Lina Gálvez: “Con un modelo económico más feminista, la economía será más sostenible y justa”

A sus 46 años, Lina Gálvez presume de torear en todas plazas, dice ser consciente de que muchas veces pide “la luna” y se muestra segura de hay que dirigirse sobre todo “a los no convencidos”. Catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad Pablo de Olavide y promotora de una Economía Feminista, charla con eldiario.es Andalucía pocos días después de cerrar con éxito el curso de de verano 'La igualdad de género frente al mito de la libre elección en un contexto neoliberal'.

¿Qué tal la experiencia de dirigir el curso?

Ha funcionado muy bien. La gente decía que ha sido como un minicongreso, con un alumnado muy variado. Buscábamos desmontar el mito de la libre elección, a través del que se justifica hoy por hoy todas las desigualdades desde distintos ámbitos, y tratar de que la gente abriera un poco los ojos. Porque incluso hay gente que se cree concienciada y luego justifica cosas a través de la libre elección, del empoderamiento. Pero es que hay abanicos de elecciones pequeños y otros muy grandes. No es lo mismo. Hay que conocer con qué libertad eligen las mujeres y las precondiciones materiales de su elección, así como la socialización diferenciada y las oportunidades reales. La elección se adapta también a esas cuestiones.

¿No cree que en estos foros se ofrecen argumentos solamente para los ya convencidos de la importancia de la igualdad entre hombre y mujeres?

Creo que, en general, el feminismo y el objetivo de justicia social y de igualdad no es bienvenido. Hay más antifeminismo que feminismo. O no se entiende bien o no lo hemos sabido explicar bien. Lo que está claro es que para ganar cualquier batalla nos tenemos que pertrechar de argumentos. Para eso viene muy bien un curso como éste. La verdadera formación de los funcionarios públicos, por ejemplo, es una de las cuestiones pendientes para la total implantación de la Ley de Igualdad. En este curso había dos policías locales de Carmona y salieron muy satisfechos. Porque es que hay cursos incluso que potencian incluso los propios prejuicios que puedan tener.

¿Qué recursos económicos públicos se destinan a la igualdad?

Ahora parece que todo el dinero dirigido a temas de igualdad va para violencia de género, incluso ha repuntado, y eso está bien, pero no han repuntado los presupuestos para igualdad en España. Pero es la punta del iceberg de un problema estructural mucho más grande que se llama machismo, que se llama discriminación contra las mujeres, que se llama patriarcado. Si no se ponen suficientes recursos contra lo que justifica o provoca la desigualdad, difícilmente se va a poder combatir la violencia contra las mujeres. Hay políticas específicas contra la violencia machista, que deben tener sus organismos y presupuestos específicos, pero no podemos olvidar qué lo sustenta. No es una cosa aislada sino que tiene un sustrato. ¿Qué ocurre? Que políticamente es mucho mas fácil ponernos de acuerdo en que no es bueno matar a mujeres. Hay muchas más posibilidades de consenso en eso que en aceptar que hay una sociedad patriarcal, etc.

¿Hay en el mundo algún espejo en el que mirarse?

Hay muchas diferencias entre países y hay algunos que caminan un poco por delante como los países nórdicos, Islandia especialmente, porque tiene la legislación más avanzada en permisos de maternidad y paternidad. La trampa de la libre elección surge cuando un partido como Ciudadanos propone aumentar los permisos parentales mientras la sociedad espera que seamos nosotras las que lo asumamos. Los padres que quieran corresponsabilizarse lo tienen también más difícil. Los permisos deben ser iguales, intransferibles y remunerados al cien por cien.

¿Cuánto influye el modelo económico en las cuestiones de igualdad?

Si cambiamos hacia un modelo económico más feminista, vamos a tener una economía más sostenible y más justa. Si tienes un modelo macroeconómico generador de desigualdades, no solo de género sino también de rentas, es muy difícil hacer politicas de igualdad que sean la guinda de un pastel que se está derritiendo. No se considera como un cuestión central del modelo y, por tanto, se deja de invertir. Lo mismo ha pasado con los temas medioambientales. El Estado español hace muy poco trabajo redistributivo.

¿Entonces, más que un Ministerio de Igualdad quizás haría falta un ministro o ministra de Economía con perspectiva de género?

Sí y no. Durante mucho tiempo creí que la igualdad tenía que estar en el centro. Si el que está al frente de la nave se lo cree, eso es sin duda lo más importante. Y sobre todo si está en Economía, que distribuye los fondos y tiene mucho poder. Aquí en Andalucía lo hemos visto cuando se implantó la estrategia de presupuestos sensibles al género con una ley que se hizo en 2003. Andalucía es pionera a nivel mundial, aunque es un modelo que se queda en la propia Administración de la Junta. Es limitado por eso, pero es más que nada. Esa orientación poítica se ha dejado dormir un poquito aunque ahora parece que se está despertando.

Pero también defiendo un organismo que vele desde el nivel más alto posible por la igualdad, porque la transversalidad en la práctica se diluye. Porque, ¿qué pasa si la persona que está al frente de Economía cambia y no cree tanto en la igualdad? Las personas son muy importantes en los puestos. Por eso necesitamos también organismos, con el mayor rango posible, que perduren a pesar de las personas. Ojalá veamos un ministro de Economía con perspectiva feminista.

¿Cómo se podría mejorar la conciliación de la vida laboral y familiar?

Por un lado, hay que trabajar directamente en el mercado de trabajo, porque la conciliación, que no la corresponsabilidad, es un equilibrio casi imposible pero al que deberíamos acercarnos. Tenemos que cambiar el actual mercado laboral precarizado donde los trabajadores aceptan cualquier cosa (salarios bajos, horarios imposibles, etc.) y tener una Inspección de trabajo que funcione de verdad y no busque solo trabajadores que defrauden a la Seguridad Social, además de disponer de una legislación mucho más favorable al trabajador.

También debemos cambiar la cultura presentista, de la que también tienen culpa los sindicatos, porque gran parte de los pluses que negocian tienen que ver con el presentismo. Los sistemas se diseñaron cuando quienes estaban en el mercado de trabajo practicamente eran varones, que tenían alguien en casa que les cuidaba, les planchaba las camisas y les preparaba para ser ese trabajador varón completamente disponible. Tenemos ese modelo, esa horma. Y en esa horma entra bien quien no tiene, quien está liberado no sólo del cuidado a terceros sino de su hogar. Si tenemos otras responsabilidades, como todos deberíamos tener, no entramos bien en ese modelo.

La conciliación no debe ser una herramienta exclusiva para las mujeres sino también, y sobre todo, para los hombres, que también deben llevar la mochila del cuidado. Que todo el mundo tenga derecho a cuidar y a ser cuidado. Debemos avanzar hacia sistemas mixtos. Si el mercado de trabajo sigue por donde va, es imposible. Ampliar el horario de las guarderías no es la solución. Los servicios públicos de calidad igualan a las personas. También hay que trabajar en la fiscalidad y en el ámbito educativo.

¿Qué haría en materia educativa?

No vale sólo con la coeducación, las niñas y los niños juntos y ya está. El otro día en la piscina, las niñas iban con su churrito rosa y los niños con el churrito azul. Es continuo, continuo, continuo. Hay que interceder en los patios de los colegios, que es donde se forja la masculinidad predominante, que sufren ellos cuando se les llama “nenazas” si no quieren jugar al fútbol o no entran dentro del estándar, y ellas cuando no se les deja jugar al fútbol, por ejemplo. Hay que buscar alternativas de ocio dentro y fuera de los colegios que sean más igualitarias. Si diriges un poco los juegos en el patio del colegio no pasa nada, y se podría avanzar mucho. En un campamento de verano, los niños están encantados con los juegos que les preparan, aunque luego tengan su espacio libre de juego. Y hay que dotar de medios a los colegios. Si se nos llena la boca con el objetivo de igualdad, tenemos que poner recursos.

¿Qué opina respecto al consumo televisivo y de medios de comunicación entre los jóvenes?

Tenemos que regular lo que pasa con los medios de comunicación, por supuesto. Aquí tenemos un Consejo Audiovisual de Andalucía pero, ¿por qué no hay uno a nivel nacional? Para eso tiene que haber una ciudadanía y más activa, no comprando el periódico que lleva anuncios de prostitución, por ejemplo. Si tuviéramos una sociedad realmente más igualitaria, la economía nos iría mejor porque podríamos aprovechar muchisimo más el talento. Cuánto talento desaprovechado hay de niñas para la ingeniería y de hombres para el cuidado.

Por último, ¿cómo cree se podría recuperar el valor de la palabra “feminismo”?

Con mucha pedagogía y mucha valentía. Hay muchas mujeres preocupadas por la igualdad que niegan ser feministas y dicen que son mujeres. Tenemos que explicar qué es el feminismo y no caer en los tópicos. Es una china en el zapato porque implica una revolución, un cambio en la sociedad y en la economía, en la mentalidad y en nuestra vida cotidiana. No es sólo un movimento social hacia una sociedad más igualitaria sino una forma de vida. Y si no cambiamos nuestro también pequeño espacio, que implica que los hombre pierdan privilegios en muchos casos, pues no vamos a avanzar nada. Las personas están socializadas en unas normas y no ven más allá. Es un proceso de aprendizaje. Atrévete a denunciar aquello que ellos se atreven a hacer, como dice el prólogo de un libro de Ana de Miguel.