La pandemia del conejo frena la recuperación del lince

Podría haberse predicho si las alarmas hubieran saltado antes. El problema es que no había alarmas. Una pandemia ha diezmado la población de conejos en la Península Ibérica y los efectos sobre el lince ibérico han sido inmediatos: Sierra Morena ha perdido el 11% de su población de linces a lo largo del año 2013. La zona tiene ahora 169 linces, 17 menos que el año anterior.

Tras el descenso sufrido en 2012, la población global ha experimentado un ligero repunte, ocho ejemplares más (5,6%), hasta situarse en los 319 individuos. Doñana se ha quedado estancada con 85 ejemplares (uno más que el año anterior), mientras que Guadalmellato (Córdoba) y Guarrizas (Jaén), zonas con gran abundancia de conejos en las que se introdujo la especie hace cinco años, han salvado las cifras con un crecimiento conjunto del 67%, 26 ejemplares más.

Las estimaciones oficiales de la Junta de Andalucía han permitido determinar un aumento en el número de hembras territoriales, ejemplares de los que depende el potencial reproductor de la especie en libertad. Así, el número de hembras asentadas en un territorio y en edad reproductora ha crecido hasta 92, siete más que en 2012.

Asimismo, durante 2013, se detectaron un total de 24 muertes de lince ibérico en el medio natural, de las cuales 14 fueron por atropello (8 en Sierra Morena y 6 en Doñana).

Los conejos y la carretera, principales peligros del lince

Sin embargo, los expertos no se muestran muy optimistas y prevén que la enfermedad hemorrágico vírica del conejo (EHVc) va a tener unos efectos devastadores a lo largo de este año. El número de cachorros, que actualmente se estima en 54 individuos, ha disminuido en 24 ejemplares respecto al año anterior, a causa de la reducción experimentada en Andújar-Cardeña como consecuencia de la nueva cepa de la enfermedad.

Carlos Dávila, responsable de SEO/Birdlife en Doñana, destaca que “en los últimos meses se ha producido una nueva cepa de neumonía muy virulenta que afecta a los gazapos” y asegura que, en pocos meses, la enfermedad se ha llevado por delante al 90% de la población de conejos de Doñana. De los lagomorfos depende tanto la supervivencia del lince ibérico como del águila imperial, que ha sufrido sus cifras de natalidad más bajas de los últimos diez años.

Ramón Pérez de Ayala, miembro de WWF, forma parte del programa de recuperación del lince ibérico Life Iberlince, cuyo presupuesto asciende a los 34 millones de euros y en el que participan tanto administraciones públicas como organizaciones no gubernamentales. El ecologista no duda en expresar su enorme preocupación por la virulencia de la nueva cepa. “El problema del conejo es de una magnitud muy grande. Si se hubiera detectado antes, la población no habría bajado tanto en Andújar. En Doñana se ha estancado, porque la enfermedad ha entrado este año, pero es probable que baje a partir de ahora. La cosa no pinta nada bien”.

Los atropellos son la segunda gran amenaza para esta especie en peligro crítico de extinción. 14 ejemplares de lince ibérico se han dejado la vida en tan solo cuatro carreteras de Andalucía a lo largo de 2013. En las dos semanas que llevamos de 2014 ya han muerto dos más. En 2007 se consiguió que no hubiera ninguna muerte, pero desde entonces la cifra no ha parado de crecer. Pérez de Ayala destaca que “el porcentaje de muertes por atropello se mantiene estable” respecto a la población total, pero que esas muertes impiden que las poblaciones se unan y se consiga la ansiada variabilidad genética. A mayor riqueza genética, más oportunidades de enfrentarse a los cambios del ecosistema y las enfermedades.

La Justicia cifró el valor económico de un lince, en un caso de furtivismo, en 125.000 euros, mientras que en WWF manejan cifras que ascienden a los 200.000 euros. Estas cantidades permiten darle un valor objetivo y material a un problema que, según la organización ecologista tiene una solución fácil y económica: que el ministerio de fomento arregle “por cuatro duros” las vallas que rodean los puntos negros.

“No son medidas costosas. El problema es que hay un agujero en la valla por el que podría pasar un ciervo, aquello es un coladero. También habría que quitar los matorrales en los bordes de las carreteras para que el lince vea al coche y el conductor pueda ver al animal”, subraya Pérez de Ayala. Según el ecologista, la escasez de alimento también influye: los linces han encontrado comida junto a las carreteras. Al desbrozar y huronear, “le quitas el refugio al conejo para que se retire de la carretera” y se ese modo se aleja al lince de este foco de riesgo.

Las enfermedades, como la tuberculosis o la leucemia felina, y el furtivismo completan el abanico de amenazas que se ciernen sobre el lince ibérico, una especie que aspira en los dos próximos años a expandirse por otras cuatro zonas.

La superficie de distribución de la especie ha crecido ligeramente hasta situarse en 1.093 kilómetros cuadrados, cifra que en el año 2012 se calculaba en 1.073 kilómetros cuadrados. Los alrededores de Despeñaperros (Campo Calatrava), el sur de Extremadura, la parte septentrional de la Sierra Norte de Sevilla y Moura Barrancos (Portugal) son las zonas que podrían acoger a algunos de los 40 linces con los que ya se cuenta para su suelta desde los centros de cría.