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Buen viaje Joselín
Nunca imaginé que llegaría el momento de despedir para siempre a José porque él era en sí mismo pura vida, esa vida que consumía intensamente en cada una de las caladas de sus interminables cigarros.
Ha querido el destino que su marcha coincidiera con el 134 aniversario del nacimiento de Blas Infante, padre de la patria andaluza, y este hecho no deja de tener simbolismo en sí mismo. El 5 de julio es un día marcado en el calendario de la historia de nuestra tierra y es también un día de cita inexcusable en el Parlamento de Andalucía para honrar la memoria de quien tanto marcó nuestra autonomía en un acto institucional tan solemne como sencillo. Desde este año, ese día también será un día de recuerdo para quien convirtió el Parlamento andaluz no sólo en su casa, sino en su vida, durante 18 años como fue José Muñoz.
Si hubiera que elegir a un diputado de diputados no tendría dudas de que él sería el seleccionado. No conozco a nadie que haya pasado más horas ni redactado más iniciativas en el Hospital de las Cinco Llagas que José, por eso no deja de ser simbólico que su muerte haya coincidido con tan señalada cita parlamentaria y que la tristeza inundara cada rincón de tan noble casa.
La pérdida de Joselín nos deja sumidos en un profundo dolor, un dolor que transciende a sus compañeros de partido porque una de las virtudes que poseía era su capacidad de empatía, más allá de cuestiones ideológicas. Era un hombre de ideas claras, muy claras; tan claras que decidió implicarse en política para defender los derechos de los trabajadores y trabajadoras y, en especial, de los trabajadores del campo; y que sus primeros pasos fueran en la política local, en su querida Lebrija. Sería difícil entender su filosofía de vida sin conocer sus raíces. Lebrija no sólo era su lugar de origen. Era su norte y su guía, su cuna, su refugio y su admiración. Siempre que encontraba un problema buscaba, de un modo u otro, a Lebrija.
José era auténtico, de esas personas que siempre decían lo que pensaban y no buscaba la complacencia, no decía lo que querías oír, decía lo que creía en cada momento. Tenía criterio y voz propia y eso lo hacía aún más imprescindible. Su humor ácido e inteligente y su fina ironía eran para él hábiles recursos dialécticos y una vía en la búsqueda de esa complicidad que siempre propiciaba.
Confieso que nuestros comienzos no fueron fáciles porque cuando nuestras vidas se cruzaron, allá por 2004, navegábamos en distintos barcos dentro de las siempre complejas batallas orgánicas del PSOE de Sevilla. Sin embargo, sólo tuvimos que empezar a trabajar juntos en nuestra actividad parlamentaria para descubrirnos mutuamente y convertirnos en algo más que compañeros, en amigos con mayúsculas. Incluso (sólo lo sabíamos él y yo) en algunas sesiones plenarias recibía la llamada de mi padre para advertirme de que siempre que nos enfocaban las cámaras a José y a mí, compañeros de escaño, nos estábamos riendo. Y es que todo a su lado tenía gracia.
Nos convertimos en inseparables a golpe de reuniones de partido, comisiones parlamentarias y debates sobre la actualidad política y la vida. Me ganó su sonrisa, su sinceridad, su sentido democrático, su aprecio por la libertad y su generosidad infinita. Era un espíritu libre. Hizo de la política su vida como forma de contribuir a construir un mundo mejor y se entregó en cuerpo y alma, tanto en su faceta institucional como orgánica. Era el mejor Secretario de Organización que el PSOE de Sevilla podía tener, siempre dispuesto a ayudar a los demás, nunca tenía una negativa para nadie y mucho menos para un compañero o compañera. Tenía talante y talento.
Trabajador incansable, honesto y leal, a veces gruñón pero siempre auténtico, era de esos políticos que hacen mucha falta hoy en día. José nos deja huérfanos de su particular y personal forma de hacer política tan ausente en los últimos tiempos, esa política útil que no busca el protagonismo ni los focos, sino algo mucho más valioso que es la mejora de la vida de la gente.
José era de esas personas que no dejaba a nadie indiferente, por eso nos ha dejado huella a todos los que hemos tenido la fortuna de conocerlo. Los socialistas sevillanos hemos tenido una gran suerte de que formara parte de nuestras filas y de que nos haya dejado un valioso legado de trabajo y compromiso, por eso la mejor forma de honrar su memoria es continuarlo siempre fieles a nuestros principios y valores socialistas.
Superar su ausencia no será fácil y nunca llenaré ese vacío irreparable que deja. Aún no he podido volver a entrar en su despacho en la sede provincial de Luis Montoto desde aquella última mañana del 26 de abril en la que vino y hablamos de su recién diagnosticada enfermedad. Cada día cuando paso por delante de esa puerta espero que me llame sonriente y que me diga que está todo controlado mientras me suelta alguna de sus bromas como hacía diariamente. Lo quería a rabiar, tanto que con permiso de sus hermanos Manolo y Leti, para mí José era un hermano mayor... Por eso hoy no sólo he despedido a mi compañero, mi secretario de organización en el PSOE de Sevilla, sino a alguien que era mucho más: un amigo, un consejero, un confidente, un hermano que la vida me ha regalado y que ha sido un ejemplo hasta en su despedida. Te querré siempre Joselín. Buen viaje amigo.
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