Moncho Ferrer transmite una serenidad codiciada en la sociedad de la prisa. Nacido en Anantapur (India), desde hace diez años es el director de programas de la Fundación Vicente Ferrer en su país natal y desprende un gran optimismo a la hora de prever resultados generales a partir del trabajo más cercano, más directo, en una especie de máxima expresion del 'think global, act local'. Segundo de los tres hijos de Vicente y Anna Ferrer, mientras atiende a eldiario.es Andalucía saborea su “primera Coca-Cola en mucho tiempo” después de celebrar en Sevilla el 50 aniversario de la ONGD. “¿Utópico? El futuro depende de lo que hagamos ahora”, defiende.
El medio siglo de vida es buena excusa para hacer balance. ¿Qué destacaría de todo el trabajo que realiza la Fundación Vicente Ferrer en los estados de Andhra Pradesh y Telanganal?
Cumplir 50 años es especial. No hay muchas organizaciones de este tipo que lleven tanto tiempo. Me considero un privilegiado de poder ver desde pequeño la transformación de mi Anantapur, mi pueblo. Ver cómo ha cambiado me da una satisfacción inmensa. Educación, sanidad, mujeres, discapacitados saben del impacto común de todos nuestros proyectos, que hacemos para la dignidad, el cambio y la igualdad. Son los tres conceptos que resumen estos 50 años allí.
¿Cómo perciben sus ciudadanos la labor de la fundación?
Hace poco repartimos unas 15.000 postales entre la gente para saber lo que ellos piensan de nosotros. Con dos preguntas, una en pasado para ver cómo habían visto el trabajo de estos 50 años y otra pregunta a futuro para conocer qué cosas se podrían hacer de cara a los próximos 50 años. Mi madre me llamó para contarme qué buenas respuestas estábamos recibiendo. Uno que me gustó mucho decía que los 50 años han enterrado la intocabilidad. Eso es una cosa muy fuerte saliendo de la gente de los pueblos. Para la pregunta del futuro, la gente se centra en las cosas que le afectan más directamente como la educación o la sequía que históricamente ataca a Anantapur. También llamó mi atención cosas que decían sobre mi padre: “no olvidéis los sueños y objetivos de Vicente Ferrer”. Para la gente de Anantapur, la fundación y mi padre están en sus corazones. Cuando llegó, mucha gente pensaba “qué hace este hombre aquí”, “para qué viene”, “¿quiere conquistar India o algo así”. Si ha conquistado algo mi padre ha sido los corazones de Anantapur.
¿Qué supuso para usted asumir en 2009 la dirección de proyectos en su tierra natal?
He tenido mucha oportunidad y tiempo para trabajar con mi padre. Mi madre es ahora la líder de la fundación. He aprendido con ellos durante muchos años y eso es una suerte. Nunca he considerado que ser hijo de Vicente Ferrer sea una responsabilidad. Me ha ayudado mucho tener los padres que tengo. Mi padre me inspira, me motiva, utilizo su presencia y su energía.
¿Con qué objetivos, con qué proyectos?
La filosofía que tenemos es llegar al máximo de gente posible. Ahora estamos trabajando en más pueblos, más familias, que cuando estaba mi padre. Nunca paramos, aunque dependemos de los recursos, porque ganas e intensidad no nos faltan. No tenemos fronteras ni limitaciones.
¿Su motivación última es erradicar la pobreza en India?
Erradicar la pobreza es muy general cuando hay cosas muy específicas como la violencia de género o la educación. O la sequía, por ejemplo, que está cambiando a peor. El distrito de Anantapur ha recibido de siempre poca lluvia, pero ahora tenemos mas sequías, y eso es muy malo porque Anantapur depende mucho de la agricultura, con un 85% de su población campesina. Hay muchos jóvenes que están saliendo de los estudios y no pueden encontrar trabajo. Hay que darles herramientas para que puedan buscarse la vida. También trabajamos para integrar a las personas con discapacidad, uno de los grupos más excluidos de la sociedad. Todos los temas que forman parte del futuro se trabajan hoy. El futuro depende de lo que hagamos ahora. Hay que actuar ahora. ¿Cómo será el mundo dentro de 50 años? No lo sé, pero dependerá de lo que hagamos hoy. El futuro está en el presente. Es muy importante la acción y ayudar a transformar ahora a la sociedad y al futuro.
¿Cómo se abordan las situaciones en un país donde la sociedad está tan jerarquizada con el sistema de castas?
Cuando empezamos hace 50 años, no podíamos tratar estos temas de castas o de discriminación de género. Teníamos que abordarlo indirectamente, por ejemplo a través de la educación, que es una clave importante, porque India no es una culura donde tú puedes atacar los problemas directamente. La educación ayuda a cambiar muchas cosas. Ahora tenemos una relación muy buena con todas las castas, con toda la gente, con el Gobierno, y podemos tener resultados muchos más fuertes que antes porque trabajamos por los mismos objetivos.
¿Dónde se ve la Fundación Vicente Ferrer dentro de otros 50 años?
En un mundo más humano donde no haya discriminación, donde los niños pueden vivir sus sueños, no como un trabajador o un esclavo donde todos tengamos las mismas oportunidades y que dependan de nosotros, sin importar religión o casta para poder vivir una vida con dignidad. Esto es para todo el mundo, no solamente para Anantapur.
¿Cree que eso es realmente posible?
Cuando yo veo nuestro trabajo, los resultados que tenemos y me preguntan “Moncho, ¿es posible erradicar la pobreza?”. ¡Pues claro que sí! Yo veo eso cada día, veo a jóvenes y a familias saliendo de la pobreza cada día. India tiene cientos de millones de personas. Es cuestión de tiempo. Los gobiernos, claro, son los actores principales, con un impacto mucho más grande que nosotros, que hacemos cosas donde el Gobierno no llega.
¿Cuál sería el secreto para hacerlo lo mas extensivo posible?
Unidos, de forma colectiva, juntos. La gente de los pueblos donde trabajamos son las que también ejecuta, gestiona los proyectos. Y hacemos mucha formación en el liderazgo, porque la gente pobre siempre ha sido excluida no solo económicamente sino socialmente, en la toma de decisiones. Podemos dar herramientas para una vida mejor, pero no es suficiente. Hay que hacerlos partícipes del resto de la sociedad. Eso es la igualdad, y el liderazgo es muy importante. Mucha gente no ha tenido la oportunidad de ser líderes, de tomar decisiones, nunca. Especialmente las mujeres, que han sido excluidas no solo en la sociedad sino en su propia familia, porque la mujer no está valorada. No me importa si la gente piensa que es utópico. Hay que trabajar lo cercano: si hay una persona que tiene sed, démosle agua; si tiene hambre le damos de comer. Son cosas muy simples pero hay que hacerlo en cada lugar.
¿Qué le parece la percepción que tiene la sociedad actual de las oenegés?
Sufrimos mucho, de verdad. En India, por ejemplo, agradecen mucho nuestra labor, pero luego hablan mal de las oenegés en general. Por mi experiencia, en India, y aquí también, las oenegés han tenido unos resultados muy importantes en la erradicación de la pobreza y del sufrimiento humano. Pero, claro, a veces pasan cosas que nos afectan porque algunos lo hacen mal. Por eso digo que sufrimos. Es una reacción normal y sabemos convivir con eso. He visto organizaciones trabajando en pequeños pueblos de India que hacen un trabajo fantástico. Las oenegés no son diferentes, son parte también de la sociedad. Lo que hacemos es gracias a las miles de personas que creen que este mundo puede ser mejor y quieren dar su granito de arena.