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Crónica sentimental en rojo

4 de mayo de 2022 20:27 h

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Sí, he tomado prestado el título de la novela negra de González Ledesma para hacer la crónica del penúltimo galimatías de las izquierdas, que han tenido a bien representarlo en Andalucía. Con un admirable sentido de la oportunidad, con la ultraderecha a las puertas del Gobierno andaluz, anunciando una distopía a la salida del verano (¿quién lo iba a imaginar hace unas décadas?), el rebujito de siglas de las izquierdas (a la izquierda del PSOE y con repesca de andalucistas) parece maquinar para conseguir los peores resultados electorales de los últimos treinta años. A poco que redoblen su empeño, lo conseguirán. Espero ansiosamente que, a pesar de sus esfuerzos, no lo logren.

Al momento de redactar esta crónica, no se ha confirmado aún la candidatura única (ni el nombre, ni menos aún el/la candidato/a) que tratan de poner en pie media docena de siglas nucleadas (es un decir) por Unidas Podemos. Los más creyentes aseguran que se presentará en plazo: total solo son ocho listas y pocos puestos a repartir. Por libre, comparecerá Adelante Andalucía, con Teresa Rodríguez, llanera solitaria, cuya encomiable tenacidad y espíritu de servicio público le ha obligado a ignorar su compromiso de permanecer en el Parlamento un máximo de dos legislaturas. ¿Cómo iba ella a dejar abandonada a la izquierda así como así?

Debe de ser un sino de las izquierdas más a la izquierda ahogarse en discusiones bizantinas sobre sus catecismos. No escribo de oídas: yo estaba, como el maestro Juan Martínez. Recuérdese, para no irnos más atrás, el mosaico de partidos (PTE, ORT, MCE, LCR, PCPE,…) que pugnaban al comienzo de la transición por imponer su credo marxista-leninista, maoísta, trotskista o estalinista,… frente al ‘revisionista’ PCE, antes de desaparecer como una pompa de jabón. De haber estado vivo Lenin, les habría reeditado su ensayo “la enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, publicado hace un siglo, lo que hubiera mantenido vivo el eterno debate de enjundia algunas décadas más.

A pesar de su impronta clasista, ultraconservadora y neoliberal, bajo la bandera de una acusada identidad nacional falsamente idealizada, está recogiendo la rabia y frustración de mucha gente que no se siente atendida ni protegida por las izquierdas

La guinda del pastel la puso la caída del muro de Berlín, símbolo del hundimiento del socialismo real, acelerando la reconfiguración estratégica de una izquierda que había perdido alguno de sus puntos cardinales. En España, tras la dictadura, la socialdemocracia había abanderado el cambio, mientras la izquierda comunista, orillada por la rotunda victoria del PSOE en 1982, mutó hacia Izquierda Unida que llegó a alcanzar 21 diputados en 1996 y todavía 11 antes de la comparecencia electoral en 2015 de Podemos, donde se refugia IU y otros nostálgicos de matriz comunista.

Con este acelerado resumen en seis o siete líneas de cuarenta años de historia quería concluir en el sino de las izquierdas, ahora barnizadas de tintes populistas, para interpretar el guirigay de eéstas en Andalucía, una avanzadilla del que tendrá que librar próximamente Yolanda Díaz con su Frente amplio.

Nada nuevo bajo el sol en la naturaleza de las izquierdas, pero mucho en la batahola de la derecha más extrema, que amenaza los caladeros de la izquierda más y menos extrema, según las encuestas.

A pesar de su impronta clasista, ultraconservadora y neoliberal, bajo la bandera de una acusada identidad nacional falsamente idealizada, está recogiendo la rabia y frustración de mucha gente que no se siente atendida ni protegida por las izquierdas. Así luce desahogo esa candidata de Vox que se dice ‘Macarena de Graná’ sin ni una pizca de vergüenza. La ‘granaína’ Olona aterrizará exultante en la Alhambra después de que su camarada Marine Le Pen haya sido, en las recientes elecciones a la presidencia francesa, la candidata favorita de l@s ciudadan@s con una renta mensual por hogar inferior a 1.250 €. Y todos conocemos, en nuestro entorno próximo, casos en apariencia inexplicables de voto a la ultraderecha.

Difícil también explicarse, como recordaba hace unos días mi profesor Álvarez Junco, que los anarquistas catalanes votaban en 1900 a Alejandro Lerroux, un tío de La Rambla (Córdoba), afincado en Cataluña, donde predicaba el nacionalismo español; un gran demagogo, populista y corrupto, que presidió varios Gobiernos de la II República y acabó siendo más derechas que José Antonio, permítanme el exabrupto.  

Sería aconsejable que las izquierdas gastaran menos tiempo en debates estériles (y mucho menos en cómo repartirse dosis menguantes de poder) e indagaran más en el porqué de esta tendencia electoral antinatural y contra la lógica más elemental. De modo que el asalto a los cielos, que Marx versionó del poeta Hölderlin y Pablo Iglesias incorporó al discurso inicial de Podemos, empiece por entender, digamos, el cloud computing (la nube está más accesible que los cielos) para comprender mejor el mundo actual y a los seres vivos que lo habitamos: la revolución de la mentalidad, que dice Moisés Naim.

El próximo 19J habrá unos 350.000 nuevos votantes en el censo electoral andaluz. ¿Qué esperarán de los candidatos? Habrá más de 2.200.000 andaluces que no habían nacido en nuestro 28F (1980) y no tenemos herramientas para medir cuánto pesa en ellos el sentimiento andaluz y los valores que lo identifican. Más tarea para el debate sinfín de las izquierdas.

Sí, he tomado prestado el título de la novela negra de González Ledesma para hacer la crónica del penúltimo galimatías de las izquierdas, que han tenido a bien representarlo en Andalucía. Con un admirable sentido de la oportunidad, con la ultraderecha a las puertas del Gobierno andaluz, anunciando una distopía a la salida del verano (¿quién lo iba a imaginar hace unas décadas?), el rebujito de siglas de las izquierdas (a la izquierda del PSOE y con repesca de andalucistas) parece maquinar para conseguir los peores resultados electorales de los últimos treinta años. A poco que redoblen su empeño, lo conseguirán. Espero ansiosamente que, a pesar de sus esfuerzos, no lo logren.

Al momento de redactar esta crónica, no se ha confirmado aún la candidatura única (ni el nombre, ni menos aún el/la candidato/a) que tratan de poner en pie media docena de siglas nucleadas (es un decir) por Unidas Podemos. Los más creyentes aseguran que se presentará en plazo: total solo son ocho listas y pocos puestos a repartir. Por libre, comparecerá Adelante Andalucía, con Teresa Rodríguez, llanera solitaria, cuya encomiable tenacidad y espíritu de servicio público le ha obligado a ignorar su compromiso de permanecer en el Parlamento un máximo de dos legislaturas. ¿Cómo iba ella a dejar abandonada a la izquierda así como así?