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El escorpión andaluz
El uso por parte de la Consejería de Educación de Andalucía de los datos de contagios por la Covid-19 en las aulas andaluzas es un ejercicio irresponsable de “mirar hacia otro lado”, un intento de engaño masivo -uno más- que puede derivar en una dinámica temeraria, como poco, y que podría describirse como suicida si la epidemia no retrocede como se pretende.
Seguro que conocen esa fábula en la que un escorpión pide a una rana que le ayude a cruzar el río. La rana se muestra reacia ante esa petición por miedo a un ataque del escorpión, pero el escorpión la seduce con un argumento convincente: “¿¡Cómo te voy a picar!? Sin ti yo me hundiría en el río y, como no sé nadar, también moriría”. La rana accede a ayudar al escorpión y durante el viaje por el río, lejos de ambas orillas, el escorpión pica a la rana. Esta vuelve su mirada al escorpión mientras agoniza preguntándose el porqué de su ataque. El escorpión contesta que no ha podido resistirse a su “naturaleza”. Y ambos se hunden en el río.
Me he acordado varias veces de esta fábula al ir viendo, por un lado, la sucesión de datos de la pandemia de la Covid-19 y las reacciones asociadas a la misma y, por otro, la comunicación relativa al ámbito educativo en general y de la Consejería andaluza del ramo en particular.
Si nos retrotraemos al inicio del curso recordaremos un convulso mes de agosto previo, en el que la Consejería proponía medidas de seguridad (apoyadas en el protocolo de medidas de prevención fechado el 29 de junio por la Consejería de Salud) que fueron contestadas duramente por los propios directores de los centros por considerarlas inasumibles con los medios disponibles. También se movilizaron con intensidad las AMPAS, dudando de la seguridad que proporcionaban las medidas que proponía la Consejería ante el inminente inicio del curso en el que los menores volverían a unirse en espacios reducidos después de todo lo ocurrido desde el confinamiento que empezó a mediados de marzo. Ante esta situación y una preocupación creciente, ante un ánimo real de duda de las familias de llevar a sus hijos e hijas a los colegios en esas situaciones, el Consejero Imbroda no solo frivolizaba con la preocupación de las familias si no que, además, alimentó un tono intimidante apelando a la obligatoriedad de llevar a los menores a la escuela y amenazando con que la fiscalía correspondiente podría tomar cartas en el asunto si alguna familia no cumplía con esa obligación. Por aquel entonces el protocolo de medidas contemplaba el cierre de centros ante 3 casos detectados en aulas diferentes y un seguimiento muy preventivo de cada caso.
Por aquel entonces el protocolo de medidas contemplaba el cierre de centros ante 3 casos detectados en aulas diferentes y un seguimiento muy preventivo de cada caso.
Lógicamente, al inicio de curso, con una curva de contagios preocupante, era noticia el cierre de centros educativos, pero no tardó una semana el Consejero de Educación en dar una rueda de prensa para decir que, en una semana, el 99% de los centros educativos estaban libres de la Covid-19. Además, con una circular emitida el 3 de septiembre, se flexibilizó la presencialidad de los últimos cursos de la ESO, del Bachillerato y de la Formación Profesional. Esta medida se podía percibir como una posibilidad de evitar aulas abarrotadas entre el alumnado de secundaria y postobligatoria de mayor edad a cambio de realizar el doble de trabajo para el profesorado, que debería reprogramar sus asignaturas y módulos a poco más de una semana para el inicio del curso
Así de revuelto comenzaba el curso y de repente, cuando se llevan solamente tres semanas de clase en primaria y dos en secundaria, el protocolo de la Consejería de Salud se actualiza y las medidas de prevención se relajan hasta el punto de considerar contacto estrecho solamente a quienes hayan estado a menos de dos metros de la persona contagiada sin mascarilla, entre otras. Ya no se contemplan los cierres de centros educativos, haya los contagios que haya.
El protocolo de Salud se actualiza y las medidas de prevención se relajan hasta considerar contacto estrecho solo a quienes hayan estado a menos de 2m del contagiado sin mascarilla. Ya no se contemplan cierres de centros, haya los contagios que haya
Esta es la primera picadura del escorpión. Cuando todas las familias andaluzas han sido “convencidas” para evitar su duda de tomar actuaciones al respecto de llevar o no a sus hijos e hijas a los centros educativos y el curso ha comenzando con el mensaje de que los centros educativos son “más seguros que cualquier otro sitio” -en palabras muy repetidas por el consejero- y con la opción de la semipresencialidad en los cursos de mayor edad de la secundaria, entonces es cuando se relaja el protocolo de prevención y se va difundiendo el mensaje de que “los contagios vienen de fuera”.
¿Qué ha ocurrido después? Pues, de entrada, es fácil darse cuenta que el crecimiento de la curva de contagios, que ha ido batiendo récords en Andalucía y prácticamente en todas las comunidades, ha coincidido con el inicio del curso. El número de brotes en el ámbito educativo, según los números del propio Ministerio de Educación, ha ido creciendo rápidamente, hasta colocarse esta misma semana a la altura de los brotes en el ámbito familiar y solo superados por los del ámbito social. El número de brotes en la educación es mayor que en el ámbito sanitario, mayor, incluso, que en las residencias de mayores. Mientras va subiendo ese número de contagios es cuando se produce el segundo picotazo del escorpión. Desde la Consejería de Educación, en sintonía plena, además, con el Ministerio, se sigue trasladando el mensaje de que las aulas siguen siendo seguras, que “los contagios vienen de fuera”. Aparte de ser una obviedad de partida (hasta septiembre no abren los colegios), sirve como excusa para no tomar medidas adicionales en el ámbito de la educación. Mientras, los contagiados asintomáticos -que pueden ser frecuentes en los rangos de edad de las enseñanzas postobligatorias y podrían ser incluso más contagiosos, según el informe del CSIC de 15 de agosto de 2020-, los presintomáticos y los contagios del mismo nivel que éstos produzcan son indetectables con los protocolos actuales de la Consejería de Salud. Si unimos a todo ello una nula transmisión de información sobre los contagios que se producen en las escuelas, una opacidad insultante para el colectivo del profesorado y para las familias, tenemos un ambiente de alto nivel de estrés. La rana se va resintiendo de tanto aguijonazo.
Así pues, el escenario en los centros educativos, especialmente en los de secundaria por la edad de su alumnado, es el de un ámbito que en menos de dos meses se convierte en el tercer sector con mayor número de brotes de la Covid-19; grupos de 3º y 4º de ESO que en unos institutos asisten a clase en días alternos, en otros asisten todos los días, media jornada y en otros asisten la jornada completa, todos los días; lo mismo con grupos de bachillerato y ciclos formativos; con un número creciente de aulas cerradas en todos los cursos por el número de positivos en las clases; con alumnos y alumnas en cuarentena por los contactos “estrechos” con un positivo en el aula, otros muchos en cuarentena por contacto estrecho con alguien de fuera del centro. Con protocolos que no hacen pruebas a las personas que están en cuarentena, con asintomáticos y preasintomáticos indetectables con los protocolos actuales, con el profesorado volcado en su responsabilidad de atender a todo este alumnado de forma presencial, y “sometido”, en base a esa responsabilidad, a realizar el doble de trabajo en el régimen de semipresencialidad y añadirle a éste el trabajo on line para el alumnado cuando no está en el instituto y el alumnado en cuarentena, profesorado a quien no se les proporciona con regularidad ni siquiera las obligatorias mascarillas, con familias asustadas ante las cifras de contagios y adaptándose a las nuevas restricciones del estado de alarma... Pónganle un nombre a este escenario. Para mí es la rana con varias picaduras de ese escorpión suicida al que un día hizo caso para cruzar el río.
Mientras, con la rana en el estado descrito anteriormente, el escorpión, un organismo simbionte entre la Consejería de Salud y la de Educación, ha exhibido bien su “naturaleza”. En la Consejería de Educación, durante estos escasos dos meses de curso, se han anunciado, por parte del propio Presidente de la Junta, nuevos conciertos educativos para bachillerato y formación profesional, se han anunciado a bombo y platillo ayudas a centros concertados con el argumento de perseguir una educación “de calidad”. En la Consejería de Salud se han suspendido derechos del personal sanitario para poder movilizarlos de sus plazas a cualquier parte del territorio andaluz. Todavía nos queda por ver bastantes más decisiones de esa índole.
La Consejería de Educación ha anunciado nuevos conciertos educativos para bachillerato y FPl, se han anunciado a bombo y platillo ayudas a centros concertados con el argumento de perseguir educación "de calidad".
Bueno, pues llegamos a estos momentos y, para acabar con las críticas a la falta de transparencia, la Consejería empieza a hacer públicos los números de contagios en el ámbito educativo. Ha publicado los del día 9 y 12 haciendo gala de una gran falta de rigor en este asunto.
Por una parte toman los datos, los vuelven del revés y notifican que el día 9 hay un 97,3% de los centros educativos “libres de Covid” y el día 12 un 95,6%. No cuenta las Universidades, que ya están en régimen a distancia. Y esos datos, con números tan altos, los traslada la Junta por todas sus redes sociales como algo positivo, desatando con ello la indignación del profesorado (sólo hay que mirar los comentarios en las redes) que, como se comenta arriba, sabe de primera mano que esas cuentas, con los protocolos actuales, no miden la incidencia real que está sufriendo el escenario del sistema educativo. Además ese “orgullo” que muestra la Consejería con esos números y que le sirven de justificación para no hacer nada en lo relativo a aumento de medidas de seguridad y de refuerzo, resulta bastante insultante cuando nos paramos a pensar que esos números están cogidos al revés y ni aún así son buenos datos. Es como si dijéramos, con la que está cayendo, que Andalucía es segura y no necesita restricciones porque el 97,7 de la población NO se ha infectado por la Covid después de 9 meses de pandemia. Y también, sin rubor alguno dejan entrever que en 3 días ha aumentado de forma intensa y preocupante casi un 2% el número de centros educativos con notificaciones (recordemos, con protocolos muy restringidos) de incidencias de la Covid-19. Es decir, con un 2,3% de la población infectada desde el inicio de la epidemia en Andalucía estamos soportando dos estados de alarma con severas restricciones; la Consejería de Educación, con unos datos tramposos y que no reflejan la incidencia real del virus en los centros educativos, presume de un 4,4% de centros con incidencias, aplaude el dato y no toma ni una sola medida adicional para la Educación Pública. Una muestra más de la naturaleza suicida de este escorpión andaluz.
Por otra parte, como intentando acumular más falta de rigor aún, desde las instancias educativas siguen insistiendo en que la mayoría de los contagios que hay en los centros se dan fuera de ellos, olvidando que es el tercer ámbito con más brotes y que el estado de alarma no ha impuesto, en los centros docentes no universitarios, medidas adicionales para evitar la escalada. Además, mientras apuntan a la irresponsabilidad juvenil fuera de los centros educativos, olvidan que todos esos jóvenes estarán dentro de las escuelas de forma obligatoria si están matriculados en cualquier curso de la enseñanza pública, y que entonces traerán consigo todos esos contagios que, como se ha mencionado, en muchos casos serán indetectables.
Da toda la impresión de que, en este asunto, como en la fábula, al escorpión le puede más su naturaleza que su propia vida. Da la impresión de que el hundimiento de la Educación y la Sanidad Públicas andaluzas, que llevan camino de acabar en manos privadas en poco tiempo, no le va a importar mucho al escorpión andaluz.
Llegados a este lugar hay una pregunta que hacerse, ¿por qué en la Universidad se ha decretado, de un día para otro, la enseñanza on line, mientras que las enseñanzas no universitarias siguen presenciales en su inmensa mayoría?, se podría pensar que de esa manera se garantiza una mayor calidad de la educación para el alumnado de menor de edad, pero no es verdad, la cuestión exclusivamente se deriva de la falta de conciliación de nuestra sociedad. A los más pequeños hay que atenderlos en las casas y los mayores no requieren de cuidados de otras personas. El escorpión suicida no es tonto, todo lo contrario, sabe muy bien que no ha hecho los deberes que le correspondían con la educación no universitaria y un confinamiento de este alumnado, además de ser un desastre social, por falta de medidas de conciliación, deja al descubierto las carencias del sistema educativo como ya sabíamos del primer estado de alarma. Lo sabían y no han tomado ni una sola medida, en cuanto a recursos económicos y personales para mantener al alumnado bien atendido en sus casas. Todo ello va a lomos del personal docente, que con su voluntariedad a prueba de bomba, se arriesga todos los días, en una situación tan dura como la actual, a contagiarse. ¿En qué centro docente se cumplen las normas de seguridad, distancia y ventilación como se le exige a cualquier espacio público? ¿Dónde quedan las medidas de aforo restringido exigible a cualquier espacio cerrado?
La falta de estas medidas que se están pidiendo desde que acabó el curso pasado (más profesorado, más espacios, bajar la ratio... y en sanidad reforzar la atención primaria, contratar más rastreadores) pueda desembocar en un cierre de centros de Secundaria y Primaria que se sumen a las Universidades, que puede perjudicar enormemente al alumnado en su aprendizaje. Aunque esa sea la solución que sobrevuela ya por toda la comunidad educativa y el escorpión se hunda con la rana, este escorpión suicida andaluz habrá cumplido con su objetivo.
El uso por parte de la Consejería de Educación de Andalucía de los datos de contagios por la Covid-19 en las aulas andaluzas es un ejercicio irresponsable de “mirar hacia otro lado”, un intento de engaño masivo -uno más- que puede derivar en una dinámica temeraria, como poco, y que podría describirse como suicida si la epidemia no retrocede como se pretende.
Seguro que conocen esa fábula en la que un escorpión pide a una rana que le ayude a cruzar el río. La rana se muestra reacia ante esa petición por miedo a un ataque del escorpión, pero el escorpión la seduce con un argumento convincente: “¿¡Cómo te voy a picar!? Sin ti yo me hundiría en el río y, como no sé nadar, también moriría”. La rana accede a ayudar al escorpión y durante el viaje por el río, lejos de ambas orillas, el escorpión pica a la rana. Esta vuelve su mirada al escorpión mientras agoniza preguntándose el porqué de su ataque. El escorpión contesta que no ha podido resistirse a su “naturaleza”. Y ambos se hunden en el río.