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OPINIÓN
Sumar para Andalucía, Sumar a Andalucía
Fue inesperado allende Despeñaperros. Un domingo, 4 de diciembre de 1977, en plena Transición, salían a las calles de Andalucía cerca de un millón y medio de andaluzas y andaluces a pedir libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Lo que vino después ya lo conocemos y se resume en que el pueblo andaluz rompió el guion previsto que pretendía confederalizar el norte y regionalizar el sur del país. No se entenderían los avances progresistas en las cuatro décadas posteriores sin aquel punto y aparte. El sentido común andaluz, escorado hacia los valores colectivos y su conciencia trabajadora ha estado y está ahí.
Inesperado también fue el resultado del pasado 23 julio. También en domingo se dio una sorpresa y se rompió otro guion en virtud del cual este país iba a retroceder décadas en derechos y libertades. Dos millones de andaluzas y andaluces votaron a las candidaturas del bloque progresista contribuyendo decisivamente a parar la ola reaccionaria que venía crecida desde las elecciones autonómicas y municipales. El Partido Popular andaluz lo sabe: comienza su descenso. Moreno Bonilla tocó techo en una coyuntura postpandemia que le fue muy favorable, pero hemos pasado de pantalla.
La fortaleza de la izquierda que movilizó al pueblo andaluz aquel 4 de diciembre se nutría de su arraigo en la vida cotidiana de la gente y de su pluralidad. El movimiento obrero y campesino, el movimiento vecinal, el andalucismo y, cómo no, el papel del partido fueron determinantes. El partido era el Partido Comunista, al cual no hacía falta referirlo más que diciendo “el partido” dada su hegemonía aplastante en la resistencia antifranquista. En cualquier caso, fue el arraigo popular, el hilo rojo y la conciencia de que Andalucía era una tierra condenada a relaciones de dependencia que debía romper por sí misma lo que explica aquella expresión de poder popular que marcó la historia reciente de nuestro país.
Hoy el motor de avance de nuestra tierra -y de resistencia mostrada el 23J- sigue ligado al arraigo de la izquierda en el mundo rural andaluz, en el cual se siguen dando experiencias exitosas de municipalismo transformador; a las conciencias que movilizan los sindicatos de clase; a la defensa de nuestro medio natural del movimiento ecologista, el cual ha sintonizado con los malestares e incertidumbres de cada vez más andaluces preocupados por la escasez de agua, por la proliferación de macroproyectos insostenibles de energías renovables -sí, no es un oxímoron la insostenibilidad de un macroproyecto de renovables- y, muy especialmente, al movimiento lgtbi+ y al movimiento feminista. Muchas mujeres andaluzas salieron a votar el 23J en defensa propia, no en vano es determinante el apoyo mayoritario de las mujeres a las fuerzas progresistas.
Tras el 23J se abre un ciclo nuevo que ha de ser una oportunidad para Andalucía. El gobierno de mayoría absoluta de Moreno Bonilla y otros gobiernos autonómicos del PP con Vox tienen un denominador común por encima de matices: son más neoliberales que otra cosa. Ante todo, siguen la ortodoxia neoliberal en lo económico y social y, a partir de ahí, nos encontramos con más o menos batalla cultural en sus políticas y más o menos discursos explícitamente machistas, negacionistas y revisionistas de nuestra historia. En lo que todos coinciden y lo que más une al PP y la ultraderecha es la agenda neoliberal que en el caso andaluz se traduce en un capitalismo extractivista: exportamos productos agrícolas (es decir: exportamos el agua tan escasa que tenemos), vendemos nuestro suelo (a fondos de inversión que explotan la tierra o a fondos de inversión que promueven pelotazos urbanísticos), quebramos los servicios públicos (se cierran líneas de educación pública, se maltrata la formación profesional desde lo público, se infrafinancia la universidad, se despiden sanitarios…) mientras, de nuevo, fondos de inversión invierten en el negocio de la salud y la educación, y, sorpresa, reciben ingentes cantidades de recursos de las arcas públicas. En lugar de diversificar nuestra economía, de fortalecer los servicios públicos y de proteger los sectores económicos y pymes éstos se ponen en bandeja de plata a los fondos de inversión. El papel de los nuevos señoritos es, precisamente, hacer de manijeros en esa renovada relación de dependencia que sufre Andalucía.
Decía que este nuevo ciclo ha de ser una oportunidad para Andalucía porque atravesamos una coyuntura excepcional para acometer una transición energética justa, una industrialización verde y el blindaje de los servicios públicos. En este sentido es clave que no se cierre ni un aula, ni un centro de salud más en el mundo rural andaluz, que se invierta decididamente en la formación profesional prestada desde lo público y que se fortalezca el sistema sanitario público y de dependencia. Esta coyuntura debe servir para afrontar eso sabiendo que tenemos un gobierno andaluz que va a remar en contra.
Esta legislatura debería también servir para actualizar la financiación autonómica y la financiación local (la gran olvidada). Será difícil dada la posición de la derecha que ostenta tantos gobiernos autonómicos y que se ha puesto en la senda de horadar las cuentas públicas. En Andalucía el Partido Popular va en contra del espíritu del Estatuto de Autonomía y del acuerdo de financiación autonómica suscrito por el Parlamento Andaluz en 2018 cuando promueve el dumping fiscal entre comunidades autónomas y da privilegios fiscales a las grandes fortunas. Eso no es, ni más ni menos, que detraer recursos para Andalucía y enflaquecer el Estado del bienestar. Andalucía tiene que jugar su papel en este debate para garantizar la cohesión social y territorial pero no será posible desde los objetivos neoliberales de la derecha.
¿Quién debe empujar hacia esas transformaciones impostergables para Andalucía? Las fuerzas políticas y sociales conjuradas en Sumar y la gente que se ha incorporar al proceso político. Sumar es un impulso que deber ser continuado con la articulación de las izquierdas en pro de una agenda política de futuro pero que encuentra eco en las históricas reivindicaciones del pueblo andaluz expresadas aquel 4 de diciembre y, aunque con menos decibelios, en una latente y perenne conflictividad social en una tierra que tiene las tasas de desigualdad y precariedad más elevadas de la UE
Sumar para Andalucía significa que Sumar tiene que ser una herramienta útil para las demandas de Andalucía y, por tanto, tiene que estar arraigada en la sociedad andaluza a través de los múltiples sujetos políticos que la componen. Insertarse en el conflicto y organizarse con quienes están dispuestos a dar un paso al frente para defender el agua, los derechos y libertades, los servicios públicos, nuestra economía, nuestra memoria y la igualdad. Sumar en Andalucía tiene que ser la defensa de lo común. Ahí está el sentido profundo de las necesidades de Andalucía.
Sumar a Andalucía significa que Andalucía tiene que ser protagonista en la configuración del nuevo país que ha de brotar, a pesar de las resistencias y palos en las ruedas que pongan las fuerzas reaccionarias. Es imposible un nuevo país edificado sobre las esperanzas de igualdad, libertad y justicia social sin el empuje de Andalucía en donde siguen presentes en su memoria y en su sentido común los mimbres de una visión progresista para (y del) país.
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