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No eran tan buenas

Maria José Torres y José Antonio Jiménez

Portavoces de Iniciativa del Pueblo Andaluz —

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Cuándo se publicó el barómetro del CENTRA del mes de marzo hubo una especie de oleada mediática que nos enviaba un mensaje de que todo lo que está en juego en la actual legislatura en el Parlamento andaluz ya estaba determinado. Los resultados de ese barómetro con un PP lanzado hacia arriba, a punto de alcanzar el 50% de los votos válidos (46,1%) y un Vox que también subía, nos llevaba, de manera irremediable, a perder toda esperanza de que la mayoría social andaluza pudiera tener posibilidades de volver a gobernar.  

Había toda clase de elogios a la capacidad de Moreno Bonilla para mantener una situación favorable, porque es una especie de gobernante que no cae mal, tiene un modo amable y cercano a los problemas de las andaluzas y los andaluces. Envuelto en la bandera andaluza parecía haberse convertido en imbatible. Incluso en las filas de los distintos colectivos que llevamos meses saliendo a la calle para denunciar, de todas las maneras posibles, el deterioro de los derechos esenciales como son la salud, la educación o la dependencia se notaba una especie de desconfianza en acciones que emprendemos cada día.  

Sin embargo hemos sabido superar esa cantidad de inconvenientes de manera que hemos seguido actuando de manera coordinada y permanente en todos los ámbitos donde podíamos poner un grano de arena para construir un espacio de lucha y defensa de los servicios públicos, y los grupos parlamentarios de la oposición de izquierdas han seguido expresando de manera contundente que este gobierno solo está pendiente de los intereses particulares de una parte minoritaria de la población.  

Y todo ello teniendo al PP, que por un lado dice defender los derechos de todas y todos mientras que, por otro: desmantela servicios públicos de salud y sanidad, elimina servicios como el Infoca, devuelve dinero porque no saben gestionarlo o se queja del gobierno central. Piden dinero porque han dejado de ingresar impuestos, incumplen sus propias leyes como la de Memoria democrática y se niegan a enfrentarse con sus colegas de partido cuando menosprecian a Andalucía.  

Se niegan a aceptar posibilidades como la tasa turística pero no les importa poner un precio para el acceso al patrimonio andaluz. No dedican ni un solo minuto para acabar con la pobreza infantil, llegan tarde a la gestión de los comedores que son una importante herramienta para que, al menos, los niños y las niñas que menos tienen puedan comer cinco días a la semana. No son capaces de afrontar el problema de las viviendas turísticas, que está expulsando a la gente de sus casas. 

Cuando se han jactado de la inoperancia de la oposición de izquierdas, que lloraba por las esquinas y rumiaban su continuas peleas de tribus diversas, hete aquí que el moderado y agradecido Moreno Bonilla se ve obligado a hacer un cambio de gobierno para afrontar la segunda parte de la legislatura

Se ponen al lado de aquellos empresarios que solo miran por su interés, legítimo no obstante, siempre que esos empresarios cumplan con sus obligaciones laborales. No les importa mentir a la hora de contar la gente que padece la falta de agua potable, mientras no controlan los usos y abusos de los campos de golf. Miran de manera indolente cómo se secan nuestros acuíferos porque no se atreven a hacer cumplir las leyes que protegen los humedales y los montes de Andalucía, y solo se preocupan de mirar para otro lado cuando empresas de dudosa solvencia económica y legal hacen estudios para seguir contaminando nuestras aguas fluviales.  

Desprecian a la gente de la ciencia y de la investigación porque niegan la realidad del cambio climático, mientras cada año vemos cómo crecen las tierras desérticas por falta de planificación en el uso del agua, a pesar de sus plegarias lastimosas para que vuelvan las lluvias, como si las lluvias dependieran de unos rezos más o menos compungidos. No les importa que el aumento del empleo no se vea recompensado por una calidad de vida de las personas, gracias a tener acceso a una vivienda digna y a una vida digna como dice nuestro Estatuto. 

Se llenan la boca de los festivales que se celebran en Andalucía, mientras los servicios para nuestra cultura no reciben el menor de los apoyos, y no les importa gastar millones en patrocinio de actividades que no reportan más que boato y chabacanería de la peor especie. Pusieron, sin el menor reparo, la cultura al servicio del turismo demostrando lo poco que conocen de la cultura andaluza, que es un elemento vivo y rico en diversidad y creación. 

Otra de las “grandes obras” de este gobierno es la Formación Profesional, que ha sido mejorada para mayor gloria de las empresas privadas que están siendo mimadas por el gobierno. El próximo curso escolar habrá una reducción de una cuarta parte de la oferta pública mientras que se permite toda clase de ofertas privadas. Este punto está en el haber de la la exconsejera de Desarrollo Educativo y Formación Profesional, todo un logro. Y para rematar la faena educativa tenemos al consejero de Universidades, que ha logrado una magnífica propuesta que ha conseguido poner enfrente de la Consejería a todos los rectores de las universidades públicas de Andalucía.  

La legislatura empezó con una universidad privada aprobada por la Junta pero con informe negativo del Consejo de Universidades. En este momento hay cuatro, más una que ha entrado por la puerta de atrás. Y aquí toca hacer una pregunta: Sr. presidente de la Junta de Andalucía, ¿cómo se le ocurre permitir que una universidad pública andaluza de tanto prestigio como la Universidad de Sevilla se quede sin un hospital de referencia para hacer prácticas de Enfermería por la sencilla razón de que se ha aprobado deprisa y corriendo que la Universidad de Comillas (Cantabria) sea el referente universitario para las enfermeras y enfermeros que hagan prácticas en el Hospital San Juan de Dios de Bormujos? ¿Esta es una nueva forma de practicar el andalucismo? 

Cuando han llenado portadas de periódicos de noticias felices y sujetas al interés de los gobernantes, que han sido alabados por el presidente de la Junta, cuando han defendido a capa y espada las labores de determinados miembros del gobierno que no eran entendidos por una oposición obsoleta y anclada en el odio y en el mal perder. Cuando se han jactado de la inoperancia de la oposición de izquierdas, que lloraba por las esquinas y rumiaban su continuas peleas de tribus diversas, hete aquí que el moderado y agradecido Moreno Bonilla se ve obligado a hacer un cambio de gobierno para afrontar la segunda parte de la legislatura.

A Vox lo tiene maniatado, porque en algunas de sus actuaciones los ha adelantado por la derecha. No se puede olvidar la manipulación fascista, que la ya postergada Patricia del Pozo hizo de las víctimas del terrorismo de ETA a principios de año con un convenio vergonzoso para la memoria democrática. Y últimamente ha intentado sacar su mejor versión de demócrata queriendo dar lecciones de acogimiento a las personas migrantes en Andalucía, cuando la realidad es que no quiere ni oír hablar de menores desprotegidos. 

De simple maquillaje a cambios en profundidad, póngale el adjetivo que prefieran, pero hacer una crisis de un gobierno de mayoría absoluta con dos años futuros de vida, que incrementa el número de consejerías, una más de las 13 que tenían ya como tope para una Andalucía grande y muy poblada, para justificar que se han podido cometer errores, es una nueva mentira de Moreno Bonilla y después de un nuevo barómetro del conocido Centra.

El buen hacer de Por Andalucía le hace consolidar la marca por encima de los resultados de marzo de este año y de junio de 2022, mientra que el PSOE sube con respecto a marzo, aunque no llega por poco, a conseguir el tanto por ciento de hace dos años

El barómetro de junio recién publicado trae algunas noticias camufladas que nos ponen delante de una situación muy distinta de la que el presidente ha presentado. El PP, el imparable, ha bajado desde marzo cerca del 4% en estimación de voto y está por debajo de lo conseguido en junio de 2022. Sin embargo, en la izquierda se produce un fenómeno interesante: el buen hacer de Por Andalucía le hace consolidar la marca por encima de los resultados de marzo de este año y de junio de 2022, mientra que el PSOE sube con respecto a marzo, aunque no llega por poco, a conseguir el tanto por ciento de hace dos años.  

¿Qué lecturas tienen estas cifras? Las que el lector quiera. Cada uno o cada una dará su propia explicación, pero para nosotras hay una cuestión clara. No eran tan buenas, más bien lo contrario, ni tan buenos como sus curriculums predecían. Ni mucho menos tan buenas como sus capacidades de gestión, que se le adjudican sin compromiso a la derecha.  

Pura apariencia, no hay consistencia. A Catalina García se la degrada a Sostenibilidad, descargada de competencias, para no echarla a la calle. Su competencia sobre la gestión de la Consejería no avala su continuidad en el gobierno. Mal asunto. A Patricia del Pozo la bajan del pedestal de la Educación para dejarla de nuevo en Cultura, añadida de Deporte, es decir, las dos rémoras de Arturo Bernal, que se queda en Turismo, donde se mueve con facilidad. Demasiada, diríamos. Solo es necesario mirar su oposición a la tasa turística que demandan todos los regidores de los ayuntamientos turísticos, sean del color que sean. Y Ramón Fernández, de mandamás joven y ambicioso del Consejo de Gobierno a mancharse los zapatos por los campos, las granjas y los barcos de pesca de Andalucía. Pero, ¿qué pasa con los demás? De momento, intocables.  

Las dos nuevas incorporaciones se enfrentan a un gran problema: lo que han dejado las dos salientes es un erial, que es justo lo que el PP cree que debe ser la Salud y la Educación públicas, un caos. Una buscará su cercanía con los profesionales sanitarios desde su condición de médica. Pero hay una pregunta: ¿va a cambiar los objetivos fundamentales de la política sanitaria del PP? Ni creo que lo intente, ni creo que la dejen.  Y la correspondiente sustituta de la consejera Del Pozo, poco más de lo mismo. Una profesional de la educación básica, con cierto conocimiento, que gobernó de la mano de Imbroda, que fue el gran hacedor de la FP privada en Andalucía. Poco margen tiene, porque ni creo que vaya a trabajar por la educación pública, ni creo que la dejen. 

Como no eran tan buenos ni buenas, lo que hay es una conclusión: tenemos que jugar el partido. Hay mucho que jugar en todos los espacios. Es el momento clave de las asociaciones civiles y políticas por lo público y por la mayoría social de Andalucía. Hoy es más sencillo que ayer.

Cuándo se publicó el barómetro del CENTRA del mes de marzo hubo una especie de oleada mediática que nos enviaba un mensaje de que todo lo que está en juego en la actual legislatura en el Parlamento andaluz ya estaba determinado. Los resultados de ese barómetro con un PP lanzado hacia arriba, a punto de alcanzar el 50% de los votos válidos (46,1%) y un Vox que también subía, nos llevaba, de manera irremediable, a perder toda esperanza de que la mayoría social andaluza pudiera tener posibilidades de volver a gobernar.  

Había toda clase de elogios a la capacidad de Moreno Bonilla para mantener una situación favorable, porque es una especie de gobernante que no cae mal, tiene un modo amable y cercano a los problemas de las andaluzas y los andaluces. Envuelto en la bandera andaluza parecía haberse convertido en imbatible. Incluso en las filas de los distintos colectivos que llevamos meses saliendo a la calle para denunciar, de todas las maneras posibles, el deterioro de los derechos esenciales como son la salud, la educación o la dependencia se notaba una especie de desconfianza en acciones que emprendemos cada día.