En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.
El PSOE de siempre
Desde hace años, y de forma más recurrente en los últimos meses, quienes nos proclamamos socialistas tenemos que soportar que voces muy diversas, por medios de comunicación o a través de las redes sociales, nos dediquen una atención intencionada, unas veces para apelar a quienes ellos denominan “socialistas buenos” o “socialistas de los de antes”, otras veces para que “seamos valientes y demos la cara”, y otras para directamente insultarnos llamándonos “borregos”. Pudiera haber quienes crean que esa atención tiene buenas intenciones, que esconde alguna verdad, pero como interpelado que soy me apresuro a decirles que no es así.
Digo que se trata de una atención intencionada por razones obvias, porque obvia es su intencionalidad política: se trata no tan sólo de apelar al supuesto descontento con las políticas del Gobierno de Pedro Sánchez de todas esas personas a las que se denomina “buenos” socialistas, sino también de intentar evidenciar que todas ellas podrían encontrar acomodo –electoralmente hablando– en la confortable “casa común de la moderación y el centrismo”, que a veces incluso se presenta con falsos aires socialdemócratas: el PP. Aquí cabéis todos si sois buenos chicos. No votéis al PSOE más: si queréis votar al PP fantástico, pero mejor si no votáis a nadie.
Moreno Bonilla es un perfecto ejemplo de lo que digo: ha dicho hace unas semanas que ojalá “el PSOE de hace unos años vuelva y reaccione”. Es de suponer, por cierto, que seguramente se refiere al mismo PSOE cuya credibilidad hizo lo imposible por minar a cuenta de los ERE, ese gran fraude judicial, político y mediático puesto al descubierto con las recientes sentencias del Tribunal Constitucional; al dirigido por Chaves y Griñán hace unos años, al de Susana Díaz, marketing vacuno mediante; aquel PSOE de Andalucía al que atacó y descalificó desde la oposición mañana tarde y noche. Más recientemente nos ha exigido que dejemos de ser “callados, subordinados y sumisos”, para invitarnos a sumarnos a la macro movilización que anuncia contra el acuerdo que ha permitido a Salvador Illa ser elegido presidente de Cataluña. Siempre Cataluña.
La confianza en el PSOE se fundamenta en parte en la radical desconfianza que producen las políticas de la derecha allí donde gobierna: es que no quieren a la derecha, a ver si se enteran de una vez
Seguramente, en quienes no piensan y a quien no invocan esas voces intencionadas son los millones de españoles y españolas –un 30% más o menos– que, contra viento y marea, cayendo chuzos de punta y arreciando toda la armada mediática en su bombardeo constante contra el PSOE de Pedro Sánchez, siguen tenazmente, elección tras elección, depositando su confianza en esas siglas más que centenarias. Confianza que se basa en la experiencia, de una parte, porque todos los avances importantes que se han producido en nuestra patria en materia de políticas sociales y de avances en la igualdad y los derechos civiles han sido auspiciados bajo gobiernos socialistas, pero que, de otra parte, se fundamenta en la radical desconfianza que producen las políticas de la derecha allí donde gobierna: es que no quieren a la derecha, a ver si se enteran de una vez.
Es a esos millones de personas que votan conscientemente al PSOE, al de antes y al de siempre, a quienes están insultando como han hecho siempre: primero fue el “voto cautivo”, luego las “pitas, pitas” de Esperanza Aguirre, y ahora la sumisión y subordinación a no se sabe qué poder demoníaco y bolivariano; por supuesto, que no falte una gotita de licor venezolano.
Nunca encontrarán eco en mí esas invocaciones dirigidas a la vuelta del Partido Socialista a unas supuestas esencias perdidas, por la sencilla razón de que esa esencias son hoy las mismas de siempre
Pues por respeto a esos millones de compatriotas que incansablemente confían en el PSOE, me siento en la obligación de decir bien alto y claro que ni callado, ni subordinado ni sumiso, sino con la plena libertad de decir y expresar lo que pienso, que he venido practicando desde los tiempos de la dictadura de Franco y por supuesto desde que tenemos democracia, nunca encontrarán eco en mí esas invocaciones dirigidas a la vuelta del Partido Socialista a unas supuestas esencias perdidas, por la sencilla razón de que esa esencias son hoy las mismas de siempre. La pasión por la igualdad, por conseguir que cada persona tenga igualdad de condiciones para su desarrollo personal; la defensa de lo público para defender a quienes no tienen más poder que el de su voto; el respeto a un concepto de una España diversa y plural fuente de su riqueza y prosperidad.
Porque esas esencias están tan vivas como siempre, les digo: aventuraron que negociaríamos un precio político con ETA, y erraron, el terrorismo etarra fue derrotado con la fuerza de la ley y el empuje de la sociedad española. Dijeron que la ley de amnistía acabaría con el Estado de derecho y abriría las puertas a la independencia de Cataluña, y erraron: la amnistía se está aplicando por los tribunales como corresponde en un Estado de derecho, y Cataluña tiene por primera vez en muchos años un Gobierno y una mayoría parlamentaria no independentista. Dicen ahora que ese acuerdo sobre una financiación singular para Cataluña va a significar el fin de la igualdad entre los españoles y la puerta falsa para su independencia. Una vez más errarán, y asistiremos de nuevo a un globo deshinchado tras meses de diatribas agoreras sobre el futuro de España: el PSOE garantizará que las condiciones para el ejercicio de los derechos fundamentales sean las mismas en toda España, porque de eso se trata. ¿O se trataba de otra cosa?
Desde hace años, y de forma más recurrente en los últimos meses, quienes nos proclamamos socialistas tenemos que soportar que voces muy diversas, por medios de comunicación o a través de las redes sociales, nos dediquen una atención intencionada, unas veces para apelar a quienes ellos denominan “socialistas buenos” o “socialistas de los de antes”, otras veces para que “seamos valientes y demos la cara”, y otras para directamente insultarnos llamándonos “borregos”. Pudiera haber quienes crean que esa atención tiene buenas intenciones, que esconde alguna verdad, pero como interpelado que soy me apresuro a decirles que no es así.
Digo que se trata de una atención intencionada por razones obvias, porque obvia es su intencionalidad política: se trata no tan sólo de apelar al supuesto descontento con las políticas del Gobierno de Pedro Sánchez de todas esas personas a las que se denomina “buenos” socialistas, sino también de intentar evidenciar que todas ellas podrían encontrar acomodo –electoralmente hablando– en la confortable “casa común de la moderación y el centrismo”, que a veces incluso se presenta con falsos aires socialdemócratas: el PP. Aquí cabéis todos si sois buenos chicos. No votéis al PSOE más: si queréis votar al PP fantástico, pero mejor si no votáis a nadie.