Un artista de enorme complejidad, profundo, intelectual, catalizador del talento de una Sevilla que se asomaba al Barroco desde la corriente Naturalista que nos ha hecho únicos en el mundo del Arte. Y sin embargo, ensombrecido por un genio sin precedentes -y casi sin consecuentes posteriores-: Diego de Silva y Velázquez.
Hablamos de Francisco Pacheco, nacido en Sanlúcar de Barrameda, pero formado en Sevilla junto a un desconocido Luis Fernández hasta que en el siglo XVII se consolidara como el primer pintor de la ciudad. Pero aún más allá, fue un humanista culto, con conocimientos teológicos. Reunió en torno suyo a un círculo de poetas y eruditos, una suerte de academia neoplatónica a la que asistía la intelectualidad de la época, y donde mojaban pinceles en la misma escudilla dos de los referentes de la pintura barroca española: Diego Velázquez y Alonso Cano. Este último mucho más escultórico en su estilo, de una pintura casi arquitectónica y que, sin embargo en sus inicios, conserva pinturas casi indistinguibles con la del joven Diego.
Son todos estos perfiles, hasta ahora inexplorados, los que pretende reivindicar la exposición Francisco Pacheco (1546-1644) Teórico, artista y maestro, la gran apuesta de la Consejería de Cultura para la temporada del Museo de Bellas Artes de Sevilla, que culmina en estos días los trabajos de recepción de obras y montaje de la exposición para su inauguración el próximo 16 de marzo. Las primeras obras, procedentes de la Catedral de Sevilla, la Iglesia de Santiago y las parroquias de la Magdalena y San Lorenzo, en Sevilla, ya han desembarcado en la pinacoteca hispalense y durante toda esta semana se está procediendo a su desembalaje y montaje.
En estos días llegarán y se colocarán otras piezas procedentes del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional de España y el Museo Lázaro Galdiano (Madrid), el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Barcelona), la Universidad de Sevilla así como de diversas parroquias y colecciones privadas de distintas partes del país. Asimismo, se mostrarán la decena de obras que se han restaurado para la ocasión: dos de ellas las procedentes de la Hispalense y las ocho restantes, de los fondos propios del museo.
La entrada de Velázquez con 11 años en el taller del pintor y su posterior boda con Juana, la hija del maestro (una práctica muy común en la época) ha difuminado la figura de Pacheco en la Historia del Arte, hasta reducirle sus méritos a maestro y suegro del genio. Sin embargo, la relevante personalidad de Pacheco suscitó en su momento la atención de importantes escritores y poetas, quienes elogiaron si persona con versos y ensalzaron su obra pictórica. Juan de la Cueva le denominó el “Apeles de nuestro tiempo, tan conocido por su pincel como por su piedad”, mientras que Francisco de Rioja menciona a Pacheco llamándole “nombre divino que el viento llevará sobre sus alas”. Pero hay nombres más ilustres que dedicaron palabras a Pacheco. Es el caso del inigualable Quevedo o del gran Lope de Vega, quién le dedicó estos versos: “De Francisco Pacheco los pinceles / y la pluma famosa / igualan con la tabla el verso y prosa”.
Primera producción propia del Museo de Bellas Artes en mucho tiempo, la exposición podrá verse entre hasta el 26 de junio y reunirá medio centenar de piezas. Discurrirá a lo largo de la sala 4 del museo, además de por una parte del claustro mayor y en ella se darán a conocer algunas obras de Francisco Pacheco de la colección del propio Museo de Bellas Artes que no están habitualmente expuestas al público.