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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

No son relatos son cuentos

La mitad del país cabreada, la otra decepcionada, y como denominador común desconcierto e incomprensión. La política siempre ha tenido una parte de teatro y exageración, de simulación y puesta en escena, pero hasta ahora conocíamos las reglas y los límites de la obra que se nos representaba: las instituciones no se ponían en juego; las medias verdades se aceptaban, las mentiras flagrantes no; los cambios de posición requerían tiempo y maduración.

Todas esas reglas han saltado por los aires a manos de tertulianos, spin doctors y políticos que les bailan el agua.

¿De donde salen estos personajes que han licuado el sentido común de la vida política en España? Medran en el contexto de infoxicación en el que vivimos. La información disponible es tan compleja y abundante que resulta materialmente imposible tamizarla. Ese es el ecosistema predilecto de estos dos personajes clave en la nueva política. El spin-doctor, el constructor de relatosspin-doctor, el que nos traslada explicaciones sencillas y autosostenidas que aunque tengan fecha de caducidad cumplen el objetivo de ordenar la información: de un lado los héroes del cuento/relato, del otro los villanos. La realidad no importa si el relato encaja, y que encaje o no depende de la solidez de los relatos previos sobre los que se sostiene. A veces la pila de relatos amontonados se derrumba con estrépito y deja al rey desnudo.

De otro lado están los tertulianos, modernos chamanes que nos interpretan la realidad y nos explican los castigos divinos de la política española, fenómenos menos explicables que los metereológicos. Nos trasladan asideros en un mundo crecientemente incomprensible.

Nada de esto sería posible sin la espectacularización de la política. Los líderes de los partidos no son ya militantes curtidos en mil batallas internas y con asentadas posiciones ideológicas. Son aquellos que mejor se adaptan al escenario televisivo, los más hábiles para la puesta en escena. Los aparatos pierden poder y las estructuras que sostienen ideologías lo hacen con ellos. Han aparecido incluso los partidos-persona. La política se encarna y las decisiones dejan de ser colectivas para depender de un solo hombre (casi nunca es una mujer) rodeado de adeptos, spin-doctors y el número de teléfono de tertulianos de cabeceraspin-doctors.

Pero el problema de los spin-doctors y los tertulianos es que necesitan audiencia y en España con cada giro de guión aumentan los desconectados, aquellos que están hartos, que ya “pasan de todo” y lo mismo se quedan en casa el 10N. Cinco provincias en las que la izquierda podría perder un diputado por menos de mil votos y siete circunscripciones en las que los votos de Vox que no dieron escaños podrían dárselo al PP. Un vuelco electoral podría acabar siendo un terrible baño de realidad cuya única virtud podría ser deshacernos de una vez por todas de los mercenarios amantes de jugar al ajedrez con el futuro de todos.

Sergio Pascual fue el primer secretario de organización de Podemos y diputado en las legislaturas XI y XII

La mitad del país cabreada, la otra decepcionada, y como denominador común desconcierto e incomprensión. La política siempre ha tenido una parte de teatro y exageración, de simulación y puesta en escena, pero hasta ahora conocíamos las reglas y los límites de la obra que se nos representaba: las instituciones no se ponían en juego; las medias verdades se aceptaban, las mentiras flagrantes no; los cambios de posición requerían tiempo y maduración.

Todas esas reglas han saltado por los aires a manos de tertulianos, spin doctors y políticos que les bailan el agua.