Daniel López Marijuán, miembro de Ecologistas en Acción, cree que, si no existe una regulación previa, los daños que puedan ocasionar los transgénicos no serán reparables y no habla tanto de biodiversidad o salud como al derribo de un modelo productivo en el que las multinacionales tienen el control.
¿Por qué los transgénicos tienen tan mala prensa?
Por dos motivos: el primero es la incertidumbre y la inseguridad que generan, tanto en el agricultor y en el consumidor, fundamentalmente porque no están dilucidadas todas las situaciones de riesgo; y luego por la servidumbre y la subordinación que suponen a los intereses de grandes multinacionales, de la llamada agroindustria, que hace una vuelta de tuerca más para controlar toda la cadena de valor, lo que lleva a la pérdida capacidad de decisión, por no hablar de los riesgos ambientales y sanitarios, sobre todos los ambientales, por la hibridación y pérdida de características y de fortaleza genética por parte de los cultivos, lo que supone una pérdida de la biodiversidad.
A pequeña escala, los agricultores siempre han hecho pequeñas mejoras bilógicas como los injertos ¿no es esto biotenología?
Pero no manipulando genes. Alteran lo que llamamos el fenotipo, no el genotipo. Cuando dejas el fenotipo y te metes en la caja de pandora de los genes, es cuando aumenta el riesgo.
Hay sectores, como la medicina, en el que la biotecnología ha creado productos muy beneficiosos, como la insulina ¿no podría ocurrir algo parecido en la agricultura?
Deberían demostrarlo. En el caso de la medicina digamos que la biotecnología es la excepción que confirma la regla. No tendríamos capacidad para abastecer a los insulinodependientes si no contáramos con estos fármacos. Pero no se puede trasladar a la agricultura. La FAO corrobora que con la producción agraria mundial tenemos capacidad suficiente para abastecer a las poblaciones actuales y a las del futuro. No es un problema de suficiencia de alimentos sino de injusto reparto de los alimentos, de reparto de tierras, de que los alimentos son activos financieros. En esta situación, la biotecnología aplicada a la alimentación incrementa esta situación de pérdida de soberania y la servidumbre frente a las grandes multinacionales. Para nosotros, como ecologistas, este es el principal problema, por encima de los riesgos ambientales y los sanitarios: la absoluta pérdida de iniciativa y de soberanía alimentaria.
Entonces ¿Es un problema económico y político, no ambiental?
Un problema sociopolítico, sin duda.
Y el frente cual sería ¿ante los científicos o ante las reglas del mercado?
Los científicos debería tener más independencia. Dependen de los fondos de la administración y las grandes empresas por lo que su capacidad de independencia de juicio está recortada. Digamos que no son completamente ‘libres’, por así decirlo, para emitir juicio absolutamente independiente. Las pequeñas excepciones, científicos que son realmente independientes y comprometidos, deberían ser mayoría para que no tengan esta pérdida de iniciativa por motivos económicos: Quien paga manda. Tienen fondos para sus líneas científicas y técnicas, y la secuela es una pérdida de independencia para investigar. No están libres para tener capacidad e juicio y valoración total.
¿Lo que piden entonces es un cambio de modelo económico y político, no científico?
Mientras que los consumidores, los agricultores y gobiernos estemos en manos de la agroindustria, esta situación de crisis alimentaria y de crisis agrícola mundial no tiene solución. Habría que hacer una redistribución de fuerzas, de control político. El control tiene que estar en manos de los pueblos y no de la industria. En la industria, repito, quien paga manda: son ellos los que controlan desde las grandes administraciones hasta a científicos supuestamente independientes, a través de la financiación.
Sin embargo en la comunidad científica cada vez son más las voces a favor ¿esto es porque existe un mayor control o porque se experimenta más?
No están en paralelo los avances científicos con la aplicación de los principios de precaución y cautela. Ellos mismos lo reconocen. Toda la legislación y el control va a rebufo de los avances científico-técnicos. Sería muy de desear que fueran a la par, que la regulación estuviera en sintonía, que no tuviéramos que poner los límites pasado el tiempo, sino que exista una simultaneidad.