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Las razones de la ruptura de Adelante Andalucía

Jesús de Manuel

Secretario de Organización de Podemos Andalucía —

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Una ruptura nunca es grata para nadie. En política tampoco. No ayuda el hecho de que no es la primera que sufrimos en los seis años de historia de Podemos. Tampoco ayuda, en lo personal, que en ella estén implicadas personas con las que quien esto escribe ha compartido una relación estrecha de trabajo en el partido y en las instituciones. Ante la gente que no nos entienda y no nos disculpe, no nos queda otra actitud que la comprensión y la humildad de pedir perdón. Pero a la vez sentimos que tenemos el deber de explicarnos, que se lo debemos a quienes nos han apoyado. Hemos guardado silencio durante meses, y también desde el 28 de octubre hasta hace muy pocos días, precisamente por no contribuir a otro espectáculo lamentable, desolador, de desunión.

Sabemos que pocas palabras suenan peor que la palabra “expulsión”. Y que, de entrada, el que expulsa carga con la sospecha de la crueldad, del castigo injusto, de la arbitrariedad, del amordazamiento de la voz disidente. Y sin embargo no es así, no es tan sencillo. Disidente es quien desde dentro de un proyecto político manifiesta posiciones dispares respecto a la línea oficial, pero a la vez con lealtad al proyecto común. Lo que hemos vivido en los últimos meses, casi diría en los últimos años, no tiene nada que ver con eso. Hemos asistido a una típica maniobra de entrismo a cargo de un pequeño grupo que se ha aprovechado de un proyecto mucho más amplio, del trabajo militante de quienes han construido Podemos, del caudal de votos que ese proyecto ha arrastrado desde hace seis años y de la esperanza de cambio que Podemos encarnó en España desde nuestra irrupción en 2014.

El trotskismo, ideología tan respetable como minoritaria en el ámbito de la izquierda, recurre al entrismo con la esperanza de engrosar sus filas militantes mediante la cooptación de líderes y activistas de movimientos sociales

El entrismo es un clásico en organizaciones de inspiración trotskista como Anticapitalistas. El trotskismo, ideología tan respetable como minoritaria en el ámbito de la izquierda, recurre al entrismo con la esperanza de engrosar sus filas militantes mediante la cooptación de líderes y activistas de movimientos sociales, de cuadros de otras organizaciones y de lograr cierta influencia en la dirección política de las organizaciones donde se ‘entra’. Cuando la jugada sale muy bien, les permite apoderarse de un caudal de votos que por sí solos nunca habrían soñado con lograr. No es habitual que esto ocurra, pero así ha sido en Andalucía.

 Gracias a su fuerte liderazgo personal, Teresa Rodríguez fue elegida dos veces secretaria general de Podemos Andalucía y otras dos veces candidata a la Presidencia de la Junta de Andalucía por nuestro partido. Sin embargo, quienes militamos en Podemos Andalucía sabemos que su corriente es muy minoritaria entre las bases. Prueba de ello es que la inmensa mayoría de los concejales electos en 2019, ya fuera en listas de Adelante o de Podemos, permanecen leales al proyecto de Podemos. Anticapitalistas no ha logrado salir de esa posición minoritaria pese a controlar todo el aparato del partido en Andalucía durante 5 años.

 Conviene aclarar que la antigua Izquierda Anticapitalista dejó de ser partido para convertirse en asociación cuando la I Asamblea Ciudadana de Podemos -Vistalegre I- prohibió a quienes militaran en otro partido acceder a cargos orgánicos dentro de Podemos. Y ahora ha vuelto a convertirse en partido tras decidir abandonar Podemos en un congreso estatal celebrado el 28 de marzo. Dicho sea de paso, que la decisión se tomara en un congreso estatal resta credibilidad al relato de que estamos ante un conflicto entre Andalucía y Madrid. El detonante de esa decisión fue la constatación de que la posición de Anticapitalistas de rechazo al Gobierno de coalición con el PSOE era enormemente minoritaria entre el conjunto de la militancia de Podemos, también la andaluza, que por más del 96% de los votos avaló el acuerdo de gobierno entre Unidas Podemos y el PSOE.

Así, cualquier argumento que pretenda que la expulsión de ocho diputados elegidos por Podemos es antidemocrática, porque seis no pueden decidir sobre ocho, se topa de bruces con la realidad de que los once parlamentarios y parlamentarias que fueron elegidos por Podemos para formar parte de las listas de Adelante nunca habrían llegado al Parlamento si Podemos no las hubiera elegido en primarias para ello, que nunca habrían podido presentarse a esas primarias de Podemos si no hubieran estado 3 meses antes inscritas en el censo de Podemos, según marcaba el reglamento de primarias (no hay independientes, como se ha querido decir, en el grupo parlamentario de Adelante Andalucía). Y que, al final, esas 11 diputadas y diputados han abandonado su partido porque su posición política no llegaba a representar el 4% de las personas inscritas en Podemos Andalucía en un tema crucial para Anticapitalistas, como se han encargado de afirmar con insistencia.

 Tan es así, que esa ha sido una de las dos líneas rojas con las que tropezaron las negociaciones para intentar mantener unido el espacio de confluencia de Adelante Andalucía durante el verano pasado. Anticapitalistas pretendió entonces hurtar a las bases de IU y Podemos el derecho a decidir su política de alianzas pre y postelectorales, algo que forma parte del ADN democrático de ambas organizaciones. La otra línea roja, la de construir un sujeto político meramente andaluz, estábamos dispuestos a debatirla con el conjunto de las bases de Adelante Andalucía, pero Anticapitalistas también se negó a ello.

A lo largo de los meses en que hemos tratado de alcanzar un acuerdo, la posición de Anticapitalistas consistió en decirle a la dirección de Podemos algo así: si queréis utilizar la marca que Podemos fundó como coalición electoral, usar las redes sociales de la coalición y del grupo parlamentario resultante de ella, acceder a los recursos del grupo parlamentario, en los términos previstos en el acuerdo firmado tras las elecciones entre Podemos e Izquierda Unida, tenéis que asumir los postulados políticos de Anticapitalistas. El 4% imponiendo su criterio al 96% como requisito previo para compartir un espacio de confluencia que pertenece a todos.

 

Urgía actuar para restablecer la legitimidad democrática del grupo parlamentario y restaurar su conexión con las fuerzas políticas que impulsaron la coalición, para acabar con el secuestro de la voluntad popular expresada en las urnas

¿Democracia? Pero, además, es que esta no es una cuestión de mayorías o minorías, sino algo muy distinto y muy concreto que define con toda claridad el diccionario de la Real Academia de la Lengua: tránsfuga es la “persona que con un cargo público no abandona este al separarse del partido que lo presentó como candidato”. Por si quedara alguna duda, la Ley de Bases de Régimen Local deja muy claro en su artículo 73.3 que el grupo político lo forman quienes permanecen en la formación política que los eligió, aunque la mayoría decida abandonarla o sea expulsada de ella.

Llegados a este punto, alguien podría decir: estoy de acuerdo en cuanto al fondo, pero no me han gustado las formas o el momento. La respuesta a esta reflexión legítima es que ni IU ni Podemos hemos elegido el momento. El momento viene dado porque, a finales de octubre, IU descubre que la dirección del grupo, mayoritaria aunque ya desvinculada de Podemos y sin el consentimiento ni el conocimiento de Podemos, había creado una nueva cuenta corriente y elevado un escrito a los servicios jurídicos del Parlamento de Andalucía para que la asignación del grupo parlamentario fuera abonada en dicha nueva cuenta, sin que previamente la cuenta anterior hubiera tenido problema alguno que justificara la apertura de una nueva. Podemos no podía consentir el incumplimiento sistemático de los acuerdos, máxime cuando estos incumplimientos pueden afectar a la obligación que nos incumbe de justificar ante el Tribunal de Cuentas la gestión económica de un grupo parlamentario del que se nos ha excluido. Por eso urgía actuar para restablecer la legitimidad democrática del grupo parlamentario de Adelante Andalucía, para restaurar su conexión con las fuerzas políticas que impulsaron la coalición, para acabar con el secuestro de la voluntad popular expresada en las urnas que implica el transfuguismo.

La realidad es así de dura, pero no la hemos inventado nosotros. Y esas, y no otras, son las razones que nos han obligado a tomar medidas drásticas en defensa de nuestro electorado, que en su gran mayoría (todas las encuestas recientes así lo corroboran) al votar a Adelante Andalucía estaban votando a IU o a Podemos. Pero también en defensa del futuro de un proyecto de confluencia de la izquierda de marcado acento andaluz y a la vez cooperativo con las fuerzas de las que formamos parte en el conjunto del país, porque así lo han querido nuestras respectivas militancias.

Un proyecto de confluencia con vocación de Gobierno, que es lo que realmente preocupa a las derechas en Andalucía que están aliadas con la extrema derecha para gobernar nuestra tierra. Las derechas están muy cómodas cuando la izquierda se sitúa en coordenadas ideológicas donde no habita nadie, cuando la izquierda se aferra a una pretendida pureza para negarse a transformar la realidad desde el Gobierno. Querer situarse en otras coordenadas ideológicas es legítimo, no obstante. No lo es, en cambio, querer hacerlo aprovechándose de votos, esfuerzo y recursos ajenos. Podemos no puede ni debe permitir que una minoría usurpe un proyecto que contribuimos a fundar, ni puede tolerar que las personas que votamos para representarnos en el Parlamento de Andalucía nos dejen sin voz porque han abandonado el proyecto de Podemos pero se niegan a entregar las actas de diputadas y diputados que obtuvieron gracias a la militancia en nuestro partido.

Que nadie dude de que vamos a defender con todos los argumentos políticos y jurídicos que nos asisten la expresión de 600.000 andaluzas y andaluces en las urnas. Y que vamos a seguir trabajando, de la mano de IU y las fuerzas de progreso que quieran sumarse, para construir una alternativa de Gobierno sólida y plural en Andalucía. La sociedad andaluza, especialmente ahora, necesita ese espacio político que ponga en el centro de su actuación lograr avances para la mayoría social, modernizar nuestra economía, hacer de Andalucía un espacio más habitable, feminista y fraterno. Tenemos la certeza de que hay tiempo, ganas y energía de sobra para construirlo. 

Una ruptura nunca es grata para nadie. En política tampoco. No ayuda el hecho de que no es la primera que sufrimos en los seis años de historia de Podemos. Tampoco ayuda, en lo personal, que en ella estén implicadas personas con las que quien esto escribe ha compartido una relación estrecha de trabajo en el partido y en las instituciones. Ante la gente que no nos entienda y no nos disculpe, no nos queda otra actitud que la comprensión y la humildad de pedir perdón. Pero a la vez sentimos que tenemos el deber de explicarnos, que se lo debemos a quienes nos han apoyado. Hemos guardado silencio durante meses, y también desde el 28 de octubre hasta hace muy pocos días, precisamente por no contribuir a otro espectáculo lamentable, desolador, de desunión.

Sabemos que pocas palabras suenan peor que la palabra “expulsión”. Y que, de entrada, el que expulsa carga con la sospecha de la crueldad, del castigo injusto, de la arbitrariedad, del amordazamiento de la voz disidente. Y sin embargo no es así, no es tan sencillo. Disidente es quien desde dentro de un proyecto político manifiesta posiciones dispares respecto a la línea oficial, pero a la vez con lealtad al proyecto común. Lo que hemos vivido en los últimos meses, casi diría en los últimos años, no tiene nada que ver con eso. Hemos asistido a una típica maniobra de entrismo a cargo de un pequeño grupo que se ha aprovechado de un proyecto mucho más amplio, del trabajo militante de quienes han construido Podemos, del caudal de votos que ese proyecto ha arrastrado desde hace seis años y de la esperanza de cambio que Podemos encarnó en España desde nuestra irrupción en 2014.