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A junio sin ruido ni furia
Abro hilo y apuestas: digo que entre la Semana Santa y la Feria de Sevilla, el presidente de la Junta disolverá el Parlamento de Andalucía y convocará elecciones para el mes de junio. Las premisas utilizadas por Moreno Bonilla a finales de marzo para concluir que sería “una temeridad” dicha convocatoria (la guerra desencadenada por Putin, el malestar social, la inflación galopante,…) falsean el silogismo y le emparentan con los sofistas griegos. Con alta probabilidad, todas las variables esgrimidas empeorarán en los próximos meses, no favoreciendo en ningún caso al partido que gobierna (pero sí a su principal competidor en la vasta familia de la derecha), y convertirían una eventual convocatoria para finales de octubre (el último tren a las urnas en esta legislatura) en moneda lanzada al aire. Y el candidato Moreno Bonilla ya sabe cómo se las gasta el azar: en 2018, salió cara y pudo gobernar a pesar de haber obtenido el peor resultado de la historia del PP en Andalucía (26 diputados), récord que comparte con Gabino Puche en 1990, recién estrenada la era Aznar.
Es el coste de oportunidad, concepto de manual de economía, el que alumbrará la decisión menos mala para el PP y será difícil rebatir que unas elecciones en el próximo otoño lo maximizan, tanto por lo ya dicho como por el beneficio de celebrarlas en junio. Veamos.
El comienzo de la era Feijóo ha restañado en un mes los destrozos infligidos al PP por el ‘asesinato’ político de Pablo Casado y la penosa imagen pública negativa proyectada por tanto enemigos repentinos al grito shakesperiano de ‘Then fall, Pablo’.
¿No le ponen estos movimientos en bandeja a Moreno Bonilla, y al olfato de cualquier lector avisado, ese mínimo anticipo electoral?
Pero además el líder gallego ha enaltecido al PP de Andalucía tirando de dos baluartes de su Gobierno autonómico (Bendodo y Bravo) para conformar la parte alta del organigrama de Génova. ¿No le ponen estos movimientos en bandeja a Moreno Bonilla, y al olfato de cualquier lector avisado, ese mínimo anticipo electoral?
Moreno tiene los deberes hechos: ha logrado agotar una legislatura practicando políticas coherentes con el programa del PP pero sin pisar muchos charcos y poniendo sordina al ruido y la furia (W. Faulkner) que algunos temerían (o esperaban) del primer gobierno de derechas en la historia de la autonomía. Ese gobierno ha enriquecido a la sanidad privada, ha abanderado un potente efecto llamada con las Universidades privadas, tiene acongojadas a casi la mitad de las Universidades públicas, ha usado su limitada capacidad tributaria para favorecer a los ricos y ha sido manifiestamente incompetente en la ejecución presupuestaria general y específica de proyectos financiados con fondos europeos (ha dispuesto de mucho dinero y no ha sabido emplearlo)… Todo, sin apenas ruido ni furia.
No puede confiarse, empero. En la era Feijóo se vislumbra un ensanchamiento de la falla electoral por rozamiento del PP con VOX, cuyas derivadas en estos tiempos de penuria (que decía Hölderlin) pueden seguir engordando a la ultraderecha, como dejan ver los sondeos más interesados y los menos.
La batalla electoral se presume encarnizada con los extremistas de la derecha, que repartirán mandobles a diestra y siniestra
No digo que el discurso moderado de Feijóo o de Moreno vaya a hacerle ascos mañana a eventuales gobiernos de coalición con Vox, pero mientras llega aquello de hacer de la necesidad virtud, el PP arriesga votos de su granero electoral en proporcionalidad directa a la expansión de la penuria y el malestar social, debilitando su posición en los inevitables pactos del mañana próximo.
La batalla electoral se presume encarnizada con los extremistas de la derecha, que repartirán mandobles a diestra y siniestra. A la diestra, si con Casado era la derechita cobarde, qué dirán de la entente autonomista e institucional que conforma el ticket Feijóo/Moreno. Y a la siniestra, para muestra un botón: la que sería presunta candidata de Vox, Macarena Olona, se despachaba así con el Gobierno de España, a propósito de la política antidesahucios: “… protege a criminales antisistema, que son sus votantes”. Es el desagradable pelaje de esta particular ave canora. Átense los machos.
El PSOE de Andalucía ha experimentado también un cierto terror electoral con Vox (una suerte de cuco común que pone sus huevos, entiéndanme, en todos los sitios), cuando decidió una inexplicable abstención en la tramitación de la proposición de ley que pretende amnistiar los regadíos ilegales en Doñana. Bastantes piedras lleva ya el candidato socialista en su mochila (36 años de gobierno en la Junta, los ERE,…) para tener que bailarle el agua al populismo chungo de la ultraderecha.
Precisamente, la cercana sentencia del Tribunal Supremo sobre la pieza política de los ERE, que se dictará entre mayo y junio, será premisa mayor para decidir la convocatoria de elecciones en junio.
Imagino al presidente de la Junta y sus asesores sopesando en estos días los pros y contras de un adelanto electoral, que siempre debe ser justificado, aunque sea unos meses antes del final de la legislatura
Imagino al presidente de la Junta y sus asesores sopesando en estos días los pros y contras de un adelanto electoral, que siempre debe ser justificado, aunque sea unos meses antes del final de la legislatura. Se suele echar mano de la manida y socorrida inestabilidad, que la suele decidir el presidente a su libre albedrío, digamos: “ya no puedo seguir gobernando, ni aprobando leyes en el Parlamento, la oposición nos bloquea … y Andalucía necesita en este tiempo difícil un gobierno sólido, estable, por lo que he decidido darles la palabra a los andaluces”.
Con las elecciones en junio, Andalucía tendría un Gobierno a la vuelta del verano y un Presupuesto para 2023 en tiempo y forma. Si me otorgan la confianza y puedo seguir gobernando, añadirá el actual Presidente, habrá presupuestos para acompañar al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (solo hará falta que podamos ejecutar proyectos), con los ajustes oportunos y moderados, of course, en materia de igualdad, violencia de género, memoria democrática, protección del medio ambiente, “entramado de chiringuitos”, energías renovables y demás inventos de los progres. Y todo ello, si puede ser, sin ruido ni furia.
Abro hilo y apuestas: digo que entre la Semana Santa y la Feria de Sevilla, el presidente de la Junta disolverá el Parlamento de Andalucía y convocará elecciones para el mes de junio. Las premisas utilizadas por Moreno Bonilla a finales de marzo para concluir que sería “una temeridad” dicha convocatoria (la guerra desencadenada por Putin, el malestar social, la inflación galopante,…) falsean el silogismo y le emparentan con los sofistas griegos. Con alta probabilidad, todas las variables esgrimidas empeorarán en los próximos meses, no favoreciendo en ningún caso al partido que gobierna (pero sí a su principal competidor en la vasta familia de la derecha), y convertirían una eventual convocatoria para finales de octubre (el último tren a las urnas en esta legislatura) en moneda lanzada al aire. Y el candidato Moreno Bonilla ya sabe cómo se las gasta el azar: en 2018, salió cara y pudo gobernar a pesar de haber obtenido el peor resultado de la historia del PP en Andalucía (26 diputados), récord que comparte con Gabino Puche en 1990, recién estrenada la era Aznar.
Es el coste de oportunidad, concepto de manual de economía, el que alumbrará la decisión menos mala para el PP y será difícil rebatir que unas elecciones en el próximo otoño lo maximizan, tanto por lo ya dicho como por el beneficio de celebrarlas en junio. Veamos.