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A diez años de la coronación de Felipe VI, ¿para quién reina?
Con pompa y boato se conmemoran en Madrid los diez años de reinado de Felipe VI, ya de paso, se permitirá la visita al Patrimonio Real en un ejemplo de la consustancial generosidad borbónica con el vulgo.
Felipe VI llegó precipitadamente al trono antes de que el mismo trono y su ocupante fueran defenestrados por los escándalos que le rodeaban. Fue necesaria una conspiración palaciega, largamente pergeñada, para tirar el agua sucia del baño pero en este caso también con el niño dentro. Porqué y cuando comenzó a romperse la protección numantina al emérito se sitúa en su operación en favor de las empresas rusas Lukoil y Gazprom para comprar Repsol. Su inviolabilidad para hacer lo que quisiera en paraísos fiscales tenía un límite que no supo calibrar: EEUU no iba a dejar que las empresas rusas entraran en América Latina a través de Repsol. Saltaron alarmas, saltaron escándalos y se preparó su relevo del que ahora se cumplen diez años.
Felipe VI es un rey de transición, como lo fue su padre. Tiene un papel claro en esta coyuntura de crisis y cambios. Dar seguridad a la vieja oligarquía erigida en el régimen del 78, cada vez más ligada al capital financiero e intermediaria de fondos de inversión extranjeros; dar seguridad a los magistrados que ejercen su independencia judicial para alcanzar objetivos políticos, bien expresada en esos actos de comunión, entre judicatura y monarquía, cada mes de septiembre en el acto de apertura de tribunales; dar cobertura a la estrategia política reaccionaria con la que se gestionó el conflicto catalán con su infame discurso del 3 de octubre; y, como corresponde a su papel transicional, blanquear la monarquía para legarla a su hija llegado el momento. Porque este reinado de Felipe VI tiene que salir bien para Leonor.
En la tensión entre avances democráticos y reacción, no por casualidad las fuerzas reaccionarias y ultraderechistas son las más monárquicas. Saben bien qué papel juega y jugará Felipe VI cuando llegue el caso. En sus diez años de reinado ha consolidado su posición en ese campo reaccionario y a ello fía que salga bien la transición a Leonor
Por eso, corresponde señalar que el poder monárquico se conforma por el rey pero también por una minoría privilegiada que se parapeta detrás de los aparatos del Estado y de los consejos de administración. Una minoría privilegiada reaccionaria que se opone sistemáticamente a todas las transformaciones que necesita nuestro país. La contradicción entre los intereses de esa minoría presidida por el rey y los intereses de la mayoría social son evidentes.
El lawfare y acoso mediático tienen claros intereses políticos: frenar avances que puedan limitar los privilegios de los de siempre. Y en esta tensión entre avances democráticos y reacción, no por casualidad las fuerzas reaccionarias y ultraderechistas son las más monárquicas. Saben bien qué papel juega y jugará Felipe VI cuando llegue el caso. En sus diez años de reinado ha consolidado su posición en ese campo reaccionario y a ello fía que salga bien la transición a Leonor.
No sé cuántos republicanos y republicanas hay en nuestro país, no tenemos la suerte de que el CIS pregunte por ello. Pero sí sé que hay una serie de transformaciones imprescindibles para afrontar una transición ecosocial justa, la crisis del estado del bienestar, la modernización el modelo productivo, una reforma fiscal a la altura de la fractura social y un pacto de convivencia entre los pueblos de España que garantice la cohesión territorial y un futuro común. Quienes en nuestro país quieren empujar para esos avances se encuentran con unas resistencias conjuradas con la monarquía borbónica y así convierten en ineludible el horizonte republicano para mejorar nuestro país.
Con pompa y boato se conmemoran en Madrid los diez años de reinado de Felipe VI, ya de paso, se permitirá la visita al Patrimonio Real en un ejemplo de la consustancial generosidad borbónica con el vulgo.
Felipe VI llegó precipitadamente al trono antes de que el mismo trono y su ocupante fueran defenestrados por los escándalos que le rodeaban. Fue necesaria una conspiración palaciega, largamente pergeñada, para tirar el agua sucia del baño pero en este caso también con el niño dentro. Porqué y cuando comenzó a romperse la protección numantina al emérito se sitúa en su operación en favor de las empresas rusas Lukoil y Gazprom para comprar Repsol. Su inviolabilidad para hacer lo que quisiera en paraísos fiscales tenía un límite que no supo calibrar: EEUU no iba a dejar que las empresas rusas entraran en América Latina a través de Repsol. Saltaron alarmas, saltaron escándalos y se preparó su relevo del que ahora se cumplen diez años.