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No es la sanidad, son los facultativos

Rafael Ojeda, presidente del SMA

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La actual crisis de la sanidad pública es, en realidad, la crisis de la medicina pública. Una crisis que se inició hace décadas como consecuencia del modelo de estructura y de gestión de nuestro sistema sanitario público.

Iniciada a finales del siglo pasado, la reforma de la sanidad pública española se edificó sobre la precariedad salarial y laboral de los facultativos. Para aquellos gobiernos, los médicos éramos una élite privilegiada a la que había que dejar en alpargatas. Les resultó fácil. Miles de médicos en paro proveíamos a los gestores sanitarios de mano de obra barata sin límite.

Tras ciertas mejoras salariales, la crisis de 2008 demostró la pervivencia de los viejos prejuicios. Ningún colectivo de la sanidad sufrió recortes tan severos como nosotros. En aquellos años, el presupuesto sanitario andaluz se redujo hasta colocarnos como la comunidad con menor gasto sanitario por habitante. Desde entonces, cada año competimos por ese dudoso honor.

El cambio de Gobierno en Andalucía solo sirvió para que las soflamas políticas cambiaran de bando. Quienes precarizaron la sanidad pública andaluza pasaron a mesarse los cabellos ante la inacción del nuevo Gobierno. Este, por su parte, ha renunciado al diálogo con los facultativos y a las necesarias reformas amparado, como en los viejos tiempos, por un apoyo social mayoritario. Las mismas poses y los mismos errores de siempre.

Los recortes han afectado con especial severidad a los facultativos y, con ellos, a sus pacientes. La pésima gestión se ha traducido en una drástica reducción de la actividad de quirófanos y consultas. El incremento de la lista de espera era inevitable

No hay mejor modo de eludir la toma de decisiones arriesgadas que ignorar los problemas que las reclaman. Denunciar la crisis de la sanidad es no decir nada. Lo cierto es que no nos encontramos ante una crisis de la sanidad pública, sino ante una crisis de la medicina pública provocada por una estructura y un modelo de gestión fallidos y caducos.

La crisis de la Atención Primaria es la crisis de la Medicina de Atención Primaria. Su problema es que se queda sin médicos. Nuestros gestores reclaman más plazas MIR de Medicina Familiar y Comunitaria (de la Pediatría se han olvidado). Añoran los tiempos en que el paro médico les hacía la vida más fácil. Pero las viejas fórmulas ya no funcionan. Sin medidas que atraigan a los médicos a la AP, y en general a la sanidad pública, el sistema colapsará. Sin embargo, somos el único colectivo que ha quedado fuera del Pacto para la Mejora de la Atención Primaria.

En 2023 el SAS ha contado con el mayor presupuesto sanitario de la historia. Este hecho ha coincidido con un incremento igualmente histórico de las listas de espera. A mediados de año, el SAS se había quedado sin fondos, dilapidados en inversiones fallidas como la consulta de acogida. Una vez más, los recortes han afectado con especial severidad a los facultativos y, con ellos, a sus pacientes. La pésima gestión se ha traducido en una drástica reducción de la actividad de quirófanos y consultas. El incremento de la lista de espera era inevitable.

La sanidad pública languidece asfixiada por la estructura de una Administración Pública cuya gestión a menudo resulta indistinguible del mero ejercicio del poder político

Miles de trabajadores contratados como refuerzo para la pandemia han sido consolidados, pero las plantillas médicas siguen en precario. La situación de los facultativos de los Servicios de Urgencias de AP es tal que cada vez más ambulancias salen sin médico. Los MIR siguen sufriendo recortes de derechos laborales y percibiendo unas retribuciones ridículas. Los veterinarios y farmacéuticos del mal llamado “cuerpo A4” sufren un olvido y un maltrato históricos. Médicos del Trabajo, Epidemiólogos, Odontoestomatólogos, así como otros muchos colectivos de facultativos, sufren formas diversas de precariedad. Los denominados puestos de difícil cobertura se quedan sin médicos porque el SAS no quiere incentivarnos económicamente. Que no tema. Nadie podrá acusarlo de otorgarnos un trato de favor.

La sanidad pública languidece asfixiada por la estructura de una Administración Pública cuya gestión a menudo resulta indistinguible del mero ejercicio del poder político. La dirección de la Consejería de Salud, que maneja un tercio del presupuesto andaluz, ha sido históricamente asignada a cargos políticos sin experiencia de gestión. La estructura de selección y promoción del personal, el acceso a la carrera profesional y a los cargos de responsabilidad, los incentivos y la posibilidad de autoorganización del trabajo, son idénticos para el facultativo y para todas las demás profesiones sanitarias y no sanitarias. Ningún sistema sanitario que funcione posee estas características.

Médicos y pacientes se marchan del sistema sanitario público. Se citan aparte. Se añoran mutuamente, y no es extraño. La relación del paciente con su médico es el centro y la esencia de cualquier sistema sanitario. Cualquier estrategia de gestión que lo olvide conducirá a la desaparición de la sanidad pública. No dejen que suceda.

La actual crisis de la sanidad pública es, en realidad, la crisis de la medicina pública. Una crisis que se inició hace décadas como consecuencia del modelo de estructura y de gestión de nuestro sistema sanitario público.

Iniciada a finales del siglo pasado, la reforma de la sanidad pública española se edificó sobre la precariedad salarial y laboral de los facultativos. Para aquellos gobiernos, los médicos éramos una élite privilegiada a la que había que dejar en alpargatas. Les resultó fácil. Miles de médicos en paro proveíamos a los gestores sanitarios de mano de obra barata sin límite.