“La escuela es lo que es: un instrumento para acabar con la imaginación”

“El sistema está envejecido y en pleno colapso”. El realizador de documentales austriaco Erwin Wagenhofer ha dedicado más de una década a documentar con imágenes cómo el sistema político, económico y social ha entrado en fase de decadencia. Tanto cuando habla como cuando filma, no se anda por las ramas: “Esto es una implosión”.

Primero filmó los excesos de la industria alimentaria (We feed the World, 2005), después fue a por el sistema económico (Let´s make Money, 2008) y ahora le ha tocado su turno al sistema educativo, Alphabet, película documental que ha celebrado su premier en el prestigioso Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam (IDFA).

Para el realizador, el problema es que “hemos partido de una base equivocada: más, más y más dinero. ¿Para qué lo necesitamos si eso no hace feliz a nadie? Hace falta una nueva perspectiva de la vida”.

Para demostrar que las bases de esa nueva perspectiva se están fraguando, Wagenhofer ha viajado por todo el continente europeo, ha llegado hasta China y ha recurrido a expertos en educación de la talla de Gerald Hüther, Arno Stern o Sir Ken Robinson. Especialmente llamativas son las palabras de este último: “Destruimos de manera sistemática el poder de la imaginación, tanto en nuestros hijos como en nosotros mismos”.

Robinson asegura que el pensamiento divergente es una capacidad esencial de la creatividad. Un estudio llevado a cabo con 1500 personas demostró que el 98% de los niños entre 3 y 5 años tenían un nivel de pensamiento divergente propio de un genio. Cinco años, más tarde, solo un 32% de esos niños de entre 8 y 10 años podían considerarse genios. Al llegar a los 13-15 años, solo había un 10% de ‘genios’ y al realizarle esa misma prueba a un grupo de más de 25 años, el porcentaje de genios se había reducido a un 2%.

¿Cómo se había disuelto esa capacidad innata de los niños para aprender, crear y dar soluciones creativas? El sistema educativo había pasado por encima de todos ellos. “La escuela es lo que es: un instrumento para acabar con la creatividad y hacer ciudadanos conformes con el sistema”, asevera Wagenhofer.

El quid de la cuestión está en que “la competitividad y la presión de la economía han pasado a la escuela. El informe PISA no tiene nada que ver con que les vaya bien a los niños o sean felices. Tiene que ver con la economía. No importan los niños, sino el poder y la ideología. Es algo completamente anacrónico”, según el realizador centroeuropeo.

Para Robinson, el experto educativo británico, el problema es que el sistema de educación “se diseñó y estructuró para otra época: la industrialización”, unos tiempos en los que se necesitaba una enorme mano de obra y un pequeño grupo de administradores. “En los genes de la educación pública sólo existen dos tipos de personas: los universitarios y los no universitarios; los listos y los no tan listos”.

Para llevar a cabo el cambio, Wagenhofer opina que “hay que empezar por los niños, dejar que su creatividad fluya” y “pasar de una sociedad competitiva a una colaboradora”. El director de cine pone de ejemplo a Pablo Pineda, profesor y actor malagueño con síndrome de Down, que se licenció en magisterio en 1995: “Pineda se ha visto apoyado a lo largo de su vida por padres, profesores y amigos. Si él ha llegado tan lejos, los demás también podemos”.

El realizador, que analizó la burbuja inmobiliaria en España en su anterior documental, asegura que nuestro país es “el mejor ejemplo de que el sistema actual no funciona. Una buena parte de los jóvenes desempleados tienen grandes expedientes académicos, pero como el sistema educativo ha matado su creatividad, no saben qué hacer en estos momentos”.

Según su opinión, se trata, en cualquier caso, de una buena oportunidad: “La burbuja ha explotado, el sistema ha colapsado y la gente joven tiene la oportunidad de reaccionar contra ello”.

Para Wagenhofer no es tanto el momento de la revolución, como de la transformación: “La caída del Muro de Berlín se hizo sin muertes, fue una transformación y ahora le toca su turno al capitalismo, porque no está funcionando. Mira España, mira Grecia, mira Italia… El poder no entiende que el sistema está acabado”, concluye.