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Tiempo de política con mayúsculas
Tras haber rebasado ya dos meses el estado de alarma, nos permite tener una perspectiva de lo sucedido en el transcurso de este tiempo y por tanto del impacto que ha provocado la crisis sanitaria en la población, sus consecuencias en la economía y el efecto que produce en la calidad de vida de las personas.
En estos meses hemos visto las fortalezas del sistema público de salud, en especial de sus trabajadoras y trabajadores, pero también sus debilidades, causadas por los recortes y la gestión de la crisis económica pasada.
El afán de algunas comunidades autónomas por la privatización, externalización y conciertos del sistema, así como la obsesión liberal de desprestigiar lo público para hacer negocio con la salud de las personas, no sólo ha deteriorado la sanidad pública sino que ha dejado al descubierto las fallas de los sistemas de protección a las personas dependientes. Tal y como hemos podido ver, en las residencias de mayores no han garantizado la atención médica que requerían las personas a las que atienden y el control público de la misma ha llegado tarde, cuando ya eran muchas las personas fallecidas en dichos centros y mucha la angustia vivida por sus familiares y el personal que trabaja en ellas.
De nuevo hemos constatado la debilidad de nuestro modelo productivo y de la dependencia de este de sectores muy estacionales, que generan poco valor añadido y un empleo de poca calidad. Se han ido desmantelando sectores industriales y apostando por la especulación de sectores como el turismo y la construcción exprimiéndolos al límite, y dejándolos en manos -en una gran medida- de fondos de inversión, sin dar respuesta a las necesidades habitacionales de las personas y sin preocuparse del impacto en los recursos naturales y colectivos. Se podrían añadir a la lista muchas más debilidades de nuestra economía, pero estas son muestras suficientes para ver las consecuencias de las políticas neoliberales marcadas por una Europa conservadora y un Gobierno de Partido Popular que durante los últimos años ha sido alumno aventajado del neoliberalismo y del desmantelamiento del Estado Social provocando así grandes desigualdades entre las personas.
Las situaciones narradas están provocadas sin duda por una forma de hacer política, pero no es menos cierto que tiene que ser la política la que de soluciones a los problemas del país, ese es el reto del Gobierno de España, sin dejar a nadie atrás, con sensibilidad hacia quienes más lo necesitan, con medidas de solidaridad, favoreciendo a quien más lo necesita, cosa que pone de los nervios a la derecha más ultra y conservadora de nuestro país, que cada vez está más radicalizada.
Un Gobierno progresista que está tomando decisiones valientes ante situaciones desconocidas hasta ahora, que ha puesto decenas de miles de millones de euros para proteger a las personas, que está siendo capaz de acordar con sindicatos y patronal medidas capaces de evitar el desplome del empleo y el cierre de empresas y negocios de autónomos, a la vez de inyectar dinero público en los sistemas de protección, sanidad, dependencia, desempleo, etc.
Todo ello frente a una hostilidad estrambótica e irresponsable de las posiciones conservadoras, que para más inri se visualiza inútil e incapaz para dar alternativas a la situación creada por el Coronavirus, estando más preocupados por la economía liberal que por la salud y la vida de las personas.
Sin duda es lamentable ver cómo, en Andalucía, el Gobierno PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox, hacen más uso del lamento y de ser altavoz de sus organizaciones estatales; de hablar de ocurrencias o hacer concesiones a los especuladores y al capital perezoso y rentista como ejemplo de su mejor política diaria; en lugar de preocuparse de sentar las bases para construir, desde el diálogo social, las estrategias que permitan enfrentar el dramático impacto de esta crisis sanitaria, económica, laboral y social. Andalucía necesita un Gobierno que no esté secuestrado por la ultraderecha, que deje de estar aislado socialmente, más sólido, con mayor conocimiento de nuestra realidad, con ideas más integradoras sobre el futuro que queremos para nuestra tierra.
Desde CCOO se viene diciendo hace años, que es necesario un modelo productivo capaz de generar valor añadido, una gran reconversión en la agricultura capaz de abrir canales de comercialización eficientes, de defender precios y fortalecer la industria agroalimentaria a la vez que dignifique el trabajo en el campo y en el medio rural para asentar la población en nuestros pueblos, garantizando la igualdad de oportunidades y una mayor cohesión social.
Andalucía tiene los mimbres necesarios para tener un turismo de calidad, y no de aluvión y bulla, que para nada garantizan un futuro cierto, de igual manera que puede liderar la generación de energías limpias impulsando sectores industriales de y con futuro. Es hora de apostar por un sector de la construcción que cubra las necesidades de vivienda de las personas trabajadoras, y especialmente jóvenes, a precios que se puedan pagar con los salarios que se tienen en nuestra Comunidad Autónoma, que contemple un plan de rehabilitación, accesibilidad y eficiencia energética en el parque de viviendas de nuestros pueblos y ciudades.
Los andaluces y andaluzas necesitan un Gobierno que refuerce nuestro sistema de protección, la sanidad, la dependencia, que invierta en educación y cualificación de las personas, a la vez que incentive desde lo público la inversión privada en I+D+i, un Gobierno que en sintonía con el de España convierta a Andalucía en la mayor plataforma europea para contribuir al desarrollo del continente Africano.
Todo ello precisa de ejercer corresponsabilidad y justicia fiscal y dejar de utilizar las competencias en esta materia para rebajar impuestos a los que más tienen, a los ricos. El Gobierno andaluz debe dejar de preocuparse tanto por que España tenga un Gobierno progresista y ponerse a trabajar por mejorar las condiciones de vida de las andaluzas y los andaluces.
La historia de Andalucía nos dice que las políticas conservadoras siempre han sido una rémora para el progreso. Los valores democráticos, las libertades, la cohesión social, el respeto a nuestra riqueza, la igualdad, una fiscalidad justa, el diálogo y consenso deben ser la base de la política con mayúsculas, aunque en pleno siglo XXI les cueste entenderlo.
Tras haber rebasado ya dos meses el estado de alarma, nos permite tener una perspectiva de lo sucedido en el transcurso de este tiempo y por tanto del impacto que ha provocado la crisis sanitaria en la población, sus consecuencias en la economía y el efecto que produce en la calidad de vida de las personas.
En estos meses hemos visto las fortalezas del sistema público de salud, en especial de sus trabajadoras y trabajadores, pero también sus debilidades, causadas por los recortes y la gestión de la crisis económica pasada.