Sevilla, 19 de diciembre de 1924. Sesión de clausura del VII Congreso Internacional de Oleicultura con presencia de representantes de distintos países. El presidente de la Comisión Organizadora habla de la agricultura como “una de las más atrasadas de las ciencias” y del ingeniero agrónomo como de un experto que “tiene que luchar no sólo con las dificultades de su ciencia”, sino con el labrador que “supone que toda ella consiste en distinguir los cereales en los comienzos de su vida, o en apreciar las modalidades de una poda o de una tala y disputa por ignorante al que no opina como él”.
Las cabañuelas, que se basan en la observación de los vientos, las nubes, la temperatura, las plantas, el comportamiento de los animales… en los primeros 24 días de agosto, es entonces el principal método de predicción meteorológica en el campo.
Años setenta. Hasta ese momento los bajos salarios no habían estimulado que los propietarios introdujesen adelantos técnicos en el campo, pero la emigración a las ciudades, reduciendo a la mitad la mano de obra agrícola, y el aumento de salarios incentivan la mecanización, sin embargo, llega la crisis…
2016. Han pasado casi cien años desde ese congreso sobre oleicultura y aunque ahora continuamos hablando de jornaleros, de trabajo de sol a sol y de temporeros en los distintos cultivos, poco tiene que ver esa agricultura con el mundo 2.0 en el que vivimos. Los avances tecnológicos se han ido aplicando casi sin que los propios trabajadores del campo se hayan percatado, mimetizándose en la naturaleza.
Desde la maquinaria en la recolección o los fertirriegos (fertilización del cultivo a través del sistema de riego), a sensores y drones que ya comienzan a surcar los cielos andaluces facilitando información sobre el estado de cultivos, del terreno, del campo. Todo ello sin hablar del marketing digital o de la nueva figura del llamado agrocommunity manager.
En medio de un bosque de olivos
En medio de un bosque de olivosEn el olivar, que aporta en torno a una cuarta parte de toda la producción agraria andaluza y el 30% del empleo en el campo, la mecanización de la recolección ha sido un gran paso, según explica Victorino Vega, técnico especialista del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera (IFAPA) Centro Alameda del Obispo. Se trata de un cultivo modélico al haberse ido adaptando a los avances.
Los tradicionales varejones (palos con los que se golpea el olivo para que caiga la aceituna) se han ido sustituyendo por las máquinas vibradoras, y para recoger la aceituna del suelo hay aspiradoras, sopladoras o barredoras. El sistema más moderno es la utilización de cosechadoras de paraguas invertido con las que el fruto cae por vibración a una especie de paraguas que se coloca bajo el árbol.
Pero al final, la modernización es un compendio de muchas cosas, entre las que se incluyen la modificación del diseño de las plantaciones, pasando de las tradicionales al intensivo (con 200-450 árboles por hectárea) y al superintensivo o en seto (con entre 1.500-2.000 árboles/hectárea).
El 25 por ciento del olivar andaluz ya se cultiva en Producción Integrada, (395.000 hectáreas en 2014), controladas por técnicos y donde se permite el empleo de todas las tecnologías disponibles, pero elegidas y aplicadas en el momento y forma adecuada, combinando aspectos biológicos, ecológicos del cultivo con aquellos que se refieren a maquinaria, manejo de suelo, riego, fertilizantes, o productos que ayuden al control de plagas y enfermedades.
Aviones no tripulados vigilan los campos
Aviones no tripulados vigilan los camposLos drones, esas pequeñas aeronaves no tripuladas que parecían los protagonistas de un futuro más lejano, se encuentran ya realizando tareas en la agricultura. En abril unas 200 personas se formaban en Granada para su uso en el control y seguimiento de explotaciones agrarias. Hace unos días otro curso tenía lugar en la provincia de Jaén. Las tareas que realizan son de seguimiento, prevención y control del agua y el suelo y de las distintas incidencias que se puedan presentar en las explotaciones.
Según Victorino Vega, la utilización de drones es relativamente barato y puede ser asequible para explotaciones de entre 15 y 30 hectáreas. Hay empresas que hacen vuelos por entre 20/25 euros la hectárea para vuelos mínimos de 10 hectáreas. “Y se pondrá muchos más barato”, asegura, “porque la tecnología es costosa cuando la demanda es pequeña pero este es el futuro. Un futuro que cada día es más presente.
También estas pequeñas aeronaves no tripuladas realizan tareas de vigilancia. La Diputación de Jaén aportaba hace unos meses 90.000 euros, para que unos drones, equipados con un sistema de sensores infrarrojos y cámaras termográficas, controladas de forma remota, “vigilen” las fincas de olivar y eviten los robos o intrusiones durante la noche.
Riegos controlados
Riegos controladosMuy importantes han sido los avances en el riego, especialmente cuando el conseguir agua se convierte en un reto y una de las principales causas de que los agricultores miren al cielo. En 1990 la superficie de riego en el olivar en Andalucía no superaba las 100.000 hectáreas y hoy tiene cerca de 580.000 hectáreas. Casi en su totalidad con riego localizado, el más eficiente que permite aportar el agua de forma precisa sólo donde se puede aprovechar y en bajas cantidades.
El IFAPA participa en el proyecto ‘FERTINNOWA’, incluido entre un total de 23 grupos de investigación y transferencia, empresas privadas y productores de diez países. El objetivo es crear una base de datos sobre el uso de tecnologías innovadoras y prácticas de manejo de sistemas de fertirriego, y trasladarlo al campo en el sector hortofrutícola. Para ello, primero se estudiarán todas las tecnologías existentes en el sector, las necesidades de los agricultores y las técnicas que son más asumibles económicamente. Se pretende así romper la brecha entre investigación y su aplicación, según explica Elisa Suárez, investigadora del IFAPA.
Almería, asegura Elisa Suárez, es la más avanzada en este sentido, en el uso de nuevas tecnologías como sensores, control de abonado... En esta provincia se encuentra la mayor concentración de invernaderos del mundo, con una superficie estimada de 30.000 hectáreas de cultivos. Gracias a la sucesiva incorporación tecnológica ha conseguido alcanzar una alta productividad por hectárea.
Del campo a las redes sociales
Del campo a las redes socialesPero el modelo de vida 2.0 que ha cambiado la imagen de muchos jornaleros y agrónomos no solo se refleja en la maquinaria y la necesidad de analizar y aplicar la gran cantidad de datos que se recogen diariamente en el campo sino que se traslada en la forma de vivir y vender el producto. De ahí el agromarketing digital o la figura del agrocommunity manager.
Un ejemplo de cómo las redes sociales pueden cambiar la vida de las personas que se dedican al campo es el blog ‘Criandonaranjos’, de Ricardo Aguayo. Un cordobés que se describe como ingeniero agrónomo pegado al campo y a la agricultura del siglo XXI. Él mismo explica cómo está en contacto a través del blog, de twitter, de facebook, y lo que le ha cambiado el modo de ver su profesión que le ha hecho apasionarse aún más por el campo, los cítricos, los cultivos de regadío, etc. “Trabajaba para una sola persona, y yo ahora siento que trabajo para mí, para ser mejor, para quien quiera escucharme”, explica en un vídeo colgado en su blog.
Agromarketing digital
Las cooperativas de aceite jiennenses también se suben al carro del comercio on line, que tiene una tendencia imparable con 15 millones de usuarios en España y para el que no basta con tener una página web. Son muchas las que venden desde hace años a través de las redes sociales otras se preparan para ello como las 17 que se han formado hace unos meses en esa aventura del marketing digital para la industria agroalimentaria gracias al programa Cooperativas & Redes organizado por la Diputación de Jaén con la colaboración de la Junta de Andalucía -a través de la Fundación del Olivar-, y de la Universidad de Jaén (UJA).
Se trata de un camino que ya han emprendido, con buenos resultados, muchos olivicultores e industrias agroalimentarias. Lo que pasa por la creación y el diseño de la propia marca, asesoría de marketing y ayuda logística en la comercialización.
Maquinaria, tecnología, sensores, drones, redes sociales, lejos quedan ya los animales cargados de capazos para transportar las hortalizas o las aceitunas desde el campo. Aunque según un documento de la FAO (“Agricultura mundial: hacia los años 2015/2030”), Para el siglo XXI se necesita una segunda revolución doblemente verde en tecnología agrícola. Ya no importa solo aumentar la producción, sino la calidad y que está sea respetuosa con el medio ambiente.