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OPINIÓN | Aldama, bomba de racimo, por Antón Losada

Una sonrisa eterna

Confieso que no tengo palabras para expresar el dolor que nos ha provocado tu pérdida, Carme. Confieso que aún no me hago a la idea de no tenerte.

No has sido una mujer cualquiera, has sido una mujer excepcional y eso hace que también sea excepcional el sentimiento de vacío que nos dejas porque nos dejas huérfanos de tu sonrisa, esa sonrisa que ya es eterna...

Fuiste una luchadora porque la vida te puso a prueba demasiado pronto y ese espíritu de superación y entrega ha condicionado cada día de tu existencia. Aprendiste a ser más fuerte, aprendiste a pelear más duro y a hacerlo sin la más mínima queja ni el más mínimo sentido de victimismo. Lo asumiste desde la naturalidad y elegancia que formaban parte de tu esencia.

Eras una mente lúcida de firmes convicciones y sólidos principios forjados en la lealtad a nuestro partido. Tenías voz propia, opinión propia y estilo propio con lo que ello significa en esta sociedad machista que seguimos soportando. Y es que eras única, Carme.

Fuiste una mujer valiente que con decisión asumiste la responsabilidad de dirigir un Ministerio que la historia nos había negado a las mujeres hasta ese momento. Y no dejaste indiferente a nadie porque nos abriste camino a todas. Tu imagen embarazada de siete meses pasando revista a las tropas españolas perdura en nuestra retina porque sentimos que ese día se hacían añicos muchos techos de cristal. Aquel día cambiaste la historia de este país y a tu lado sentíamos que todas lo hacíamos contigo.

Jamás te pusiste límites porque era tal tu vocación de servicio público que no había distancia que te frenara en tu objetivo de visitar a todas las tropas españolas destinadas en misiones internacionales a pesar de tu avanzado estado de gestación. No había límites ni horarios porque eras trabajadora incansable y lectora empedernida.

Contigo también aprendí a perder, Carme, porque hasta cuando fracasamos en el intento de que fueras la primera secretaria general del PSOE nos diste una lección de humildad y generosidad. Recuerdo aquella noche dura en Sevilla en la que, tras conocer los resultados, te pusiste a disposición del partido. Siempre leal, siempre comprometida, siempre socialista.

Confieso que me apenó tu decisión de dejar el escaño y de no repetir como cabeza de lista del PSC en las elecciones generales, una pena nada comparable a la que siento ahora. Tristeza compartida con todos los socialistas de este país que en las últimas horas nos sentimos desolados.

No dejo de pensar en ese “corazón al revés” como tú misma lo llamabas que nos ha jugado una mala pasada y se ha parado demasiado pronto para robarnos un trocito del nuestro a cada uno de nosotros.

Pero no te has ido del todo, Carme, porque has dejado un legado de compromiso, justicia social y feminismo que te hará inmortal, tu huella perdurará para siempre... Y has dejado lo mejor de ti, al pequeño Miquel que puede sentirse orgulloso de su madre.

Desde donde estés, Carme, sigue sonriéndonos porque tu sonrisa es luz.

Confieso que no tengo palabras para expresar el dolor que nos ha provocado tu pérdida, Carme. Confieso que aún no me hago a la idea de no tenerte.

No has sido una mujer cualquiera, has sido una mujer excepcional y eso hace que también sea excepcional el sentimiento de vacío que nos dejas porque nos dejas huérfanos de tu sonrisa, esa sonrisa que ya es eterna...