andalucía son ajenas a la distribución desigual de la riqueza. O lo que es lo mismo: hay dinero.

En lo que se refiere a la voluntad política, en Andalucía vivimos en un erial. De un lado resulta dolorosamente evidente que el gobierno andaluz de PP-Cs (apoyado por la extrema derecha) carece de imaginación suficiente para superar las recetas habituales (bajadas de impuestos y recortes del sector público), recetas que ni siquiera sus países tótem (EEUU y Reino Unido) van a aplicar. Enfrente encontramos al PSOE-A de Susana Díaz, aún ensimismado y obsesionado por recuperar el poder perdido, un partido anquilosado por décadas de gobierno en las que fue incapaz de transformar el horizonte productivo andaluz. Poco cabe esperar en ese campo.

Solo nos resta la esperanza del propio pueblo andaluz autoorganizado alzando su voz, ese pueblo que un 4D de 1977 marcó orientación y horizonte a sus dirigentes. Ojalá esta vez el levantaos de nuestro himno no atraviese nuestra tierra demasiado tarde.

Sergio Pascual es miembro del consejo ejecutivo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica y fue diputado en el Congreso en las legislaturas XI y XII

[1] https://www.eapn.es/estadodepobreza/ARCHIVO/documentos/Informe_AROPE_2018_ANDALUCIA.pdf

[2] Según datos del IECA

[3]Datos del INE para el periodo 2008 – 2017

[4] https://www.lavozdelsur.es/la-fortuna-de-los-14-mas-ricos-de-andalucia-suma-6-700-millones-de-euros-el-45-del-pib-andaluz/

[5] Un proceso que culminaría con la desaparición del Instituto Andaluz para la Reforma Agraria (IARA) en 2010

[6] 2.485.636 hectáreas en manos de 952 propietarios para ser exactos

[7] Ver Capital e Ideología, de Thomas Piketty, pág. 536 y siguientes

Cuando comenzamos a atisbar el final de la crisis sanitaria Andalucía, se asoma a la crisis económica. Las cifras parecen abocarnos a un cataclismo social sin precedentes, a una era en la que el hambre podría volver a enseñorearse en Andalucía.

La realidad salta a la vista. El golpe sobre las bases sociales y económicas de sectores esenciales para la región como el turismo y la construcción (13% y 6% del PIB respectivamente) tendrá impactos duraderos. La nuestra no es una industria que pueda reiniciarse pulsando el botón de una factoría.