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Andalucía, última oportunidad
Andalucía se enfrenta en estos cuatro años a su última oportunidad para ser un actor colectivo con identidad y autonomía suficiente para marcar su propio destino las próximas décadas. El contexto político que deja el 28A, con 47 diputados y diputadas nacionalistas -32 de ellos independentistas- es el contexto de una España nación de naciones que reclama a gritos la apertura del debate territorial, un debate que recompondrá la geografía política de nuestro país actualizándola a lo que realmente es, un país plurinacional.
Y hoy, como hace cuarenta años, y a pesar de carecer de representación alguna en el Congreso, de no tener voz propia, la cuestión esencial de ese debate no será Catalunya, sino Andalucía. Andalucía volverá a ser el fiel de la balanza entre el Estado Federal y la profundización del Estado Federal asimétrico que asoma en el horizonte como solución para el hecho diferencial catalán.
Vuelta a 1977, Madrid otorga: solo Catalunya, Euskadi y Galicia serían Autonomías. El pueblo andaluz responde y se moviliza contra el agravio el 4D de 1977 mientras el Presidente socialista de la Junta de Andalucía Escudero y el Ministro ucedista Clavero Arévalo chocan con sus partidos estatales. Andalucía impone su peso y sus derechos y acaba con la oprobiosa asimetría.
No esperen nada diferente hoy. Como nos enseña Juego de Tronos, la política es un balance entre número de dragones y geografía del poder y ningún partido estatal está dispuesto a ver cómo la comunidad más importante en términos políticos y demográficos, Andalucía, escapa a su control desde Madrid. De ahí que ninguno, por más federalista o plurinacional que se reclame, haga primarias genuinas con circunscripción autonómica en Andalucía para las elecciones generales, un
privilegio que sí tienen las federaciones catalanas.
Del mismo modo los soberanistas catalanes saben que su poder de negociación con el resto España en una lógica asimétrica se vería opacado por el de la Federación Andaluza. Esa es la razón por la que inventaron el despectivo “café para todos”. Su poder reside en su hecho diferencial, en ser la única comunidad con dragones, o al menos tener el más grande.
Y las fichas del tablero se mueven. Atención al resultado del 28A: Revilla ha conseguido un diputado de los cinco posibles en el Congreso y ha dicho, porque lo sabe, que “es lo más importante para Cantabria desde la Autonomía”, lo saben los canarios, que han doblado su presencia en el Congreso y pasan del 8% al 13% de apoyo y lo saben vascos y catalanes que ya son mayoritarios en sus territorios. Del 38% al 47% de apoyo en Euskadi, del 32% al 40% en Catalunya. En total 47 diputados representan intereses nacional/soberanistas de distintas comunidades autónomas, son la cuarta fuerza del Congreso.
¿Por qué Andalucía no cuenta entonces con un partido andaluz propio o en su defecto un subgrupo andaluz propio en el Congreso que defienda a los andaluces y andaluzas y desde su fuerza relativa haga valer sus intereses en los debates transcendentales? Quizá los partidos que se reclaman andalucistas no acaban de priorizar Andalucía respecto a sus propias identidades ideológicas; tal vez
Andalucía tiene demasiados reinos taifas; a lo mejor los dirigentes andaluces, por más que se envuelvan en la bandera andaluza, no acaban de preferir San Telmo a una cartera de ministros; quizá influya la inexistencia de un ecosistema mediático genuinamente andaluz; o finalmente tal vez sea una combinación de todo ello.
Lo cierto y verdad es que en este momento, con la derecha más centralista de los últimos 40 años gobernando en Andalucía y un PSOE pragmático en Madrid que, “bastante” tiene con Catalunya, Andalucía tiene las de perder en el debate territorial.
Nos queda una bala. De aquí a cuatro años los mimbres de la reforma del modelo territorial estarán dados y será el momento de contar fuerzas y hacer balances para las decisiones finales. Solo caben dos opciones: o para entonces los y las andaluzas tienen una referencia política propia, autónoma y nítidamente soberana para tomar las decisiones priorizando el interés de Andalucía al de sus partidos estatales, o serán las fuerzas reaccionarias del ultranacionalismo español las que capitalizarán el descontento de un agravio que será más real y tangible que nunca, los mismos que
han capitalizado el “a por ellos” con un 19% en Almería.
Sergio Pascual Diputado en el Congreso entre 2016-2019 y primer Secretario de Organización de Podemos
Andalucía se enfrenta en estos cuatro años a su última oportunidad para ser un actor colectivo con identidad y autonomía suficiente para marcar su propio destino las próximas décadas. El contexto político que deja el 28A, con 47 diputados y diputadas nacionalistas -32 de ellos independentistas- es el contexto de una España nación de naciones que reclama a gritos la apertura del debate territorial, un debate que recompondrá la geografía política de nuestro país actualizándola a lo que realmente es, un país plurinacional.
Y hoy, como hace cuarenta años, y a pesar de carecer de representación alguna en el Congreso, de no tener voz propia, la cuestión esencial de ese debate no será Catalunya, sino Andalucía. Andalucía volverá a ser el fiel de la balanza entre el Estado Federal y la profundización del Estado Federal asimétrico que asoma en el horizonte como solución para el hecho diferencial catalán.