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Año II de la Revolución: ¿bailamos?

¿Confías en mí? Confío en ti. Sé que lo estás pensando, planeando, haciendo. Con tu pequeño grupo, en tu pequeño lugar. Nosotros también. Para cambiarlo todo necesitamos a todo el mundo. Nunca fue más cierto. Estudié Astronomía en su día y la perspectiva planetaria me sigue iluminando, especialmente ahora: la humanidad entera viajamos en la Nave Espacial Tierra (“Spaceship Earth”), somos su tripulación, un equipo con un mismo destino. Hace aproximadamente medio siglo tomamos un rumbo incorrecto: el crecimiento indefinido y la globalización sin freno. Tenemos una década para corregir la dirección, de 180 grados, hacia el bienestar holístico y la dimensión local. Es posible, lo dice la ciencia. Pero sólo dejando atrás nuestras divisiones sin sentido y uniéndonos por lo común: la vida. Adam Frank, astrofísico y divulgador científico, lo expresa como nadie: nos enfrentamos al mayor reto de nuestra corta historia cósmica, el Gran Filtro en el que probablemente perezcan la mayor parte de las civilizaciones inteligentes del Universo conocido, a causa de sus propios errores. El arrogante Antropoceno. Quizás por eso no hemos encontrado a ET aún, justo cuando en pocas décadas podríamos lograrlo. He aquí por tanto nuestra historia de evolución: unión o extinción. No sé a ti, pero a mi me motiva, me llena, da sentido a mi viaje compartido. 10 años. Empecemos.

2020: los pilares

Lo dicen las Naciones Unidas: hemos perdido una década de acción climática. Lo dicen periodistas especializadas: si hasta ahora las consecuencias de lo que hacíamos en cada década eran trascendentales, las de los años 2020 pueden ser prácticamente “permanentes”. Lo dice David Attenborough: “lo que hagamos en los próximos años determinará el futuro de toda la vida en la Tierra.” Pero la década es corta y comienza ahora. El consenso de la comunidad científica internacional es nítido: 2020 es el límite para poner sobre la mesa las medidas políticas que desencadenen la revolución socio-económica justa, rápida y radical que nos erija en un mundo post-carbono y post-emergencia climática, equitativo y resiliente antes de mitad de siglo, cuanto antes, de hecho. Sí, no hay más tiempo. Habéis visto la imágenes y vídeos como yo, atónitos. El desgarrador tono y la apocalíptica magnitud de los incendios de Australia y las inundaciones de Jakarta. No es una película, es real. Ya nadie es tachado de alarmista, la alarma ha sonado y la hemos escuchado todos. El tiempo de la acción voluntaria se ha acabado, nos vamos a mover a bofetadas climáticas, por decirlo suave. La paradoja de la rana que duerme tranquila y se suicida en la olla a fuego lento era cierta. Pero ahora el fuego se ha disparado, ahora quema. Ahora vamos a saltar, fuerte y lejos, para vivir.

La ciencia también ha dado un gran salto. Se ha dado cuenta de sus propias insuficiencias pasadas: la escalada reciente de las letales catástrofes climáticas ha superado las peores predicciones, con las fugas de metano en la Tundra o el deshielo de los Polos alcanzando ya niveles esperados sólo a finales de siglo. Pero también se ha superado a sí misma, estrechando con precisión la conexión directa entre fenómenos meteorológicos extremos y la disrupción del clima: la señal del cambio climático se detecta ya en los mapas globales del tiempo diariamente desde 2012 (anualmente desde 1999). Goodbye negacionistas. Hello acción inmediata, drástica y conjunta. Aceptamos el desafío, al fin y al cabo es lo que somos: supervivientes, aventureras.

Principios y herramientas

Se trata de expandir lo posible hasta lo necesario. Nadie lo ha hecho nunca a esta escala. Más aún, el camino concreto por ninguno es conocido (maldita/bendita incertidumbre, como diría Rebecca Solnit). Pero, ¿quién dijo miedo? No hay nada que perder ya. Actuemos como si todo estuviese perdido (lo está en la trayectoria “business as usual” -statu quo- por la que continuamos), y salgamos a ganar la vida de vuelta. Aún podemos salvarnos, junto con todo aquello que amamos y sufre grave peligro. Contamos por un lado con principios guía bien sencillos: precaución (ante las peores proyecciones aplicaremos la mayor ambición y urgencia), responsabilidad compartida pero diferenciada (los que más han generado el problema y más capacidades tienen serán los primeros en aplicarse proporcionalmente el cuento), e inclusión (no dejaremos a nadie atrás, colocando en primera fila de los beneficios a las más vulnerables a impactos y transiciones). En síntesis, nos conducirá la luz de la ciencia y el compás de la justicia social. Y por otro, tenemos a nuestra disposición las efectivas herramientas de este proyecto colectivo de acción local y cooperación translocal: la potencia de la diversidad, la conexión de la interseccionalidad, la fe de la imaginación y la llama del arte. “Cambiar el mundo, querido Sancho, no es locura ni utopía, sino justicia.” Así lo haremos, querido Quijote, con amor, furia y buena onda.

2019: el despertar global

¿Dé donde emana mi energía positiva, te preguntarás? De la realidad misma. De las victorias pasadas, especialmente del último año. Tras décadas oscuras de “cuatro ecologistas” sin apoyos, en 2019, gracias a jóvenes, mayores, rebeldes, mujeres e indígenas, hemos salido del armario, penetrado muchas capas previamente no movilizadas y atraído a mucha gente más. Nos hemos encontrado, conocido y levantado juntas. Millones de personas, por todos los rincones del planeta, acercándonos ya al mágico 3,5% que tornará la balanza. Sí, ha sido un año increíble de grandes y positivas sorpresas, de duras tragedias y amargos contratiempos también, que nos ha demostrado de nuevo que todo es posible y que cuando generamos las condiciones adecuadas, las cosas suceden y más rápido de lo que cabía imaginar. Hemos replanteado la conversación: bajando el cambio climático a la cotidianidad y proponiendo mejores formas de organizarnos. En España, la Cumbre del Clima de Naciones Unidas (COP25) ha generado una cobertura mediática inaudita (aún cuando sesgada en buena parte, y centrada en el morbo de la catástrofe y en el reality de las mensajeras más que en sus mensajes); sirviendo sin duda para que se hable ya del problema en los círculos populares. Vamos con 40 años de retraso, pero la voluntad mueve montañas.

Soluciones, soluciones, soluciones

Es el momento. Hay que aprovechar la oportunidad y mover el foco de atención del problema (ya bien conocido) a las causas sistémicas en su raíz y, sobre todo, a las soluciones. De las causas (globalización desregulada y concepción errónea del crecimiento como medida de progreso) hablaremos largo y tendido, pero ahora quiero pasar al capítulo de la acción, directamente. Cuatro grandes categorías engloban las soluciones de la múltiple crisis climática, ecológica y social que experimentamos: movilización social, pensamiento crítico y democracia directa, culturas regenerativas y arte, economías locales del bienestar y soluciones basadas en la naturaleza (SbNs). Las dos últimas, a las que dedicaremos capítulos específicos a lo largo del año, son herramientas concretas, que precisan de las dos primeras, palancas de cambio sistémico, para establecer nuevas prioridades sociales. Empecemos por ahí. Por volver a priorizar.

Movilización social, pensamiento crítico y democracia directa

Fridays for Future (Juventud por el Clima). 7,6 millones de personas, lideradas por la juventud, salimos a la calle en la transformadora huelga mundial por el clima del pasado septiembre. Aún me brillan los ojos al recordarla. Fuimos 10,000 personas en Málaga. Algo histórico aquí para un “tema ambiental” (que empieza por fin a dejar de serlo), según cuentan las veteranas. La Plaza de la Alianza (anteriormente conocida como de la Constitución) a rebosar de niñas, padres, jóvenes y mayores, lugareñas y extranjeros. Impresionante. Marcó un antes y un después, sin duda. Empezando por nuestros corazones y continuando por el sentir de toda una generación: en EE.UU. una encuesta reciente señala el gran “clic” acontecido: el 57% de los adolescentes entre 13 y 17 años teme la emergencia climática, pero el 54% está motivado por actuar y de hecho 1 de cada 4 lo está haciendo. Eso es un 25%, mucho más que el famoso 3,5% de las teorías de cambio social. La gran esperanza está en marcha: saben que su futuro, todo su futuro, está en juego y sin embargo se alzan por encima del miedo y marchan con bravura por las calles. ¡Bravo por la juventud! Sigamos su vibrante ejemplo, se lo debemos.

Extinction Rebellion (Rebelión contra la Extinción). Sus 3 afiladas demandas han constituido el mensaje clave del año, nos han traído en volandas hasta aquí:

1.Gobiernos y medios de comunicación deben decir la verdad a la población sobre la emergencia climática

2.Cero neto de emisiones en 2025

3.Asamblea ciudadana soberana para gestionar el proceso.

Mientras recorría con la bici los montes castellanos estas navidades (siempre momentos de clarividente inspiración), me vino una idea: quizás la 3ª deba de ser la 1ª en el orden, puede ser que la 1ª y la 2ª sean imposibles con la mayoría de gobiernos nacionales y medios de masas comprados por quienes están. “Cuando tu sueldo depende de no creer, no creerás”, reza un famoso dicho. Es posible (a los hechos me remito) que no nos vayan a decir la verdad completa, atenta ésta contra los cimientos más profundos de lo establecido, contra las entrañas del poder. Se quedarán en la narración del fin del mundo (ver Australia), que aconteció sin causas, sin que nadie en particular tuviera la culpa mas que la auto-destructiva naturaleza humana (¿y qué me dices de las 100 multinacionales, con millonarios beneficios, responsables del 71% de las emisiones históricas de CO2?)

Asambleas ciudadanas soberanas. Pero el problema es mayor, posiblemente todo el sistema político institucional esté obsoleto y se esgrima inútil frente a tamaños retos actuales. El eje izquierda-derecha, vacío de significado, es incapaz de encuadrar las dimensiones de lo real: acción climática, justicia social, equidad.

Los partidos políticos: máquinas de perpetuar el interés partidista muy por encima del general. Las campañas electorales: puro marketing emocional divisivo, sin programas detrás. Las prioridades de voto: cegadas por banderas y pobres chivos expiatorios. Las negociaciones climáticas de Naciones Unidas: ahogadas en los combustibles fósiles de sus patrocinadores y de los países productores. De esta patética e hipócrita manera hemos perdido 40 años de los 50 que teníamos. A este ritmo, que seguimos por voluntad de unos pocos, en 8 años se agotarán las reservas del presupuesto de carbono para cumplir con París y limitar el aumento del calentamiento global por debajo del temible umbral de 1,5°C. ¿De verdad vamos a jugarnos nuestra existencia a la misma carta? No. Un resultado distinto demanda a gritos un método nuevo (Einstein). Para elevar la ambición a la altura del reto, ejerzamos la democracia real en asambleas ciudadanas soberanas. Espacios colectivos de confluencia, reflexión y decisión, en los que ciencia y ciudadanía entran en contacto directo, produciendo acción climática desde la justicia social; a difundir por circuitos propios, amplificados por medios independientes. “Asamblea” puede resultar un concepto duro, poco atractivo a priori, pero para ello tenemos ...

Culturas regenerativas y arte

El arte y la música son las mejores herramientas que conozco para romper fronteras, prejuicios y unir. Proyectos como “Playing for Change” las utilizan como vehículo para educar y construir la paz en el mundo. También el deporte, fundado en valores, iguala y enciende la chispa del equipo como demuestran las skaters de Ramala en Palestina.

Me fascina Extinction Rebellion, no sólo por la desnudez de su mensaje, sino y sobre todo por la forma. La expresión artística de las rebeldes rojas y azules, el enérgico baile “Staying Alive”, la dulce canción de rebelión. Así, orgánicamente, se juntan los fragmentos y conforman un susurro para 2020:

En los Viernes por el Futuro, bailamos por la vida (“On Fridays for Future, we dance for life”), ¡que corra el eslogan! Cada viernes, al ocaso, en tu plaza y en mi barrio: canción rebelde, baile de vida, poemas rapeados y espacio de valentía colectiva. Para despedirnos la semana, calurosos abrazos por el clima. Cada viernes.

Y con la primavera vendrá el 8M (compas feministas, ¿nos dejáis sumar una columna verde a la violeta?), y explotará después el 15 de Mayo Climático, como el año pasado, pero por veinte.

Y el verano (que puede ser brutal con el fenómeno El Niño) tenemos Eurocopa y Juegos Olímpicos: el espíritu olímpico, los anillos de colores diversos pero unidos … Que los deportistas de élite, cada vez más afectados por el calor extremo (¿visteis los aires acondicionados exteriores en el pasado mundial de atletismo de Qatar?), se sumen a la ola, o no tendrán ola, que prediquen con el ejemplo y potencien el mensaje con su altavoz.

En septiembre, los motores calientes tocarán las alegres batucadas de la semana de movilización mundial por el clima y el futuro. Esta vez será huelga general, será masiva y enteramente global. El éxito de 2019 radicó en las diferentes formas de participación que ofrecían las distintas actividades durante la semana. Mucha más gente se incluyó y señorita diversidad se multiplicó. Repitamos fórmula. Con más pasión y creatividad si cabe.

En volandas llevaremos en Noviembre a Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), faros relucientes de la Revolución, a la Casa Blanca de los Estados Unidos. Necesitamos también esos símbolos y esa pegada desde las instituciones. Lo hemos visto con Trump y el nefasto virus que contagió en las negociaciones climáticas y no climáticas. Bernie y AOC auparán a Bill Mckibben (legendario activista y visionario climático) a la Agencia de Protección Ambiental (EPA), y las cumbres del clima se harán posibles.

Con la olla a máxima presión social, desembarcaremos en Glasgow para la COP26: la última oportunidad, la buena. No creáis no obstante que nos lo jugaremos todo a esa carta, ya dijimos que no sería así. En paralelo, en cada pueblo, iremos construyendo lo nuevo. En Glasgow exigiremos facilidades, pero lo que haya que hacer lo haremos, manque todas las salvedades.

¿Confías en mí? Confío en ti. Sé que lo estás pensando, planeando, haciendo. Con tu pequeño grupo, en tu pequeño lugar. Nosotros también. Para cambiarlo todo necesitamos a todo el mundo. Nunca fue más cierto. Estudié Astronomía en su día y la perspectiva planetaria me sigue iluminando, especialmente ahora: la humanidad entera viajamos en la Nave Espacial Tierra (“Spaceship Earth”), somos su tripulación, un equipo con un mismo destino. Hace aproximadamente medio siglo tomamos un rumbo incorrecto: el crecimiento indefinido y la globalización sin freno. Tenemos una década para corregir la dirección, de 180 grados, hacia el bienestar holístico y la dimensión local. Es posible, lo dice la ciencia. Pero sólo dejando atrás nuestras divisiones sin sentido y uniéndonos por lo común: la vida. Adam Frank, astrofísico y divulgador científico, lo expresa como nadie: nos enfrentamos al mayor reto de nuestra corta historia cósmica, el Gran Filtro en el que probablemente perezcan la mayor parte de las civilizaciones inteligentes del Universo conocido, a causa de sus propios errores. El arrogante Antropoceno. Quizás por eso no hemos encontrado a ET aún, justo cuando en pocas décadas podríamos lograrlo. He aquí por tanto nuestra historia de evolución: unión o extinción. No sé a ti, pero a mi me motiva, me llena, da sentido a mi viaje compartido. 10 años. Empecemos.

2020: los pilares