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'Para toda la muerte': el “enterismo” cómico se viste de negro
“Si no hay risas en el patio de butacas, no has hecho comedia”. Alfonso Sánchez sabe de lo que habla. El director de cine sevillano lleva más de una década buscando la risa del público. Una complicidad que, como él mismo subraya, tiene un trasfondo social, porque es “una herramienta poderosa para hacer reflexionar al espectador”.
Sánchez ha estrenado Para toda la muerte, su enésima innovación tras lanzarse, hace más de una década, a las procelosas aguas de Youtube. Comenzó con una trilogía en corto sobre la fauna sevillana (canis, hippies y pijos), continuó con uno de los hitos del cine andaluz (El mundo es nuestro) y culminó hace un par de años con El mundo es suyo. De la precariedad más absoluta (subir sus propios vídeos a internet) a contar con el respaldo de una major como Warner.
Con la comedia negra Para toda la muerte -con la que ha inaugurado este fin de semana el Ocine Serrallo de Granada, equipado con dos salas Dolby Atmos-, Sánchez ha buscado una vía intermedia, en la que, con un bajo presupuesto y el apoyo de Canal Sur o TV3, ha podido contar con un destacado grupo de profesionales andaluces en el reparto y el equipo técnico.
“Esta peli es, desde el punto de vida de dirección, mi película más completa. El mundo es nuestro era más visceral y había mucha precariedad. El mundo es suyo era más grande pero dentro de los estándares comerciales y en esta he tenido la misma libertad creativa que en El mundo es nuestro, pero he podido diseñarla más”.
Para toda la muerte tiene guiños al universo “enterista”, ese mundo de personajes caricaturescos de la sevillanía, pero saliéndose de él y apostando por una universalidad en la que se pueden ver los jirones de la comedia sesentera española (con Luis García Berlanga a la cabeza), Blake Edwards (El guateque, La pantera rosa), Alfonso Paso (Usted puede ser un asesino), Alfred Hitchcock o Quentin Tarantino y sus Odiosos ocho, “con él me une el diálogo y cómo los coloca en un lugar cerrado”.
También está ahí una de las comedias más populares de los noventa como Este muerto está muy vivo (Ted Kotcheff) con un Joaquín Ortega sometido a varios intentos de asesinato.
“¿Quién mejor que un especialista para esta papel. Joaquín adora la interpretación y le gusta jugar. Estar con los ojos cerrados el 80% de la película es complicado. Para él lo primero es la seguridad, pero, a cada cosa que le pedía, no me decía que no, sino que buscaba la mejor manera de hacerlo”. Desde tirarse escaleras abajo (tiene el récord guinnes en esta especialidad) hasta sumergirse bajo el agua durante varios segundos, pasando por tirarse de frente con los ojos cerrados.
En un reparto plagado de grandes cómicos andaluces, sin lugar a dudas, la gran estrella de la película es Alberto López. Su compadre. El Fali de Rafi. El Culebra de El Cabeza. El actor representa en Para toda la muerte a un pobre opositor, que lleva media vida estudiando y que, cuando consigue la plaza, la pierde en un golpe de infortunio y solo tiene una única y macabra salida...
“Me he hecho pasar por opositor”
¿Cuáles han sido los referentes de Alberto López? No busquen aquí referencias a Peter Sellers ni a Jack Lemmon. Que sí, las hay, pero lo que le va al actor sevillano es inspirarse en la vida misma. “Mi referente era más un colectivo... así que durante unos meses me he hecho pasar por opositor”. En un bar de Triana, su barrio, el actor hace una (larga) pausa para que a este periodista se le pase el ataque de risa.
Continúa: “Me he hecho pasar por opositor, me metía en foros, comentaba... ¡y hasta recibía información de academias de oposiciones! Para mi sorpresa, venían con lemas alucinantes: ”La oportunidad de tu vida“, ”Nosotros sabemos cómo hacerlo“. Al final han terminado usando el tráiler para su publicidad: ”Si no quieres acabar como el prota, ven a vernos“, comenta con humor.
Porque José Vicente es un tipo apocado que de pronto se ve abocado a una aventura homicida. “Es un tipo monótono, para el que su mujer es su luz y que lleva ocho años en un cuarto con sus apuntes y al que, de pronto, una llamada lo convierte en un aventurero, que va a romper con todas las reglas”.
Enfundado en un chándal con capucha, el intérprete nos sorprende saltando un mostrador de dimensiones considerables, cargando con un tipo de más de 80 kilos y rodando una pelea con Estefanía de los Santos, sin dobles ni especialistas. Ahí descubrimos un, hasta ahora, desconocido Alberto López.
“Yo empecé a trabajar en teatros muy físicos. De hecho, la mitad eran actores y la otra, acróbatas. Ahí me llevé ocho o diez años. Siempre me ha gustado mucho el phsyical theatrephsyical theatre, de herencia alemana, belga y americana. Y adoro la danza... de hecho, soy un bailarín frustrado”.
El director lo corrobora: “Alberto es uno de los actores más ágiles que he tenido la suerte de conocer. Todas las escenas de acción las rueda Alberto, es uno de los actores más completos y, siendo el protagonista, facilita mucho el trabajo. Esta película habría sido imposible de hacer sin él”, concluye.
“Si no hay risas en el patio de butacas, no has hecho comedia”. Alfonso Sánchez sabe de lo que habla. El director de cine sevillano lleva más de una década buscando la risa del público. Una complicidad que, como él mismo subraya, tiene un trasfondo social, porque es “una herramienta poderosa para hacer reflexionar al espectador”.
Sánchez ha estrenado Para toda la muerte, su enésima innovación tras lanzarse, hace más de una década, a las procelosas aguas de Youtube. Comenzó con una trilogía en corto sobre la fauna sevillana (canis, hippies y pijos), continuó con uno de los hitos del cine andaluz (El mundo es nuestro) y culminó hace un par de años con El mundo es suyo. De la precariedad más absoluta (subir sus propios vídeos a internet) a contar con el respaldo de una major como Warner.