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Andalucía: malos resultados de una política errónea

José Luis Pérez Tapias, Ricardo Sixto Iglesias, Eberhard Grosske Fiol, Gloria Martín Rodríguez, Jaime Gareth Flórez Berreales, Susana Vila Rodríguez y Glòria Marcos Martí

Concejales y diputados de IU —

Las elecciones andaluzas del pasado domingo han vuelto a dejar a las encuestas en mal lugar. Ninguna había sido capaz de adelantar que pese a ganar las elecciones, el PSOE sufriría un castigo electoral tan importante y que, por otro lado, la posible irrupción de VOX en el Parlamento andaluz tendría las grandes proporciones que finalmente hicieron que, por vez primera en democracia, el bloque de derechas superase al de izquierdas en votos y escaños en Andalucía.

Para alarma generalizada de cualquier demócrata, la extrema derecha ha hecho nuevamente aparición en las instituciones, con una fuerza que no se esperaba. Esta movilización del voto extremista hay que ponerla en relación con el desgaste del PP, partido al que tradicionalmente acudían estos votantes. Ciudadanos, que jugaba a recoger el voto descontento del PP y a sumar más apoyos, ha visto frustrado este último objetivo a pesar del espectacular incremento de votos recibidos. La aparición de la extrema derecha en la cámara ha ido paralela a la frustración de Ciudadanos por no conseguir sobrepasar al PP, probablemente porque le ha pesado haber sostenido durante la legislatura anterior al gobierno de Susana Díaz.

En todo caso, el aumento de voto al bloque de la derecha hay que revisarlo con una cierta perspectiva. En las elecciones autonómicas de 2012, el PP y UPyD sumaron solamente unos cien mil votos menos de los obtenidos ahora por PP, C’s y Vox. No parece que se haya producido una movilización importante de votantes de izquierda hacia posiciones de extrema derecha. Más bien los votantes de derecha y extrema derecha se han movilizado enervados por la situación catalana o la cuestión migratoria, volcando sus apoyos en un casi desconocido partido extremista elevado al estrellato por los medios de comunicación y hasta por la propia Díaz en debate televisado.

Mientras toda la derecha se ha movilizado a participar en estos comicios, el electorado de izquierdas ha experimentado una desmovilización especular en sentido contrario. El hundimiento del PSOE hay que explicarlo en el marco del desgaste por los años de gobierno, el peso de los problemas de corrupción, e incluso otras cuestiones de menor calado como la frustrada maniobra de Susana Díaz para saltar a Madrid tras la defenestración de Pedro Sánchez, de la cual fue si no responsable principal, sí una actriz protagonista. Sin embargo, nada parecía augurar tamaño desastre. Susana parecía sentarse sobre un suelo electoral más solvente, al menos lo suficiente como para poder mantener la Presidencia de la Junta con los apoyos que pudiese recabar a posteriori. Pero la abstención de una parte significativa del electorado socialista ha frustrado esa estrategia, tanto como la del pretendido sorpasso por parte de Adelante Andalucía.

Hora de rectificar

A la izquierda del PSOE, Podemos e IU, que concurrieron a las elecciones de 2015 por separado, tenían la secreta esperanza de obtener mejores resultados que el PSOE y el público deseo, apoyado en algunas encuestas, de obtener unos resultados que superasen la mera suma aritmética de los votos y escaños obtenidos tres años antes. Sin embargo, ambos anhelos se vieron defraudados la noche electoral. Ni se pudo sumar lo que obtuvieron por separado en 2015 ni, mucho menos, recoger parte del electorado defraudado con el PSOE para capitanear la izquierda andaluza. Nuevamente vemos que las coaliciones raramente suman, más bien o multiplican o, en muchos casos, restan.

Las razones de este fracaso tienen que ver tanto con la deriva general de Unidos Podemos como con errores cometidos en el ámbito estrictamente andaluz.

Adelante Andalucía se ha presentado a las elecciones con un discurso político confuso que situaba como objetivo principal la derrota del “susanismo”; excluía, en la práctica, la posibilidad de gobernar, y planteaba acuerdos parlamentarios puntuales con el Partido Socialista de incierta viabilidad. Dicho discurso no era estimulante para los electorados de Podemos e IU y tampoco resultaba útil de cara a conseguir la adhesión de electores decepcionados con el Partido Socialista para quienes este escenario de incertidumbre y confusión no tenía particular atractivo.

Sin embargo, no podemos olvidar que Unidos Podemos está electoralmente a la baja desde su misma constitución en 2016, cuando perdió un millón de votos respecto a lo obtenido por IU y Podemos en las elecciones de diciembre de 2015. Desde entonces, las perspectivas electorales de UP han ido permanentemente a la baja.

La razón es que en Unidos Podemos se han ido sumando muchos errores: vaivenes permanentes en el discurso y en los objetivos estratégicos; en el modelo territorial; en la cuestión catalana en particular; en el análisis de la realidad y en la relación con el PSOE. En el caso de Catalunya, esta ambigüedad y falta de rigor en el discurso ha terminado por dividir gravemente a Catalunya en Comú y, en el caso de IU, a la desaparición en la práctica de nuestro referente en Catalunya.

Por otra parte, tanto en Podemos como en IU se han adoptado modelos organizativos verticales de carácter plebiscitario que sólo tienen de democrático la apariencia y que han convertido de facto a los adheridos y adheridas en meros refrendadores de los acuerdos cupulares. Por último, el cainismo y los tics autoritarios que se han instalado en Podemos y en IU (el último ejemplo ha sido la eliminación de todos los miembros del grupo de IU en el Parlamento europeo y su sustitución por nuevos candidatos afectos al Coordinador general) ha supuesto la pérdida de un valor fundamental para la izquierda que es el respeto a la pluralidad política y territorial y conduce irremisiblemente a la desmovilización progresiva de los adheridos y adheridas.

Todo ello ha contribuido a decepcionar a propios y electores, haciendo la oferta electoral nada atractiva para atraer a los votantes. Las direcciones de Podemos e IU deberían reflexionar sobre los errores cometidos, las necesarias medidas de renovación y los cambios que se hacen imprescindibles para invertir la tendencia a disminuir el respaldo electoral.

Lamentablemente los primeros análisis evacuados, aunque reconocen la existencia de problemas, no apuntan ninguna solución más allá de ahondar en las estrategias cuestionadas por electorados que de facto son diversas y en análisis desapegados de la realidad. Los llamamientos genéricos a la unidad y al fortalecimiento organizativo parecen más un cierre de filas y nueva laminación de la pluralidad. O se rectifica y pronto la política y la dinámica organizativa de IU o viviremos nuevas decepciones electorales en los próximos comicios.

Las elecciones andaluzas del pasado domingo han vuelto a dejar a las encuestas en mal lugar. Ninguna había sido capaz de adelantar que pese a ganar las elecciones, el PSOE sufriría un castigo electoral tan importante y que, por otro lado, la posible irrupción de VOX en el Parlamento andaluz tendría las grandes proporciones que finalmente hicieron que, por vez primera en democracia, el bloque de derechas superase al de izquierdas en votos y escaños en Andalucía.

Para alarma generalizada de cualquier demócrata, la extrema derecha ha hecho nuevamente aparición en las instituciones, con una fuerza que no se esperaba. Esta movilización del voto extremista hay que ponerla en relación con el desgaste del PP, partido al que tradicionalmente acudían estos votantes. Ciudadanos, que jugaba a recoger el voto descontento del PP y a sumar más apoyos, ha visto frustrado este último objetivo a pesar del espectacular incremento de votos recibidos. La aparición de la extrema derecha en la cámara ha ido paralela a la frustración de Ciudadanos por no conseguir sobrepasar al PP, probablemente porque le ha pesado haber sostenido durante la legislatura anterior al gobierno de Susana Díaz.