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Guía orientativa de Vistalegre II para no iniciados
En Podemos estamos de lleno ante el segundo “congreso”, lo que conocemos como Vistalegre II o Segunda Asamblea Ciudadana. Para un podemita poco constante que se hubiera perdido las portadas del último año y medio resultaría difícil seguir la traza a ¿por qué Pablo y Íñigo no defienden lo mismo?, ¿qué hacen los “anticapi” ahora con el oficialismo?, ¿qué papel juega IU en la interna de Podemos?, ¿no eran el pitufo gruñón?
Aunque con el trazo grueso de las escasas líneas voy a tratar de dar algunas pistas que a mi entender pueden servir para guiarse en el itinerario.
Lo primero a tener en cuenta es que en Podemos estamos ante un congreso refundacional, o lo que es lo mismo, no nos reunimos para cambiar “el conductor” como hace el PSOE o el PP en sus congresos. En Podemos estamos de acuerdo en que nos toca cambiar carrocería, mecánica y hasta la carretera por la que vamos, y después, si acaso, ya vemos si mantenemos o cambiamos de conductor o por el contrario nos ha salido un tándem o un triciclo y la cosa no aplica.
¿Y donde se ubica cada cual en este proceso refundacional?
Vamos por partes. Tal y como yo lo veo la propuesta oficialista en lo político –“la carretera”- apunta a que hay que cambiar de ruta. Es decir, que la tesis que apuntaba a huir de la cultura, lenguaje y banderas de la vieja izquierda para recoger la de la mayoría social nueva desvelada por las mareas y el 15M, debe dar paso a la lógica de las trincheras y de la reconstrucción de una suerte de frente de izquierdas (textualmente “superar IU” dice Garzón) que a Podemos le tocaría liderar.
En lo organizativo por el contrario me temo que no aprecio más que una mano de chapa y pintura, renovación formal mientras se mantiene de fondo la lógica de la maquinaria de guerra electoral, es decir: la lógica plebiscitaria o del “estado de excepción” organizativo, en el que se sacrifican derechos de los inscritos por mor de un modelo en el que se trata de tomar muchas decisiones en poco tiempo en una organización verticalizada. Un modelo que ha dejado muchas heridas -lo sé mejor que nadie por mi papel entonces- al tiempo que demostró su eficacia para la tarea del momento, levantando de la nada un partido con presencia institucional y orgánica en casi mil municipios, más de un centenar de parlamentarios autonómicos y 69 diputados y diputadas en aquel 20D.
La continuidad de esta lógica de maquinaria de guerra se traduce en un Vistalegre II plebiscitario en el que el debate sobre documentos, orientación política, código ético, modelo organizativo, equilibrio y contrapesos en la dirección, etc. se concretaría en una simple pregunta: si o no al actual secretario general, una pregunta que convertiría en accesorio cualquier debate político conexo, máxime cuando éste no se clarifica con contundencia.
Es verdad que el modelo organizativo plebiscitario es el más apropiado si lo que uno quiere es terminar de ejecutar el giro que conduce a la fusión con aquellos a los que antes se llamaba “pitufos gruñones”, un proceso que ya en su día encontró resistencias -como las del que escribe- y a buen seguro encontraría algunas más.
Es un modelo organizativo legítimo por tanto, pero quizá convendría clarificar sus fines políticos -también legítimos por supuesto- y eludir maquillaje sobre sus consecuencias en términos de democracia interna y continuidad de la suspensión de derechos y garantías de los inscritos.
Frente a este planteamiento algunos sostenemos la vigencia del proyecto político del Podemos original, que se referenciaba menos en el viejo eje izquierda-derecha y más en los de abajo, menos en los traumas y revanchas de la vieja izquierda y más en los anhelos de nuestra sociedad hoy. Decimos por tanto que ruta y el destino de Podemos están bien elegidos. Ahora bien, somos conscientes de que las renuncias a la democracia interna propias de un instrumento político diseñado para acometer seis procesos electorales en dos años no sólo no son deseables con carácter general, sino que además son antitéticas con la tarea fundamental del actual ciclo político: construir un movimiento impulsado y ahormado sobre la capacidad popular, institucional y política acumulada en el periodo de movilización y electoral cerrado hoy.
Siguiendo con la metáfora, se acabaron los baches y empiezan las curvas, toca cambiar ruedas y caja de cambios, pero no el rumbo. Y la nueva caja de cambios exige desconcentrar el poder plenamente, o lo que es lo mismo, que las decisiones y los recursos no dependan de la subordinación a Princesa 2, es decir, la confederalidad plena, la independencia de la comisión de garantías, la autonomía de las áreas, la dotación automática de recursos a los municipios, etc.
Finalmente están los compañeros y compañeras del sector Anticapitalista -un partido en el que milité por años- que no se han movido de sus tesis de partido, no lo hicieron en Vistalegre I, y hoy defienden el mismo programa político: la disolución del Estado tal y como lo conocemos hoy apelando a un nuevo modelo basado en la auto-organización de la clase trabajadora; también mantienen grosso modo la propuesta organizativa que defendieron en Vistalegre y que aplican a su organización: centralismo democrático corregido confederalmente.
Estaríamos en definitiva ante un congreso en el que -a modo de resumen- algunos proponemos levantar el estado de excepción organizativo en el que corríamos mientras nos atábamos los cordones, para abordar la nueva coyuntura manteniendo los principios políticos fundacionales; otros, “los anticapi” siguen inmutables al paso del tiempo, aunque como aquel reloj parado que da la hora correctamente dos veces al día, creo que en lo tocante al modelo organizativo sus tesis “dan la hora” y desde el cambio de ciclo el mismo 21D muchos hemos apuntado en ese sentido en distintas publicaciones; y “el oficialismo” abandona los principios políticos fundacionales acercándose a las tesis de los anteriores -“los anticapi”- y de los nuevos -IU- manteniendo un control excepcional sobre la organización.
Todo un puzzle en el que los inscritos tienen la oportunidad de decidir el rumbo de Podemos y con él el de España.
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