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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La última palmera de don Joaquín

Juan Manuel Mancebo (Candidatura Ciudadana Alhaurín Despierta)

Don Joaquín es el alcalde de mi pueblo, Alhaurín de la Torre. Pero podría serlo de cualquier otro. Es del Partido Popular, pero también podría ser (y de hecho lo fue) de cualquier otro de los grandes partidos.

Tiene otras características en común con el resto de alcaldes de su especie. A saber: su afición por las inauguraciones y boatos, por las grandes obras megalómanas y por las rotondas. También por repetir candidatura año tras año, evitando esa maldita palabra que es “sucesión” (de primarias ni les habléis, no fueron ese día a clase de democracia). Este, como otros, llevan casi 20 años en el poder, duplicando cargos e ingresos, (Alcalde-diputado a la vez, pasándose por “la rotonda” los estatutos de su propio partido) eso sí, siempre por que el “pueblo se lo pide”, y claro está, porque aun no ha nacido quien lo haga mejor que él.

Son los signos más visibles de un grupo de personas que han hecho de la política una forma de vida y de los Ayuntamientos la perfecta extensión de sus partidos para satisfacer sus intereses y los de los más cercanos. Son los neocaciques. Mas “caspa” que “casta”, matizando la expresión del “otro”.

Para entender cómo funcionan les cuento la metáfora de “la palmera”, otra de sus filias.

El de aquí, el de Alhaurín, ha convertido travesías y carreteras en avenidas de palmeras tropicales. (Imagínense yendo al Mercadona, rollo esa escena de Edy Murphy paseando en descapotable por Beverly Hills). Atrezzo de infraestructuras escaparate diseñadas por el departamento de obras que dirige el todopoderoso arquitecto y ejecutan a medias los servicios operativos municipales y alguna empresa que, en el mejor de los casos gana concursos con pliegos de condiciones a medida, o los evita a través de fraccionamientos en las adjudicaciones de los proyectos y contratos. Todo legal, eso si.

El que las palmeras de 8 metros, venidas de Egipto o sudamérica, traigan su propia plaga de bichos que las elimina periódicamente al no encontrar el parasito su depredador natural en nuestra latitud, es un problema menor, que para eso están los presupuestos municipales y las sustituciones con nocturnidad, eso si, para que el decorado permanezca listo cada mañana y nadie note el desvarío.

Las palmeras son demasiado altas, no dan sombra, no dan frutos, nos cuestan el dinero, como los alcaldes que las ponen.  Si las calles y barrios se poblaran de otros árboles y los ayuntamientos de otros políticos, ambos de escala más cercanas a las de la gente, todo sería distinto.

Esta mañana, muy temprano, han cambiado en Alhaurín la que podría ser la última de las palmeras de don Joaquín.

Solo hace falta que nos pongamos a plantar naranjos o manzanos, que nos dan sombra, comida y se acercan más a la realidad de nuestros pueblos y ciudades. Luego el domingo, ser conscientes de que tenemos una oportunidad histórica de cambiar a través de las urnas a esos políticos que gestionan ayuntamientos como plantan palmeras.

Es el momento de colocar a ciudadanos organizados en partidos o plataformas, que gestionen y diseñen nuestras ciudades y nuestro futuro pensando en la sombra y en los frutos que necesita la gente.

En mi pueblo se llaman Alhaurín Despierta, en otros lugares son Ganemos, Ahora, En Comú u otras denominaciones ya conocidas.

Son las candidaturas ciudadanas, organizadas por gente diversa que viene de distintos espacios pero que compartimos un mismo objetivo de participación, transparencia y justicia social.

Gente que, pese a no conocernos, tenemos más en común entre nosotros que con aquellos que nos gobiernan.

El domingo solo hay dos opciones, votar para que nos gobiernen o votar para gobernar. Palmeras o naranjos.

Don Joaquín es el alcalde de mi pueblo, Alhaurín de la Torre. Pero podría serlo de cualquier otro. Es del Partido Popular, pero también podría ser (y de hecho lo fue) de cualquier otro de los grandes partidos.

Tiene otras características en común con el resto de alcaldes de su especie. A saber: su afición por las inauguraciones y boatos, por las grandes obras megalómanas y por las rotondas. También por repetir candidatura año tras año, evitando esa maldita palabra que es “sucesión” (de primarias ni les habléis, no fueron ese día a clase de democracia). Este, como otros, llevan casi 20 años en el poder, duplicando cargos e ingresos, (Alcalde-diputado a la vez, pasándose por “la rotonda” los estatutos de su propio partido) eso sí, siempre por que el “pueblo se lo pide”, y claro está, porque aun no ha nacido quien lo haga mejor que él.