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Receta contra la ecoansiedad
Cada vez hay más gente preocupada por la calidad ecológica de nuestro entorno, y con razón. La crisis ecológica global se agrava cada día, con la Sexta Gran Extinción de Biodiversidad y el Cambio Climático como problemáticas más preocupantes y estrechamente relacionadas. Esta preocupación ambiental se plasma de muchas maneras, desde orientar el voto en las elecciones hasta desarrollar ecoansiedad. Una ecoansiedad que sufre especialmente gente joven al plantearse, entre otras cosas, que les tocará vivir en un entorno de menos calidad ecológica y más inhóspito que el actual. Pensamientos que abren grandes incertidumbres vitales amenazantes y que vienen acompañadas de sentimientos desagradables y tensión.
En este contexto, creo que hay una receta, compuesta por una serie de actuaciones relativamente sencillas, que acompaña perfectamente a esta preocupación ecológica y mitiga, si no elimina, la ecoansiedad. Mi especialidad no es la psicología. Este texto es una aportación modesta, basada en mi experiencia personal y la ecología, que no intenta suplir a tratamientos psicológicos profesionales. Es más, creo que es totalmente compatible con estos.
Cuando se empieza a analizar la crisis ecológica con una visión de clase social se descubre, por ejemplo, que el 11% más rico es responsable de más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero
El primer ingrediente de esta receta contra la ansiedad es contar con información científica contrastada. El conocimiento sobre cuál es la causa última de la crisis ecológica global quita un peso de encima a mucha gente. Esa causa última no es más que el crecimiento continuo y acelerado de la economía capitalista, plasmado en las cifras de producto interior bruto. Así, la economía capitalista crece exponencialmente degradando nuestro entorno al incorporarlo a su esfera productiva.
Un análisis ecológico serio nos muestra que la degradación ambiental que sufrimos es una cuestión consustancial y estructural del sistema capitalista. Un sistema socio-económico, basado en competencia vector de crecimiento, que está chocando contra los límites biofísicos del planeta Tierra. Esta degradación ambiental la podemos medir, por ejemplo, en consumo de recursos naturales, producción de residuos, o calidad y cantidad de servicios ecosistémicos. Cuando se empieza a analizar la crisis ecológica con una visión de clase social se descubre, por ejemplo, que el 11% más rico es responsable de más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Así, se descubre que si los súperricos no paran de volar en jets privados, entraremos en la fase de cambio climático abrupto en este siglo.
Con este análisis estructural, se relativiza el papel del consumo responsable de una persona trabajadora para mitigar la degradación ambiental. Entonces, al no sentirse parte consustancial de la crisis, puede romper con el inmovilismo que conlleva pensar que no puede hacer nada porque está en la raíz del problema con el que querría acabar. Por lo tanto, este análisis científico libera para la acción y permite enfocar mejor los esfuerzos para salir de la crisis ecológica. Con esto no quiero decir que no sea importante consumir de forma responsable, pero sin engañarnos en nuestra capacidad de mitigación de la crisis ecológica. Creo que debemos ser conscientes de lo importante que es nuestro consumo responsable para nuestra salud, nuestra calidad de vida y para adaptarnos a las consecuencias de la crisis ecológica global.
Tras informarnos, huyendo de bulos, el segundo componente de la receta es tener clara una salida a la crisis ecológica global. El principio activo de este componente viene dado por un buen análisis de situación. Si no vemos cómo avanzar para superar la crisis ecológica, podemos caer en la desesperación y el nihilismo, abandonando toda esperanza de mejorar socio-ecológicamente. Sin embargo, si tenemos claro hacia dónde tenemos que ir, dónde está el horizonte de avance, será mucho más fácil activarnos en pro de aportar a una solución real. Así, conseguiremos recompensa a nuestros esfuerzos, alejándonos de la frustración. Si el primer ingrediente, la información, opera fundamentalmente en el mundo de las ideas, el segundo ingrediente, conocer el horizonte de salida, nos conduce desde ese mundo de las ideas a una acción que intenta transformar nuestro entorno material. Esta conexión pro-acción ocurre fácilmente cuando nuestro análisis está basado en una realidad material que lo ata a cuestiones concretas, y avanza con fuerza cuando este análisis científico se une estrechamente a sentimientos y sensaciones de nuestro día a día relacionadas con nuestras dependencias social y ecológica.
La movilización colectiva nos permite sentirnos parte de un grupo humano con intereses comunes, en este caso, socio-ambientales
El tercer componente de la receta contra la ecoansiedad es la movilización. Movilización social que debe ser colectiva para que este componente sea eficaz en su acción anti-ecoansiedad, y no se queda en un excipiente sin más. La movilización colectiva nos permite sentirnos parte de un grupo humano con intereses comunes, en este caso, socio-ambientales. Esto infunde sentido de pertenencia y ánimos en nuestros esfuerzos, al tiempo que los hace más eficaces. Esta movilización puede ser defensiva, orientada a frenar una problemática socio-ambiental concreta, y/o constructiva al poner los esfuerzos en mejorar la situación de nuestro entorno ecológico. Para que este componente de la receta funcione bien ayuda pensar glocalmente, es decir, tener claro un análisis global de la problemática socio-ambiental que se enfrenta (primer ingrediente), y actuar localmente.
El cuarto y último ingrediente de la receta contra la ecoansiedad es participar en redes de apoyo que nos hagan más resilientes frente a las consecuencias de la crisis ecológica. Estas redes sociales se están estableciendo tanto en pueblos y barrios, como en centros de trabajo. La mayoría de estas redes surgen a partir de luchas sociales frente a problemáticas socio-ambientales concretas. Se basan en comportamientos colectivos de apoyo mutuo en las esferas de los trabajos de cuidados, alimentación, bienestar ambiental, vivienda, etc. En el marco de estas redes de apoyo se establecen debates que ayudan a construir una opinión propia crítica respecto a las diferentes problemáticas socio-ambientales, al mismo tiempo que nos protegemos frente a ellas. El capitalismo, desde la misma causa de la crisis ecológica, nos empuja al individualismo cuando la salida a esta crisis, y una de las claves de esta receta, es la acción colectiva. Una acción que nos permita superar las condiciones socioeconómicas que impulsan la degradación ambiental y la cultura, ideas y sensaciones que dichas condiciones materiales engendran a nivel individual y colectivo, incluyendo la ansiedad.
En definitiva, la clave de esta receta antiansiedad es transformar, parcialmente, la preocupación individual en ocupación colectiva. Su posología en pro de la salud mental en tiempos crisis lleva una dosis continua de información, un objetivo claro de fondo, y acción, debate y organización colectivas, muy bien mezcladas para vivir mejor. Es más, esta receta no ayuda solo ahora a quien la toma, también apoya a sus generaciones futuras.
Cada vez hay más gente preocupada por la calidad ecológica de nuestro entorno, y con razón. La crisis ecológica global se agrava cada día, con la Sexta Gran Extinción de Biodiversidad y el Cambio Climático como problemáticas más preocupantes y estrechamente relacionadas. Esta preocupación ambiental se plasma de muchas maneras, desde orientar el voto en las elecciones hasta desarrollar ecoansiedad. Una ecoansiedad que sufre especialmente gente joven al plantearse, entre otras cosas, que les tocará vivir en un entorno de menos calidad ecológica y más inhóspito que el actual. Pensamientos que abren grandes incertidumbres vitales amenazantes y que vienen acompañadas de sentimientos desagradables y tensión.
En este contexto, creo que hay una receta, compuesta por una serie de actuaciones relativamente sencillas, que acompaña perfectamente a esta preocupación ecológica y mitiga, si no elimina, la ecoansiedad. Mi especialidad no es la psicología. Este texto es una aportación modesta, basada en mi experiencia personal y la ecología, que no intenta suplir a tratamientos psicológicos profesionales. Es más, creo que es totalmente compatible con estos.