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Enfermeros “obligados” a salir de Andalucía para poder trabajar: “Gente hay, el problema es que no contratan”

De estos cuatro enfermeros formados en Sevilla, ninguno ejerce actualmente en la sanidad pública andaluza

Sara Rojas

5 de enero de 2024 22:14 h

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Andalucía ha seguido perdiendo enfermeras y enfermeros en 2023. Miles de ellos se han marchado a otras comunidades en cada una de las provincias andaluzas, según datos y estimaciones de los ocho colegios provinciales de enfermería consultados por este periódico. Al crecer la lista de sanitarios que han abandonado la comunidad en la que se han formado por una cuestión de “necesidad”, se confirma el problema sangrante de “la fuga del talento enfermero” que sigue aquejando al sistema andaluz de salud. Buena parte de ellos son jóvenes que dicen sentirse “obligados” a emigrar al terminar su formación porque, aseguran, la sanidad pública andaluza no les ofrece oportunidades para trabajar.

Esa es la razón por la que Isabel Jiménez, de 25 años, lleva desde 2020 en Barcelona. Su primer verano como enfermera –“recién salida de la carrera”– lo pasó en Sevilla doblando turnos en la sanidad pública y la privada. Lo recuerda como un verano “muy duro”, en el que trabajó hasta 24 horas “con mucha presión” y sin apenas descanso, cambiando cada día de planta, de pacientes y de compañeros. Cuando finalizaron los dos meses de contrato que le habían hecho en el público supo que no la volverían a llamar hasta las vacaciones de Navidad. Por eso, “viendo el panorama de que íbamos a tener que seguir en el privado para tener trabajo y que ya no podíamos más”, se planteó junto a otras cinco compañeras probar en otras comunidades para seguir puntuando.

Entonces, aunque reconoce que “no tenía pensamiento de irme”, le ofrecieron a todas ellas un contrato de tres meses en Barcelona, así que decidieron aceptarlo. Al llegar al hospital catalán, “nos encontramos con que casi todos los enfermeros son andaluces”, rememora Isabel, después de pasar un fin de semana en una casa rural con 17 compañeros, todos de provincias andaluzas. “Aquí hay media Andalucía”, recalca antes de apostillar: “Y todos tenemos claro que queremos volver”.

La paradoja del sistema sanitario andaluz

De esta realidad se ha hecho eco el Sindicato de Enfermería en Andalucía (SATSE), al presentar al Gobierno andaluz en la recta final del año su propio “Plan de Retorno y Estabilidad” con el que combatir “la fuga del talento enfermero”. En un comunicado, la organización sindical esgrime una serie de medidas dirigidas a cumplir un doble objetivo: “posibilitar la vuelta a sus hogares de los miles de profesionales que en los últimos años se han visto obligados a emigrar al norte de España y a otros países y, al mismo tiempo, dar estabilidad y calidad en el empleo a los que permanecen en Andalucía para evitar que muchos no sigan viendo como única salida el trabajar fuera”.

Con estas líneas tratan de frenar “la grave paradoja” que sufre Andalucía al tener un sistema sanitario “con un déficit crónico e histórico de enfermeras y enfermeros”, mientras que “miles de profesionales andaluces se han visto obligados en los últimos años a emigrar en busca de un futuro laboral que en Andalucía no encuentran”, como señalan desde SATSE.

Al no encontrarlo, Alejandro Sánchez, un enfermero de 32 años del municipio sevillano de Marchena, se trasladó a Mallorca hace siete años. Recuerda que de su promoción “todos mis compañeros se fueron al extranjero”. Él también se estaba preparando para mudarse a Inglaterra, pero, finalmente, lo llamaron de la bolsa en Baleares. Ya asentado en la isla, tiene claro que si hubiese encontrado algo en Andalucía en ese momento, “me hubiese quedado seguro”. Ni siquiera se refiere a “un contrato digno”, sino a “una oportunidad”. El problema, diagnostica, “es que no te la dan y te sientes como un sirviente esperando a que suene el teléfono cuando a ellos les conviene para cubrir vacaciones, por eso te ves obligado a irte”, concluye.

Esta misma situación –siete años más tarde– la ha vivido también su prima Nerea Suárez. Esta joven del pueblo vecino de Paradas se graduó el pasado mes de junio y, tras pasar un verano “explotada” entre la pública y la privada, decidió seguir los pasos de Alejandro y buscar mejores condiciones en la isla.

De espaldas a los especialistas

Esa “frustración” de los andaluces que no pueden trabajar en su comunidad la comparten también profesionales de otras comunidades que se han formado en Andalucía con la intención de quedarse. Es el caso de Paula Archiles, una de las 226 enfermeras colegiadas en la capital andaluza que han pedido traslado en 2023 “para ejercer presumiblemente en otras comunidades autónomas o países atraídas por mejores condiciones”, de acuerdo con el Colegio de Enfermería hispalense. Esta profesional de 26 años es natural de Medina del Campo, un municipio de Valladolid, pero se trasladó a la capital andaluza para hacer la especialidad de Pediatría porque “tenía ganas de vivir en Sevilla”.

Después de dos años de formación, dicha institución colegial le concedió el Premio a la mejor Enfermera Interna Residente (EIR), que está dirigido a “enfermeras brillantes que se han formado en la ciudad”, como explican desde el Colegio de Enfermería de Sevilla. Aun así, a Paula le fue “imposible” encontrar trabajo en la capital hispalense. “Intenté quedarme, pero sólo me ofrecieron un contrato temporal de otra especialidad”, relata esta enfermera desde Castilla y León, donde lleva tres meses trabajando, allí sí, con “un contrato como especialista”.

Desde septiembre hasta diciembre estuvo esta enfermera vallisoletana tratando de buscar trabajo en Sevilla. “Fueron meses muy frustrantes porque me quería quedar, pero me desanimó tanto que me ofreciesen un contrato que estaba fuera de lo que yo había hecho que decidí irme, aunque me costase mucho porque dejaba mucho allí”, confiesa ahora Paula.

Como ella, otros tantos EIR se han visto “obligados” a desplazarse a otras comunidades donde, según su experiencia, “se valoran más las especialidades”. Entre ellos, uno de sus compañeros de residencia, Antonio Jesús García, que coincide con ella en que fuera de Andalucía “se tiene más en cuenta la especialidad”. Este joven cordobés de Puente Gentil lleva desde octubre en Santiago de Compostela con su pareja Kristina, también enfermera, que terminó la carrera en 2023. “En Andalucía es impensable recién graduado estar trabajando en la pública y tampoco hacen contrato a especialistas”, afirma Antonio para explicar por qué decidieron probar suerte en la otra punta del país.

Bolsa bloqueada desde 2021

Así pues, la historia de Antonio es una de las que laten detrás de la cifra de 105 traslados que ha registrado en 2023 el Colegio de Enfermería de Córdoba. Dato que no refleja la realidad de enfermeros emigrados, pues en él no constan aquellos que como Kristina están recién graduados, según matizan a elDiario.es Andalucía fuentes de estas instituciones colegiales, que vienen observando cómo el recuento anual de pérdidas crece año tras año. Tampoco figura en esa cifra el sonado caso de las 20 enfermeras cordobesas que este verano encontraron su primer trabajo (y contratos dignos) en el hospital de Burgos.

Al igual que ese grupo, Andrea Mateo también sabía que “si quería una estabilidad trabajando en la sanidad pública, Andalucía no era el lugar a corto plazo”. De ahí que esta profesional que estudió en Huelva estuviera convencida, antes incluso de terminar la carrera, de que tendría que “buscar trabajo donde fuese”. Después de más de un año trabajando en Zaragoza, lamenta que “en Andalucía nos preparan y nos forman muy bien para salir al mundo laboral, pero luego no hay puestos de trabajo suficientes para todas, así que al principio (y durante años) tenemos que conformarnos con contratos cortos y de poca duración”. La única alternativa, marcharse a otras comunidades “para poder conseguir puntos suficientes en bolsa que me aseguren un contrato estable y de larga duración” en la sanidad pública andaluza, en palabras de Andrea. 

De hecho, ese objetivo, el de “volver”, une a todos estos enfermeros emigrantes. Ese es el planteamiento de Antonio Jesús y del resto de andaluces con los que ha coincidido en Galicia: “coger los puntos necesarios para poder bajar a Andalucía cuando podamos asegurarnos cierta estabilidad allí”. Y eso asumiendo que “laboralmente, las condiciones de trabajo que tengo aquí no las voy a tener en Andalucía”, como manifiesta Isabel desde Cataluña.

Sin embargo, el principal obstáculo que se encuentran a la hora de plantearse regresar a su tierra es que, a pesar de acumular puntos, la bolsa está bloqueada desde 2021. “Por eso la gente se va”, remarca el especialista de Puente Gentil. A este respecto, el Colegio de Enfermería de Sevilla recuerda que dos promociones de enfermeras graduadas (en torno a 860 profesionales) permanecen pendientes de inscripción en la bolsa del SAS, de modo que si se agilizara este proceso la administración sanitaria podría disponer de casi mil candidatas más en la capital andaluza con las que poder hacer frente al acuciante déficit de personal al que apela la Junta de Andalucía para explicar las largas listas de espera.

Descuidar a los que nos cuidan

El argumento de que “falta gente” no sienta bien entre los profesionales que anualmente abandonan la comunidad forzados por las circunstancias que debilitan la sanidad pública en Andalucía. “No es que falte gente, es que no contratan; andaluces para trabajar hay”, sostiene Isabel desde Barcelona, verbalizando el sentir de miles de enfermeros emigrados que, en la actualidad y desde hace años, ejercen en otros centros sanitarios de España.

Y esa es precisamente la paradoja de la que hablan las organizaciones que representan al colectivo de enfermería: un sistema que languidece por la escasez de profesionales sin ser capaz de taponar la hemorragia de una bolsa de enfermeros formados en la comunidad que cada año se desangra. Tal es la cantidad de andaluces que se han incorporado a la plantilla del hospital de Zaragoza en el que trabaja Andrea que, según cuenta, “entre los pacientes siempre está la broma de que estamos invadiendo la ciudad”.

Pero lo cierto es que la inmensa mayoría se marcha contra su voluntad, sin otro afán que conquistar condiciones laborales dignas. “No conozco a nadie aquí que haya trabajado menos de tres meses seguidos o que haya tenido que estar pendiente del móvil días y meses para esperar una oferta de trabajo en la sanidad pública”, apunta en este sentido, describiendo el día a día de los sanitarios que se quedan en Andalucía. De ahí que muchos de ellos recurran mientras tanto a la sanidad privada, algo que sorprendió a Paula Archiles durante su estancia en Sevilla, pues a diferencia de lo que percibe en Castilla y León, “en Andalucía la privada es la que ofrece estabilidad y la pública es intermitente”.

Andrea achaca esta incongruencia a que en el sur de España “no somos conscientes de la suerte que tenemos de tener un colectivo de enfermería tan profesional, tan capacitado y tan bien formado”. De otra manera, Alejandro no se explica que el sistema sanitario “descuide” a quienes dedican su vida a cuidarnos. “Me da mucha pena no poder servir a la gente de Andalucía, cuando me encanta mi gente, pero el sistema no nos cuida aunque haya demanda por parte de los pacientes”, lamenta este marchenero emigrado.

Por eso, la lista de deseos de Andrea para el 2024 (y del resto de compañeros que pasan el año alejados de sus familias) la encabeza que “en un futuro a corto plazo, las enfermeras seamos reconocidas como merecemos y tengamos unas condiciones de trabajo dignas que nos aseguren una estabilidad que no nos haga tener que irnos lejos de casa a buscarla”. Por lo pronto, tienen claro que aún les quedan “varios años fuera para poder conseguir puntos suficientes en bolsa que nos aseguren un contrato estable y de larga duración” cerca de su tierra.

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