Con la última campaña de 2017-2018 de la aceituna de mesa marcada por los aranceles de EEUU, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publica los datos de producción, con 583.370 toneladas (5,5% menos) y comercialización, con 531.880 (7% más), casi el 70% para exportaciones. Esa aparente contradicción entre menos producción y más comercialización se explica por las importaciones: en las molturadoras entra fruto de fuera de nuestro país.
Son datos tras el mazazo de EEUU a la aceituna negra exportada por tres empresas de Andalucía, líderes en el sector y todas ellas ubicadas en Sevilla, a las que encareció el precio de entrada en dicho país. Desde entonces se están dando una serie de movimientos que derivan en un replanteamiento de un sector donde esta comunidad autónoma ostenta el liderazgo en producción y en comercialización. La entrada de la cooperativa de segundo grado Dcoop en el accionariado de la líder en aceituna de mesa precisamente en EEUU, Bell-Carter, y un calendario de movilizaciones en un sector que afronta nuevos retos parecen sólo el principio.
No es casual que cualquier movimiento en EEUU en este campo tenga impacto sobre todo en Andalucía. Porque si España es líder mundial, esta comunidad autónoma acapara tres de cada cuatro euros de la factura exterior nacional hasta alcanzar los 514 millones de euros en 2017, según datos de Extenda. Y el principal mercado para Andalucía es EEUU (164 millones de euros el pasado año), seguido a distancia por Italia (60) y Arabia Saudí (35).
Precisamente después de confirmarse el castigo a la aceituna negra para las tres empresas de Sevilla que copan las ventas a EEUU de un producto que en España se consume poco pero allí arrasa (Agro Sevilla, Aceitunas del Guadalquivir y Ángel Camacho Alimentación), Dcoop, inicialmente afectada por la investigación pero que luego se quedó fuera, ha dado una vuelta de tuerca. Se ha convertido en accionista con un 20% de Bell-Carter, una de las dos empresas que lideran el mercado de la aceituna de mesa en EEUU, y que, con la también californiana Musco Family Olive, denunció a sus competidoras de España propiciando dicho castigo vía impuestos de entrada al producto para tres de las cuatro.
De este modo, mientras la gran penalizada, Agro Sevilla, la mayor cooperativa de exportación de aceituna de mesa de nuestro país, afrontaba el despido de 50 trabajadores como consecuencia de ese golpe, y en el sector se producía una caída del 42,4% en las exportaciones a EEUU durante los primeros meses de esta medida, su competidora Dcoop, que agrupa a 154 cooperativas de 16 provincias y desde su sede en Antequera (Málaga) factura 1.000 millones de euros al año, negociaba con Bell-Carter. Y cerraba un acuerdo con el que refuerza su posición en el mercado de aceituna de mesa en EEUU mientras el resto continúa su pugna. Es más, la Asociación de Exportadores e Industriales de Aceitunas de Mesa (Asemesa) acaba de presentar el recurso contra la ratificación de los tributos.
Una batalla con varios frentes
Su presidente, Antonio Luque, compara este movimiento con el que hace tres años, cuando ya eran el principal productor de aceite de oliva del mundo, y entraron en Pompeian, la mayor aceitera de EEUU, para competir en dicho país con ese producto. “Si nosotros no hubiéramos hecho lo de Pompeian, habría sido muy difícil o casi imposible lo de Bell-Carter. Ésta ha visto la evolución y sinergias de aquella alianza, lo que creo que ha ayudado a iniciar esta nueva andadura”, resume.
Pese a que reconoce que “quedan años de mucho trabajo” confía en los buenos resultados para que “las aceitunas de mesa de nuestros agricultores puedan ser vendidas con su valor añadido en los lineales de EEUU”. Y huye de las críticas de los que ven mucha casualidad entre la denuncia que terminó con los aranceles y esa compra: “España es un país donde la envidia es un pecado capital bastante extendido. Entiendo que haya algunos que se sientan preocupados por un lado por la evolución que pueda tener este proyecto, pero con casi todo el mundo que he hablado hay buen feeling. Es más, el comentario más repetido que he tenido es 'y ¿por qué no se nos ha ocurrido a nosotros antes?'”.
En este sentido, considera que este proyecto va a servir para que en EEUU se consuman más spanish olives “lo que será bueno para todo el sector”. De hecho, insiste una y otra vez en que España necesita empresas con el tamaño suficiente como para no tener que depender tanto de las decisiones políticas de cualquier país del mundo, como estos aranceles, pero también como el Brexit. “La única manera de paliar esto es tener empresas con tamaño y bien posicionadas en los países de destino. Internacionalizadas de verdad”, concluye.
Precisamente, el mismo mensaje que desde la Junta de Andalucía lanzaban a los aceituneros. El consejero de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, Rodrigo Sánchez Haro, instaba, durante un encuentro en Utrera (Sevilla) a que el sector de la aceituna de mesa adquiera “una mayor dimensión empresarial”. Para continuar: “Nos interesa que el sector de la aceituna de mesa tome conciencia de que debe organizarse mejor y estructurarse en empresas con dimensión suficiente para la defensa de sus intereses”. Se lo decía a los mismos que una y otra vez han pedido que las administraciones intercedan tras el arancelazo de Donald Trump sin que hasta la fecha ningún movimiento, ni siquiera de la UE, haya servido. De momento, eso sí, la Junta de Andalucía ha anunciado la inversión de un millón de euros para promoción exterior de la aceituna de mesa y contrarrestar con ello las consecuencias de esos impuestos.
El gran problema: el precio
Para explicar esa atomización hay que remarcar que prácticamente la mitad de las exportadoras en 2017 (150) lo son regularmente (cuatro años seguidos haciéndolo), y es más, 77 empresas acapararon el 99% de las ventas a otros países el pasado año. No es que el sector no sea consciente de esto. Desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) reconocen esta realidad: “Es necesario trabajar para que el sector productor concentre su oferta. Está muy atomizado y tiene un perfil mayoritario de pequeñas explotaciones que no poseen la fuerza suficiente en la cadena agroalimentaria”. En paralelo, les perjudica una industria compuesta por muy pocas grandes empresas “que deciden unilateralmente los precios”.
Cuando comienza la campaña de recogida, los agricultores temen que los precios que van a percibir por su aceituna de mesa no lleguen a cubrir ni los costes de producción. En la pasada campaña, los gastos para producir un kilo de aceituna gordal se situaron en torno a un euro, mientras que la industria pagó 65 céntimos kilo. “Por tanto, los productores arrastran unas pérdidas que les hacen plantearse si coger la aceituna, reservarla para moler o, directamente, dejarla tirada en el suelo”, dicen desde la UPA.
David Gil, secretario general de la UPA en Sevilla, asegura que “esto se puede soportar un año, si acaso dos, pero ya vamos por tres y eso es insostenible”. Recuerda que sólo en la provincia, el verdeo supone cuatro millones de jornales por lo que reclama la implicación de las administraciones.
También en la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) creen que “el principal problema son los precios” por la estrategia de la industria de incrementar la oferta con los stocks acumulados y con variedades procedentes de terceros países.
Para concienciar de ello ya está previsto un calendario de movilizaciones, con tractoradas que empezaron el pasado lunes en los pueblos de las comarcas más afectadas (Aznalcóllar, Dos Hermanas, Arahal, Utrera, Morón de la Frontera, Los Palacios y Vilalfranca) y con la que pretenden llamar la atención sobre la crisis que se cierne sobre un producto que es seña de identidad de Andalucía.