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Esto no se hace, Concha

Te has ido como Eugenia abandona las reuniones cuando está cansada, casi sin decir adiós. Yo no sé cómo vamos a hacer ahora para acostumbrarnos a vivir sin ti, Concha. ¿A quién llamo yo ahora para decirle que unas veces siento que me voy a comer el mundo y que otras siento que el mundo me va a comer a mí? ¿A quién llamo yo ahora para contarle mis andanzas por Bruselas? ¿Quién me va a reñir ahora y me va a decir que ponga frenos a esos arrebatos de ira política que me entran? ¿Con quién voy a ir yo ahora a París?

¿Con quién voy a quedar yo ahora a comer los domingos? ¿Quién me va a contar cómo le robasteis la alegría y la libertad al dictador? ¿Quién me va a llamar por teléfono para decirme “chiquitín”? ¿Quién me va a abrazar con la misma ternura que lo hacías tú? ¿Quién, Concha, quién te va a sustituir?

¿A quién le voy a decir yo “guapa” con tantas ganas? ¿A quién? ¿Quién nos va dar órdenes sin parar, porque mandona eras un rato? ¿A quién le vamos a pedir que si puede ir a dar una charla a un pueblo perdido de tu querida Andalucía? ¿Quién nos va a contar cómo en Andalucía lo popular le ha ganado la partida al clasismo?

¿Quién nos va a explicar que en Andalucía la identidad es solidaridad y no exclusión? ¿Quién nos va a hablar de la Andalucía que ríe y de la Andalucía que llora? ¿Cómo vamos a hacer para vigilarte las fechas de entrega de esa novela que te ibas a poner a escribir ya? ¿Quién va a hacer de conector entre gente diversa y llenará tu casa de tertulias políticas y de vida? ¿Quién, Concha, quién? ¿Por qué?

Antes de conocerte, yo ya te quería. Y cuando te conocí, supe que te iba a querer toda la vida. Te voy a echar mucho de menos, amiga. Extrañaré tus buenos consejos profesionales, tus mimos, tus abrazos apretaos, tu risa al otro lado del teléfono, tus sugerencias de lecturas y aquello de: “¡¡No está bonito criticar a tres personas seguidas!!”.

Te voy a extrañar mucho, porque tú eras inmortal y es difícil situarte en el plano terrenal. Te vamos a echar de menos porque tu brillo lo inundaba todo. Voy a echarte de menos en la escalera de casa cuando salías a recibirme. O la cara de pena que se te quedaba cada vez que me iba a despedir de ti para venirme a Bruselas. Te voy a echar mucho de menos, Concha, porque eres insustituible.

Voy a echar de menos tus artículos los domingos, conectar la radio para seguirte como si fuera la madre de la Pantoja y llamarte después de cada aparición para decirte lo bien que lo habías hecho o qué cosas deberías enfatizar más o menos. Yo te dije un día, en broma, que ya tenía título para tu obituario, pero lo quería escribir cuando Antonio y tú fuerais dos uvas pasas llenas de arrugas y no hoy. Esto no se hace, Concha.

Voy terminando, la SER ha dedicado esta tarde su programación a la Educación para rendirte homenaje. El País ha reeditado tu último artículo. Los amigos han organizado esta tarde un acto para despedirte. Todos los líderes políticos andaluces coinciden en los piropos. Quédate muerta, Concha: ¡Hasta Zoido ha hablado bien de ti! Tus alumnos inundan tu muro de Facebook con mensajes de agradecimiento y cariño. Decías: “Si consigo salvar a tres de mis alumnos, ese será mi éxito”. Siéntete satisfecha porque hay muchos más de tres mensajes. No dejes de pintarte los labios, amiga. Te quiero mucho, te voy a querer toda la vida.

Te has ido como Eugenia abandona las reuniones cuando está cansada, casi sin decir adiós. Yo no sé cómo vamos a hacer ahora para acostumbrarnos a vivir sin ti, Concha. ¿A quién llamo yo ahora para decirle que unas veces siento que me voy a comer el mundo y que otras siento que el mundo me va a comer a mí? ¿A quién llamo yo ahora para contarle mis andanzas por Bruselas? ¿Quién me va a reñir ahora y me va a decir que ponga frenos a esos arrebatos de ira política que me entran? ¿Con quién voy a ir yo ahora a París?

¿Con quién voy a quedar yo ahora a comer los domingos? ¿Quién me va a contar cómo le robasteis la alegría y la libertad al dictador? ¿Quién me va a llamar por teléfono para decirme “chiquitín”? ¿Quién me va a abrazar con la misma ternura que lo hacías tú? ¿Quién, Concha, quién te va a sustituir?