Con manteca de cerdo, harina, azúcar, canela y ajonjolí se hace el tradicional mantecado de Estepa. Aunque hay variantes. Sin embargo, el ingrediente imprescindible para elaborar este tradicional dulce sigue siendo la mujer de Estepa. De hecho, el 85% de las personas que trabajaban en esta industria son mujeres. Se les llama las mantecaeras.
Hace más de 400 años, el mantecado empezó a elaborarse sólo para autoconsumo y siempre en el ámbito doméstico, y su preparación era completamente manual. Ellas eran las que se encargaban de la matanza, obtenían la manteca de cerdo y las que hacían los mantecados. No había mujer en Estepa que no supiera hacer mantecados y la receta fue pasando de madres a hijas hasta hoy.
Remedios Fernández tiene 53 años y empezó a trabajar en el mantecao a los 13. Los cuatro últimos meses de los últimos cuarenta años los ha pasado liando mantecados. Su sitio era junto a la máquina de los moños, llamada así por la forma del envoltorio. “La campaña comienza en septiembre y acaba en diciembre y ese dinero es una ayuda extra que viene muy bien en casa, con mi marido enfermo y mi hijo viviendo en Inglaterra”, asegura, mientras recuerda el ambiente cordial que durante toda su vida ha habido entre las mujeres que trabajaban en las fábricas.
Fue una estepeña como ellas, Filomena Micaela Ruiz Téllez, apodada La Colchona, la artífice del arranque de esta industria local a mediados del siglo XIX, aunque los mantecados venían haciéndose en el pueblo desde los siglos XVI y XVII, según algunos estudios. De hecho, las monjas clarisas de la localidad se dedicaron a hacer dulces desde la fundación de su convento, en 1599.
Cuando La Colchona vio la demanda que tenían los mantecados, empezó a enviarlos con su marido, un transportista local. Pero vio que estos dulces se desmoronaban al abrirlos y se ponían duros muy pronto, así que empezó a emplear harina reseca para conseguir que quedaran crujientes por fuera pero tiernos por dentro, alargando así su conservación.
“Las llamaban las suecas del invierno”
En 1870, Filomena y su marido montaron el primer obrador artesanal de Estepa, que llevaba su nombre; una empresa que aún hoy perdura en la localidad. Desde ese momento, surgen en Estepa innumerables hornos y pequeños obradores dedicados a la fabricación, comercialización y distribución del mantecado y, en todos ellos, se emplea a mujeres. Al ser empresas familiares, ellas trabajaban juntas en las casas de los dueños. “Allí estaban las madres, las hijas, las tías, las sobrinas… Todas las mujeres del pueblo”, recuerda Remedios.
Además, muchas jóvenes llegaban a Estepa en busca de trabajo y muchas encontraban novio en el pueblo, por lo que acababan estableciéndose allí. “Venían de todos los pueblos de la comarca y las llamaban las suecas del invierno, porque les quitaban los novios a la mozas”, recuerda Remedios, cuyo marido ha trabajado más de 30 años resecando harina, igual que hacía La Colchona.
Rodeadas de un ambiente de compañerismo, las mujeres estepeñas estaban poniendo, sin saberlo, los pilares de una industria que hoy genera millonarios ingresos a la localidad. “Estaban las del hacer, que hacían la masa; las del liao, que envolvían el mantecado en el papel; las del envase, que lo metían en cajas; las maestras, que supervisaban el trabajo… Sólo los del amasijo, que amasaban el dulce, los horneros y los de los paquetes, que cargaban las cajas, eran hombres”, cuenta Remedios. El resto, mujeres que trabajaron a destajo, sin convenios ni horas extras, realizando, con esmero y dedicación, un trabajo que, a principios del siglo XX, convirtió a Estepa en un modelo de industria en la provincia de Sevilla, en una zona dedicada mayoritariamente a la agricultura.
La mecanización del proceso, la industrialización del sector y la legislación laboral contribuyeron a mejorar notablemente la situación de las mantecaeras de Estepa, cuyas vidas giraban completamente en torno a esta actividad. Hasta el punto de que las estepeñas planificaban sus bodas y embarazos en función de la temporada, según el libro Las 'mantecaeras' de Estepa. Un trabajo antropológico sobre una industria local, de Anastasia Téllez.
40 millones de euros de facturación previstos
En el último siglo y medio, el mantecado se ha convertido en un fuerte motor de empleo y generador de riqueza en Estepa, responsable del 90% de la producción nacional de este tradicional dulce. Según datos del Consejo Regular de la Indicación Geográfica Protegida Mantecados de Estepa, en esta campaña se prevé una facturación de 40 millones de euros, cuyo valor añadido se quedará prácticamente por completo en la localidad debido a que los 2.000 empleos directos y 2.500 indirectos que genera el mantecao en Estepa están en el pueblo. Toda una industria que producirá 17 millones de toneladas de productos, entre mantecados, polvorones, roscos, alfajores y otras variantes. Todos ellos cocinados, envueltos o empaquetados, aún hoy, por manos de mujer.