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Los negocios del cambio climático tras el impacto de la DANA en Valencia

Jesús M. Castillo

Catedrático de Ecología en la Universidad de Sevilla —
7 de noviembre de 2024 21:34 h

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Las lluvias torrenciales en el levante de la Península Ibérica, conocidas popularmente como “gotas frías”, son habituales a finales de verano e inicios de otoño cuando las aguas del Mar Mediterráneo están especialmente cálidas.

En este contexto, según los primeros estudios científicos, la intensidad de la dana que impactó fuertemente en Valencia el 29 de octubre habría aumentado cerca de un 12% por el cambio climático. El resultado fueron lluvias torrenciales de cerca de 500 litros por metro cuadrado en ocho horas. Es decir, toda lo que suele llover en un año cayó en unas pocas horas. Además, la probabilidad de que ocurriera este evento meteorológico extremo se habría doblado por el calentamiento global.

¿Es esto sorprendente? No, desde la comunidad científica venimos avisando desde hace años de que el cambio climático está aumentando la intensidad y la frecuencia de eventos meteorológicos extremos como huracanes, sequías y lluvias torrenciales. De hecho, los eventos meteorológicos extremos se han multiplicado por cinco en los últimos 50 años.

Los eventos meteorológicos extremos se han multiplicado por cinco en los últimos 50 años.

Los eventos meteorológicos extremos mal gestionados (antes, durante y después de que sucedan) suelen derivar en catástrofes humanitarias. Esto es lo que ha sucedido con la dana que ha afectado a Valencia. En este contexto, suelen ser necesarias medidas de reconstrucción de carreteras, vías férreas, pasarelas peatonales, calles, mobiliario urbano, centros educativos, polígonos industriales, viviendas, etc.

Tras la devastación producida por la dana en Valencia se estima que solo la reparación de carretas y vías de tren ascenderá a más de 2.600 millones de euros. Dinero público está siendo destinado a reconstruir cuando podría ir a mejorar, por ejemplo, nuestros servicios públicos. Además, en algunas ocasiones se llevan a cabo grandes obras que no estaban previstas para evitar que sucedan catástrofes en el futuro, como podría ser el desvío de cauces fluviales para evitar inundaciones en zonas urbanas o la construcción de diques para evitar inundaciones costeras por la subida del nivel del mar.

Las consecuencias del cambio climático abren nuevos ciclos de inversión en la adaptación a dicho cambio climático, y de reconstrucción de las zonas afectadas por este

Es decir, las consecuencias del cambio climático abren nuevos ciclos de inversión en la adaptación a dicho cambio climático, y de reconstrucción de las zonas afectadas por este. Medidas de adaptación y reconstrucción que pueden conllevar la emisión de grandes cantidades de gases de efecto invernadero que sigan alimentando el cambio climático.

La mayoría de estas actuaciones de adaptación y reconstrucción son financiadas con fondos públicos por las administraciones y muchas de ellas conllevan proyecto millonarios a los que solo pueden acceder grandes empresas, típicamente del sector de la construcción. Como vemos, las consecuencias del cambio climático generan enormes inversiones públicas que a su vez son ganancias multimillonarias para grandes empresas multinacionales.

Es más, muchos de los súper ricos y grandes grupos de inversión que financian empresas altamente contaminantes, habitualmente relacionadas con los combustibles fósiles, también invierten en las grandes empresas de la adaptación y reconstrucción del cambio climático. Al tiempo que ganan mucho dinero impulsando el cambio climático se forran haciéndole frente.

Tanto es así, que el capital movilizado en adaptación y reconstrucción si no frenamos ya el cambio climático será mucho mayor que el que habría que invertir ahora para frenarlo. Como corolario de este análisis, podemos decir que hay una minoría de súper ricos que no querrían parar el cambio climático porque ganan mucho dinero con él y, además, les afecta mucho menos que a la gente trabajadora porque, por ejemplo, no viven en zonas inundables y, además, tienen helicópteros y jets privados para huir cuando quieran. Por lo tanto, ya sabemos para quién trabajan los negacionistas.

Frente al ciclo demoledor de inversiones alrededor del cambio climático, cada vez somos más en la comunidad científica quienes apostamos por repartir riquezas para que la mayoría de la población vivamos mejor al tiempo que frenamos el crecimiento económico continuo y acelerado propio de la economía capitalista

Frente al ciclo demoledor de inversiones alrededor del cambio climático, cada vez somos más en la comunidad científica quienes apostamos por repartir riquezas para que la mayoría de la población vivamos mejor al tiempo que frenamos el crecimiento económico continuo y acelerado propio de la economía capitalista. Una economía que está chocando contra los límites biofísicos del planeta, colisión global que se expresa localmente, por ejemplo, en eventos meteorológicos extremos muy intensos, extensos y frecuentes.

El tándem repartir riquezas y decrecer significa, por ejemplo, eliminar construcciones de zonas inundables donde deben restaurarse ecosistemas que nos ofrezcan numerosos servicios de abastecimiento, regulación y culturales, y aumenten la resilencia a impactos futuros. Este es el caso de la restauración ecológica de los cauces fluviales, sus llanuras aluviales y las marismas para evitar inundaciones. El tándem repartir riquezas y decrecer significa, por ejemplo, que los súper ricos dejen ya de volar en jets privados para evitar entrar en la fase de cambio climático abrupto.

Jesús Castillo es Catedrático de Ecología en la Universidad de Sevilla y autor de ‘Los negocios del cambio climático’ (Editorial Virus).

Las lluvias torrenciales en el levante de la Península Ibérica, conocidas popularmente como “gotas frías”, son habituales a finales de verano e inicios de otoño cuando las aguas del Mar Mediterráneo están especialmente cálidas.

En este contexto, según los primeros estudios científicos, la intensidad de la dana que impactó fuertemente en Valencia el 29 de octubre habría aumentado cerca de un 12% por el cambio climático. El resultado fueron lluvias torrenciales de cerca de 500 litros por metro cuadrado en ocho horas. Es decir, toda lo que suele llover en un año cayó en unas pocas horas. Además, la probabilidad de que ocurriera este evento meteorológico extremo se habría doblado por el calentamiento global.