Barbate no es el Campo de Gibraltar. “Por lo menos, que yo sepa”, dice Francisco Mena, uno de esos tipos que pareciera que siempre fue canoso. Presidente de la Coordinadora contra la Droga “Alternativas”, este electricista de profesión, nacido en Tetuán, formado en Málaga y residente en el Campo de Gibraltar, cree que al narcotráfico no sólo se le vence con leyes y con policías, sino con una puerta de salida del lado oscuro, de esos suburbios donde se asienta el Estado del Malestar porque al del Bienestar no se le conoció nunca: “Marca más el código postal de donde naces que tu propio código genético”, sentencia con su voz cascada, que va camino de parecerse a la de Chavela Vargas.
Más allá de la provincia de Cádiz, se difuminan esas líneas invisibles que separan a las comarcas. Y aquí hay muchas provincias dentro de una sola: “Yo sé que en el Campo de Gibraltar empieza en el límite con Málaga, por San Pablo de Buceite, que es Jimena de la Frontera; Torreguadiaro, en San Roque, por la costa y por Tarifa, en la vertiente atlántica. Barbate está situado en la comarca de la Janda”. Cada territorio tiene su idiosincrasia, también en las rutas del narcotráfico.
“La presión que se ha ejercido con el Plan Especial de Seguridad puesto en funcionamiento por el ministro Fernando Grande-Marlaska en el año 2017, ha hecho que las organizaciones que se dedicaban al tráfico de droga desplacen parte de su actividad a lugares menos vigilados, como la costa de Barbate, Conil, y sobre todo a la desembocadura del Guadalquivir, Sanlúcar y Chipiona”.
Barbate, que ha vuelto a primera línea de actualidad tras la muerte en acto de servicio de dos guardias civiles arrollados por una narcolancha, es un lugar de paso o, como en la noche del viernes 9 de febrero, un puerto de refugio para las embarcaciones al pairo, esperando un encargo, en mitad del Estrecho. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado entienden, en cambio, que los dos grandes centros de decisión en cuanto al transporte de drogas se sitúan en Sanlúcar y en La Línea.
“Así es, son los dos lugares donde hay mucha más actividad. En Barbate, menos. Ha sucedido lamentablemente este asesinato de los dos guardias civiles y se le ha puesto en el punto de mira de la actualidad. Pero en Sanlúcar y Chipiona, se ha visto entrar en estos mismos días hasta ocho o diez narcolanchas. A través del Guadalquivir se llega prácticamente a la ciudad de Sevilla”.
Memoria del narco
Desde su domicilio en Castellar de la Frontera, Mena asistió en 1987, al nacimiento de las protestas contra el narcotráfico en las cercanas barriadas sanroqueñas de Taraguilla, la Estación y Miraflores. Las lideraba un párroco llamado José Chamizo que, andando el tiempo, se convertiría en Defensor del Pueblo de Andalucía.
Así, cinco años más tarde, surgirían las primeras coordinadoras organizadas contra el narcotráfico y sus cómplices de cuello blanco. Micaela Pérez, en La Línea, con Isabel Rodríguez, a la que llamaban La Francesa porque había venido de Casablanca; Clemen --también Pérez, de apellido-- en Taraguilla o Miguel Alberto Díaz y Luis Marquijano, en Algeciras. Mena se sumó a aquel movimiento y guarda experiencia y memoria suficiente para recordar que nunca antes, como en esa oscura noche de Barbate, habíamos asistido en directo a la muerte televisada de dos guardias civiles.
“No son los dos primeros agentes que fallecen fruto de la lucha contra el narcotráfico, como el algecireño Víctor Sánchez, que era policía local en La Línea, como el guardia civil Fermín Cabeza, de Algeciras, o como José Luis Domínguez Iborra que se estrelló con un helicóptero de Vigilancia Aduanera, frente a Sotogrande, cuando perseguía a una planeadora. En el caso de estos dos agentes, en Barbate, prácticamente se televisa en directo, se puede distinguir como se les arrolla. Nos parecen unas imágenes inaceptables. Además, me parece bestial como un grupo de jóvenes, desde el espigón, les jalean, probablemente no pensando en que van a asesinarles, sino para que les hundieran el bote”, reflexiona el experto antidroga.
No sólo se celebró la triste hazaña de Kiko El Cabra desde las inmediaciones del suceso, sino también a través de las redes sociales: “Es gente que de alguna manera quizá participe en algún caso en el mundo del narcotráfico o que sienta fascinación por la aureola del narcotráfico. No es la primera vez. Todos recordamos los incidentes en la playa de la Atunara, en La Línea de la Concepción, cuando la guardia civil detuvo un alijo de hachís y salieron más de doscientas personas a intentar detener la actuación de los agentes”.
El equilibrio roto
“Hace poco, en Sanlúcar, hicieron lo mismo hasta el punto de que el helicóptero de Vigilancia Aduanera tuvo que intervenir para dispersarlos y a pesar de eso le apedrearon. Eso es lo que está ocurriendo en el entorno de estas barriadas pobres, humildes, donde hay poca salida laboral, donde el paro alcanza a más del 60 por ciento entre los jóvenes; donde los jóvenes no tienen oportunidades y de eso se alimenta el narcotráfico. Como yo siempre digo, cuando el Estado abandona un lugar lo ocupa el narcobienestar que produce el narcotráfico”, cuenta.
A lo largo de los años, Mena asistió a cómo, desde la playa de levante de La Línea, se utilizaban dos chapas de uralita para apañar una suerte de bazooka con el que dispararle al “pájaro” de Vigilancia Aduanera. O las manifestaciones de narcos en Algeciras por la muerte de uno de ellos. O el asesinato de El Tayena, el narco ceutí, en Los Barrios, el año pasado. Ahora, da la sensación de que hay más violencia y más armas en circulación.
“Esa línea roja se cruzó hace bastante tiempo. Como todos sabemos, sobre todo lo que llevamos muchos años dedicado a esto, las nuevas generaciones son más violentas y tienen menos sentido común. Todavía recuerdo las anteriores generaciones que nunca se enfrentaron a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Había un pacto no escrito y ocurría que cuando la Guardia Civil les correteaba mientras se encontraban alijando, ellos salían corriendo y dejaban la droga en la arena. Y el guardia civil no sacaba una pistola para tirotearlos, ni mucho menos”, rememora.
“Los contrabandistas comprendían, en cierta medida, que ese era su trabajo y el narcotráfico respetaba paradójicamente la labor que hacían las fuerzas de seguridad. Ese equilibrio se rompió hace años, por la falta del principio de autoridad. También vimos como un grupo enmascarado acudía a rescatar a un detenido en los servicios de urgencia del hospital de La Línea. Hemos visto la gente salir a la calle, de forma agresiva, a defender los alijos. Recuperar de nuevo esa línea que se traspasó es muy complicado”.
La crispación general del país en su conjunto parece haber contagiado también a las redes del narco en el sur de la Península: “En el entorno de gente muy joven, hay mucha violencia y esa violencia, al final, les da a entender que pueden hacer lo que quieran, cuando quieran y al que les tosa, van a por él. Como ocurre con esos vehículos que embisten a los Patrol de la Guardia Civil, sin ir más lejos, esta semana. Y, en ese caso, en Puente Mayorga, en San Roque, llevaban tabaco sólo, simplemente, ni siquiera hachís. Hace unos años, hubiera sido impensable. Te detenían, te quitaban el tabaco y si la mercancía no superaba los 50.000 euros de valor, tanto entonces como ahora, lo que tiene es una sanción administrativa, económica, y poco más. Es la sociedad que vemos día a día, cuando la gente resuelve los conflictos con violencia, no con diálogo. Si no hacemos algo por cambiarlo, la sociedad que vamos a tener en el futuro es mucho peor que la que tenemos actualmente”.
Otro misterio estriba en por qué siguen circulando lanchas prohibidas por la ley desde el otoño de 2018: “Las narcolanchas se consideran género prohibido. No se pueden fabricar en España. Los narcos, que siempre van por delante porque tienen tiempo y recursos, las traen de fuera, del Reino Unido y últimamente en Portugal, además de las de fabricación casera. Como las narcolanchas ahora se pueden incautar, lleven droga o no lleven droga, y antes no ocurría así, ¿dónde están?, en Marruecos”.
Antes, cuenta el presidente de la coordinadora contra la droga, “se guardaban aquí en naves, garajes o donde les parecía. Si no tenían droga, no se les podía incautar y cuando se incautaban, como salían a subasta, las volvían a comprar a bajo precio. Ahora, están en Marruecos, o en el mar, en aguas internacionales, esperando o bien entrar en Marruecos a cargar el hachís, o a esperar a que les suministren. Estas cuatro narcolanchas que estaban en el puerto de Barbate, se encontraban en alta mar y lo que hacen es venir al puerto a refugiarse del temporal de levante, que estaba muy fuerte”.
Más enigmas: ¿por qué la guardia civil que recibe la alerta del propio alcalde de Barbate, acude a inspeccionarlas o a documentarlas, en una nave de mala muerte? “Habrá que esperar a lo que determine la investigación, pero yo pienso que iban con la pequeña embarcación porque pensaban que una vez que les vieran saldrían huyendo, como hicieron tres de las cuatro narcolanchas que había en la rada. A fin de cuentas, lo único que podía hacer la Guardia Civil en ese caso era identificar al piloto e incautar la narcolancha. Creo que no se midió bien la reacción que podía tener el piloto”.
“Al piloto se le fue la olla”
No cree que Mena que Kiko El Cabra actuara así por una vendetta tras la muerte, el 31 de enero, de su amigo Marcos, en la desembocadura del Guadalquivir, tras una colisión con una patrullera de la Guardia Civil: “Yo creo que no, no hay venganza, hay alguien a quien se le fue la olla, el piloto. Podía haber toreado a la embarcación, ¿cuántas veces hemos visto aquí a tres o cuatro narcolanchas dándole vueltas a las embarcaciones del Servicio Marítimo de la Guardia Civil, levantándoles oleaje para cortarle su ritmo? En Barbate, podrían haberle dado dos vueltas e incluso haber tirado a los guardias simplemente al agua. Pero les pasó por lo alto, tres veces; no una, sino tres”.
Unas horas antes, en Algeciras, Francisco Mena, con Miguel Alberto Díaz Gil y otros representantes vecinales y de las coordinadoras, entregaron al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, un plan de acción social para el Campo de Gibraltar, complementario del Plan Especial de Seguridad y que pretende que no sólo los Presupuestos Generales del Estado se empleen en combatir al narcotráfico desde el punto de vista policial, sino también ofrecer oportunidades para acabar con las infraviviendas, ofrecer estudios, alternativas laborales, etcétera. Sin embargo, muchos creen que por muchos esfuerzos que se hagan, no muchos dejarán de lado los imbatibles ingresos del narcotráfico.
“Estamos convencidos de que si se hace un esfuerzo en formación, educación y empleo, se puede conseguir que tomen otro camino. Lo digo porque hay ciertos datos que son adecuados para analizar. Cuanta menos actividad ha habido en el Campo de Gibraltar en el narcotráfico, fue cuando hubo el boom de la construcción en la etapa de Aznar: los chavales se iban a trabajar de peones y ganaban un buen dinero. Fue cuando menos actividad hubo. No vamos a acabar con el narcotráfico exclusivamente con eso porque hay gente que tiene alma de delincuente y le gusta ese mundo. Pero hay una parte de la población que sí somos capaces de ofrecerle una alternativa, yo quiero creer que si. En barriadas como las del Junquillo o de La Atunara, en La Línea, del Saladillo o La Piñera, en Algeciras, el paro juvenil, alcanza al 60 por ciento de la población, pero en la época de la crisis era del 80. El narcotráfico se alimenta del paro, de la pobreza y de la falta de oportunidades. Si somos capaces de generar eso estoy convencido de que va a haber jóvenes que van a decidir no estar en ese entorno. Ahora, cualquier joven en un barrio de estas características, corre ese riesgo. Marca más el código postal de donde naces que tu propio código genético”, sentencia Mena.
También fue esperanzadora la masiva reacción de Barbate, tras el asesinato de los dos guardias civiles, cuando la concentración que pretendía lamentar su pérdida terminó convirtiéndose en un “Barbate no se rinde” frente a los narcos.
“Lo que ha ocurrido en Barbate es terrible, lo ha puesto en el punto de mira”, lamenta Mena. “Barbate es un pueblo de gente honrada. Es una minoría la que pueda estar implicada en el narcotráfico. Es verdad que Barbate vivió una situación muy complicada en los años 90. Todavía recuerdo cuando Antón se paseaba con un león por la calle y hacía lo que quería”.
Barbate “dio un cambio espectacular cuando desarrolló su sector turístico, su sector de la restauración y tengo que recordar que la mayor manifestación que se ha hecho en la provincia fue en Barbate, más de 10.000 personas. Y eso, teniendo en cuenta que ahora tiene 20.000 habitantes y entonces eran muchos menos. Estamos hablando de que prácticamente todo el pueblo salió a la calle para defender a los jóvenes que habían caído en la heroína, que eran todos o casi todos del sector pesquero. En contra, también, del daño que le estaba haciendo el narcotráfico al municipio. Pero lo cierto es que si apretamos el cerco a los narcos en el Campo de Gibraltar, como en la teoría de los vasos comunicantes, vamos a trasladar el problema a otros lugares de la provincia. Por eso, tenemos que invertir en un cambio social. Si no podemos así erradicarlo del todo, al menos minimizar el problema del narcotráfico”.