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Un inmerecido final
He dejado transcurrir unos días antes de decidirme a escribir estas líneas, quería que fueran fruto de una reflexión pausada y no de un acaloramiento. Quizás sorprendía más el cómo que el qué. El porqué daría para otro artículo o incluso varios.
El pasado mes de enero recibí la llamada de un medio. A la periodista le interesaba saber qué opinaba la secretaria general de Podemos en una ciudad tan importante como Sevilla de su cese así como el de los miembros del Consejo Ciudadano. Atónita le contesté lo único que se me podía pasar por la mente como explicación plausible: se tenía que deber de un error o algún mensaje malintencionado de alguien cuya intención era dañar, una vez más, a nuestra organización.
Lo dije con absoluto convencimiento. Dudaba tanto que se hubiera tomado una decisión de semejante calado en el seno de la organización y, sobre todo, de que se hubiera hecho sin una comunicación oficial a quienes construimos desde cero nuestro partido en cientos de municipios repartidos por el país, que respondí sin vacilar. Incauta. La noticia llegó unos días después. Una compañera del Consejo Ciudadano de Podemos Sevilla nos hizo llegar un vídeo del secretario de Organización estatal en el que hacía una declaraciones confirmando aquel inaudito cese que la periodista me adelantó.
La reacción por parte de los miembros de nuestro órgano de dirección fue de sorpresa unánime. Nadie podía dar crédito a las formas de semejante medida, pero quedó completamente confirmada cuando comprobamos que el acceso a nuestros perfiles y cuentas corporativas había sido bloqueado. Sin previo aviso.
Han sido tres años adoptando como propias las decisiones que venían de Madrid con la lealtad propia de cualquier organización política que se precie, defendiendo con uñas y dientes un proyecto que lo ha tenido todo en contra desde el día que nació. Tres años asumiendo las responsabilidades que nuestros cargos conllevaban. Tres años de trabajo altruista en los que nuestra recompensa no era otra que la esperanza de hacer del nuestro, un país mejor. Esa misma lealtad a las decisiones que otros tomaban nos llevó a quedarnos fuera como organización del Ayuntamiento en las últimas elecciones municipales, impidiendo que pudiéramos llevar a cabo aquello por lo que la mayor parte de nosotros y nosotras nos remangamos un día: poner la política municipal al servicio de las sevillanas y sevillanos.
Dadas las circunstancias, propias y ajenas, todo nuestro esfuerzo ha sido forzosamente dirigido a un trabajo más a la interna que a la externa, algo que llevó a la desazón a muchos y muchas. A partir de ahí, se han sucedido los aciertos y errores propios de una organización que se pone en marcha gracias a manos inexpertas en política pero repletas de buena voluntad. Trabajar y defender nuestro proyecto en una ciudad como Sevilla, os puedo asegurar que no ha sido fácil.
Después de estos tres años de trabajo y entrega constante a un proyecto que apeló a esa mayoría social hastiada del bipartidismo, la corrupción y la mala gestión, en los que cientos de personas se han dejado la piel sentando los cimientos de un partido que nacía de la nada, como respuesta a muchas de las reivindicaciones que nacieron un 15 de mayo de 2011, tras sacrificios personales y familiares, campañas aceleradas, actos, reuniones, encuentros,... no hemos recibido ni un “hasta luego, gracias”. Este es el inmerecido final en el que nos hemos visto inmersos cientos de personas, a lo largo y ancho del país.
Como ya exsecretaria general de Podemos Sevilla no puedo acabar de escribir estas letras sin trasladar un mensaje a la militancia de Sevilla, ese que me hubiera gustado hacerles llegar a través de una rendición final de cuentas del Consejo Ciudadano. Quizás peque de nuevo de inocente pero entiendo que, entre mis muchas responsabilidades, estaba la de despedirme de ella como se merece. Gracias. Gracias a todas y cada una de las personas que habéis colaborado, apoyado y trabajado para que este proyecto saliera adelante, trasladando nuestro mensaje en cada rincón de Sevilla, paradas de autobuses, bares, puertas de colegio, organizando y llenando actos, enlazando campañas electorales unas tras otras, contagiando la ilusión que sentíamos al tener, al fin, un espacio desde el que podríamos cambiar nuestra ciudad y gobernar por y con la gente. Gracias también a todas las que nos habéis votado y depositado vuestra confianza en nuestro proyecto.
Esa ha sido la mayor recompensa a nuestro trabajo. Y, por último, gracias a todas mis compañeras del Consejo Ciudadano de Sevilla, a las que se fueron, a las que decidisteis dar un paso atrás y a las que me habéis acompañado hasta el final del viaje. Han sido tres años cargados de emociones, ilusiones, proyectos y reivindicaciones que nos han hecho crecer como personas, en lo personal y en lo político. Han sido tres años inolvidables y un honor vivirlos a vuestro lado.
Me despido con el orgullo, como madre y mujer, de decir que porque fuimos y somos, nuestras hijas e hijos, serán. No me cabe duda que nuestro esfuerzo no caerá en saco roto y con eso me basta. Al menos, de momento.
He dejado transcurrir unos días antes de decidirme a escribir estas líneas, quería que fueran fruto de una reflexión pausada y no de un acaloramiento. Quizás sorprendía más el cómo que el qué. El porqué daría para otro artículo o incluso varios.
El pasado mes de enero recibí la llamada de un medio. A la periodista le interesaba saber qué opinaba la secretaria general de Podemos en una ciudad tan importante como Sevilla de su cese así como el de los miembros del Consejo Ciudadano. Atónita le contesté lo único que se me podía pasar por la mente como explicación plausible: se tenía que deber de un error o algún mensaje malintencionado de alguien cuya intención era dañar, una vez más, a nuestra organización.