Les tenían ganas desde hacía tiempo. Los habían insultado, apedreado, amenazado con un arma de fuego y en una ocasión estuvieron a punto de darles un puñetazo, según sus propios testimonios. “Te vamos a enterrar en la finca”. José Miguel H. y Óscar G. se habían prodigado en ataques de todo tipo contra Juan Clavero y los ecologistas que atravesaban habitualmente su finca privada, La Breña del Agua en la Sierra de Grazalema (Cádiz). Una finca que había invadido un camino público y cuyos guardas defendían virulentamente frente a los legítimos senderistas.
El 26 de agosto estaba prevista una marcha por aquellos caminos usurpados al público. Se había anunciado por Facebook y los guardas de la finca estaban al tanto. Ese día no habría violencia. Tampoco llamarían delante de los ecologistas a la Guardia Civil, a cuyos agentes conocían con nombre propio. No, aquel 26 de agosto, José Miguel el administrador, Óscar el capataz y Juan Luis el encargado tenían un plan mejor: tenderle una trampa a Clavero con 47 gramos de cocaína y 4 de hachís (unos 3.000 euros) en su coche. Así el temido ecologista daría con sus huesos en el calabozo de la Guardia Civil de Ubrique (Cádiz). Así ocurrió. Para ello contarían con la inestimable ayuda de Manuel A., un amigo de Óscar y un tipo (casi) desconocido en el pueblo de El Bosque (Cádiz).
Tres guardas y un esbirro. Al cuarteto se uniría Juan Manuel A., cabo 1º y jefe de la patrulla del Seprona (Servicio de Protección a la Naturaleza) de Ubrique. Según el testimonio aportado por el agente de la Guardia Civil en las diligencias previas del caso, su amigo, el administrador José Miguel H., lo llamó el viernes 25 por la tarde, para comunicarle que los ecologistas tenían pensado hacer una marcha al día siguiente. El agente le respondió que “podían acceder al cordel (camino público) por ser de uso público y que si se salían del mismo, podía denunciarlo ante la Guardia Civil, informándole que el sábado comenzaba su servicio a las 15:00 horas y que podría acceder a la zona para poder comprobar la situación”.
“Estoy en Calvillo, El Bosque”
Al día siguiente, a las 15.21, el agente recibió un mensaje del administrador de la finca, José Miguel H.: “Estoy en Calvillo, El Bosque”. Según su testimonio, José Miguel le informa por teléfono, ocho minutos más tarde, de que “la cosa estaba tranquila, porque sólo habían accedido a la finca cuatro personas y uno de ellos es un infiltrado suyo que le va informando de lo que está pasando”, pero le pide que se entrevisten personalmente en el Restaurante Calvillo de El Bosque.
Según revelan las cámaras del bar, en el restaurante se encuentran ya reunidos los tres guardas imputados: José Miguel el administrador, Óscar el capataz y Juan Luis el encargado. Juan Luis y José Miguel hacen ademán de buscar monedas y se las dan en la mano a Óscar, que se marcha antes de que llegue el guardia civil. Minutos después, a las 15.40, la Guardia Civil recibe una llamada anónima desde una cabina telefónica. Esta es la transcripción que consta en las diligencias.
- Operador: “¡Guardia Civil de Cádiz!”.
- Llamante: “¡Hola, buenas tardes! ¿Guardia civil, no?”.
- Operador: “Sí”.
- Llamante: “Mira, yo llamaba para informar que hoy, entre las cuatro y media y las siete de la tarde, va a entrar en el pueblo de Benamahoma una furgoneta Volkswagen blanca, con matrícula terminada en DTT, con una importante cantidad de droga para ser consumida en las fiestas del Coto de Bornos”.
- Operador: “Umm”.
- Llamante: “Gracias”.
Los investigadores encuentran la cabina de teléfono desde la que se ha hecho la llamada, que se halla a escasos metros del restaurante Calvillo. Las cámaras de seguridad de unas sucursales bancarias revelan que una persona que parece ir vestida como Óscar el capataz (sólo se ve la parte inferior) y aparca frente a la cabina con un todoterreno de la finca, y llama desde la cabina a la hora de la llamada anónima.
Tras identificar su voz a través de una vecina, a los investigadores no les cabe duda que Óscar, capataz de la finca La Breña del Agua, fue el que hizo la llamada anónima informando del transporte de droga, tras estar reunido con sus compañeros de la finca, José Miguel y Juan Luis.
Aparece la Guardia Civil en escena
A las 15.57, el cabo Juan Manuel aparece en el bar, da un abrazo a José Miguel el administrador y le da la mano a Juan Luis el encargado. Lo que revelan las cámaras del bar es una relación de gran familiaridad con José Miguel y ninguna o casi ninguna con Juan Luis. El cabo le corrobora a los investigadores que no conocía a Juan Luis de nada. Según su testimonio, es entonces cuando José Miguel le revela que Manuel le ha contado que los ecologistas “llevaban bastante” droga en una furgoneta blanca. Es la Volkswagen Transporter de Clavero.
A las cuatro y media de la tarde, el cabo Juan Manuel llama a otra patrulla y se dirige al camino por el que se supone que va a pasar la furgoneta con droga. Casualmente, el camino se encuentra a escasos metros del punto de encuentro del guardia civil con su amigo José Miguel, el administrador de la finca La Breña del Agua. “Van para ti en dos minutos. Un coche solo”, le escribe José Miguel al guardia civil a las 16.50. Un par de minutos después, aparece la furgoneta con Clavero al volante. Mientras él custodia al conductor, dos compañeros, a los que ha llamado media hora antes, registran el coche. No encuentran nada.
“Detras del asiento del copiloto, borra esto”
“La información es falsa”, le escribe el cabo a José Miguel. “Detrás del asiento (del) copiloto. Borra esto”, le responde el administrador. Efectivamente, allí encuentran una bolsa con 29 dosis de cocaína y ocho trozos de hachís. Los conjurados logran su propósito: el agente José Miguel detiene a Clavero. La pregunta es: ¿Estaba el agente de la Guardia Civil compinchado con los guardas de la finca? El ecologista ya le adelantó a este diario hace dos meses que “un cabo de la guardia civil, de los que me detuvo, estaba reunido con un grupo de personas de los que supuestamente me tendieron la trampa. Yo no acuso a nadie, pero él tiene que explicarlo”.
De momento, lo que concluyen los investigadores de la Guardia Civil tras analizar las grabaciones de las cámaras de seguridad, la llamada anónima y las declaraciones es que “José Miguel H., Manuel A., Óscar G. y Juan Luis P. se concertaron en el espacio y en el tiempo, para perjudicar a Juan Clavero por su condición de ecologista activo en la defensa de los caminos públicos presuntamente usurpados por algunos propietarios de fincas, introduciendo maliciosamente en su vehículo 47 gramos de cocaína y 4 gramos de hachís, y asegurándose de que fuera interceptado por la Guardia Civil mientras lo conducía y que encontraran las drogas”. Los cuatro están imputados.
Manuel A., el compinche de los guardas de la finca, “les había hecho creer que estaba interesado en realizar la marcha, se ganó su confianza para que al finalizarla le llevaran en su vehículo por un camino, momento que aprovechó para esconder las drogas bajo el asiento del acompañante del conductor y bajándose del vehículo unos cientos de metros antes de donde sabía que les estaba esperando la Guardia Civil”. Así lo sospecha también la víctima, que cree que fue “Manuel quien depositó las drogas en su vehículo, por ser la única persona que tuvo acceso al lugar donde se encontró la droga; por su comportamiento; porque les mintió en todo lo que les comentó sobre su vida, sobre su trabajo y porque posteriormente ha tenido conocimiento de su relación de amistad con (el capataz) Óscar”.
Según las diligencias, los presuntos perpetradores del delito informaron de que la furgoneta llevaba droga “por dos vías: una mediante llamada telefónica al 062 de la Guardia Civil de Cádiz y otra (que fue la que prosperó), de forma confidencial a un agente de la Guardia Civil aprovechándose de la confianza que tenía con él, que ignorante de la trampa en la que le habían metido, procedió a la identificación del vehículo, al hallazgo de las drogas y la consiguiente detención de Juan Clavero por un supuesto delito contra la salud pública”.
El administrador de la finca, un tipo armado y “peligroso”
Tanto Clavero como uno de sus compañeros de la caminata cree que el plan ha sido del administrador José Miguel, porque han “tenido algunos encontronazos y ha recibido algunas amenazas por intentar pasar por el camino público”, en palabras del ecologista.
Su compañero sospecha de José Miguel, “porque tiene un interés especial de que no usen los caminos públicos de las fincas; porque le considera una persona muy peligrosa, ya que en una de las marchas les salió al paso con el rifle en bandolera. En otra les amenazó con una porra, diciéndole que le iban a enterrar en la finca, más tarde les estuvieron tirando piedras y hubo un momento que estuvo a punto de darle un puñetazo en la cara”. En otra ocasión, José Miguel y Óscar amenazaron a este ecologista en la puerta de su casa:“si les llegaba alguna denuncia se iba a enterar, intentando asustarle para que no denunciara una construcción que habían hecho ilegalmente”.
De momento los investigadores de la Guardia Civil creen que su compañero, el cabo José Miguel, no está implicado en la trampa y, de hecho, no se encuentra imputado. Eso sí, al igual que los tres guardas de la finca, su puesto de trabajo ha cambiado y ha sido trasladado a Sevilla.
En cualquier caso, será en el próximo capítulo de las diligencias donde quedará más claro qué ocurrió el día en el que se trató de acabar con la reputación de un ecologista histórico que, durante los años del boom inmobiliario en España, logró que no se alicatara buena parte de la Sierra de Cádiz.
“Esta instrucción entiende que es fundamental para el total esclarecimiento de los hechos investigados y poder relacionar en el tiempo y el espacio a los presuntos responsables, el examen del tráfico de llamadas y mensajes que se produjo los días 25 y 26 de agosto de 2017, entre los teléfonos móviles de los cuatro presuntos responsables y el Cabo 1º Jefe de la Patrulla del Seprona de Ubrique”, concluye. La intriga está servida.