Antes del 28 de febrero de 1980 hubo un 4 de diciembre de 1977 en el que un muchacho malagueño murió por una bandera. Manuel José García Caparrós, que tenía 19 años, fue asesinado aquella mañana y a la historia, mil veces contada, le falta un final: nunca se supo quién fue el asesino que apretó el gatillo.
Cuarenta años después, dos de sus hermanas (Dolores y Paqui) atienden el bar Moreno, en Fuengirola. Dolores, que tenía 13 años, recuerda que ese domingo se levantaron temprano. “Manuel estaba muy contento. La inquietud política le venía de la juventud; eran jóvenes que estaban empezando a vivir”. Manuel, trabajador en Cervezas Victoria, sindicalista de CCOO y muy futbolero, se preparó aquella mañana para ir a una manifestación por la autonomía con tres amigos. Unas 200.000 personas se manifestaron en Málaga y unos dos millones, según las crónicas, en todas las capitales andaluzas.
El ambiente era festivo, pero existía una resistencia latente encabezada por algunos altos mandos civiles. Francisco Cabezas, presidente de la Diputación, se negaba a que la bandera andaluza ondeara en el balcón del edificio de Alameda de Colón. Iba a ser la única capital sin bandera y cuando un joven, José Manuel Trinidad Berlanga, trepó para colocarla, el caos se desató. Paqui sigue pensando que aquello formaba parte de un plan: “La policía estaba escondida. En el edificio, en los parques… De la nada, ¿de dónde salió tanta policía? Todos preparados, esperando una orden”. En aquella confusión de pelotas de goma, botes de humo, carreras y gritos, su hermano recibió la peor parte.
Manuel se había despedido de sus amigos poco antes, porque quería ir a recoger a su padre antes de volver a su casa, en Calle La Unión. Nunca regresó, y el hombre volvió a saber de su hijo a las 17.30, según recuerda Dolores: “Un ATS vino a casa a decir que había tenido un accidente de tráfico y estaba muy grave. Esas son las palabras que dijo. Mi padre fue a Carlos Haya y… era todo mentira”. Había ingresado ya cadáver, pero eso su padre no lo supo hasta que destapó la sábana que cubría su cuerpo. Al darle la vuelta vio el disparo.
El trayecto al hospital y el misterioso conductor del Symca 1000
Manuel murió sobre las rodillas de Carlos Carmona en el trayecto entre la Alameda de Colón y la Avenida Carlos Haya. Carmona, que entonces tenía 21 años y militaba en CNT, no conocía a García Caparrós, pero intentó salvar su vida. Hoy recuerda de la manifestación que había muchos desconocidos “expectantes” y que vio volar algo, un objeto, quizás una naranja, cuando Trinidad Berlanga escalaba para poner la bandera. Así comenzó la batalla campal. Pasados unos minutos, observó desde el edificio de Hacienda que la Policía se quedaba sin material antidisturbios y reculaba. Un oficial levantó la pistola y disparó al aire.
Carmona se encontró la escena al llegar a Alameda de Colón. “Al darme la vuelta e intentar huir vi una persona caída. Yo estudiaba segundo de medicina. Le cogí la cabeza y me ayudaron a meterlo en un coche”, recuerda. ¿De dónde salió aquel coche? ¿Quién lo condujo? Nunca lo supo. “Era un Symca 1000. La policía me hizo bajar, pero les dije que había un herido. En ese momento un policía intentó meterse, pero el oficial le hizo salir y le dijo que estaba todo controlado”. El misterioso conductor apenas cambió palabras con el joven estudiante, nervioso porque ya comprendía que aquel muchacho desconocido no había recibido el impacto de una pelota de goma, sino un balazo cerca de una axila. En ese trayecto murió García Caparrós.
Carmona vivió aquellos días “un tiempo extraño”. Le interrogaron en Madrid y Málaga, y le recomendaron silencio, que echara un arma al bolsillo. Que había un sector de la policía descontrolado, le dijeron, que si sabía lo que le pasa a quienes se meten en líos. Los dos días siguientes Málaga se echó a la calle por aquel muchacho muerto.
“Se nos pregunta por las calles si ya se ha acordado quiénes tienen al menos las responsabilidades políticas”
“Numerosos impactos de bala señalan el lugar donde cayó muerto el domingo el joven José Manuel García Caparrós”, arrancaba la crónica de El País. ¿Dónde fueron los casquillos? Ni la investigación judicial ni la comisión parlamentaria (presidida por Juan Rovira, alto cargo de Hacienda durante el franquismo) llegaron a conclusión alguna y ni siquiera se encontró la bala que mató a García Caparrós. Quedó la sensación de vergonzosa componenda, de escandalosa omertá. Francisco Cabezas, que había caldeado los ánimos de un sector de la extrema derecha con su actitud abiertamente hostil a la manifestación, desapareció de la vida pública.
El Pleno aprobó los dictámenes sobre los sucesos de Málaga y La Laguna en una sesión parcialmente secreta celebrada un año después. De las cuatro sesiones de la Comisión de Encuesta, dos no tienen diario. “Quiero que consideren los compañeros de Comisión de UCD que estos acontecimientos en una provincia dejan grandes recuerdos amargos, y pocos malagueños pueden comprender que una Comisión nombrada para este efecto no encuentre una persona responsable”, dijo al Pleno León Rodríguez Valverde, del Grupo Socialista. “Se nos pregunta por las calles si ya se ha acordado quiénes tienen al menos las responsabilidades políticas”, informó Tomás García, del Grupo Comunista. 33 diputados integraron aquella comisión, entre otros el actual alcalde de Málaga Francisco de la Torre (entonces en UCD), que exculpó al Gobernador Civil, Enrique Riverola.
Treinta años después, Rosa Burgos reconstruyó los hechos y llegó a conclusiones que confirman lo que muchos temían. En La muerte de García Caparrós, editado por El Observador, Burgos explica que la bala que lo mató era de la policía, que el informe balístico que lo prueba se ocultó, que no murió donde se dijo y que la extrema derecha actuó en connivencia con el Gobierno Civil para reventar la manifestación.
“Manuel José, hoy sé que el disparo que te mató podría haberse alojado en cualquiera de los que estábamos cerca de ti”
El padre de Manuel volvió a casa con la ropa de su hijo metida en una bolsa. El chico llevaba la misma chaqueta que viste en la foto que ilustra este texto. La madre murió llevando el luto, con 45 años. “Mi padre luchó… para nada. Donde iba le cerraban las puertas”, lamenta Dolores, que lleva el carnet y la foto de su hermano en la cartera. Ella y sus hermanos continuaron la lucha con el apoyo de Izquierda Unida, que regularmente pide que se le considere víctima del terrorismo.
En 2013, García Caparrós fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía. Aquel día Antonio Banderas leyó un emocionante discurso. El 4 de diciembre de 1977 el actor había dejado sus ensayos teatrales en El Perchel para manifestarse con Manuel y miles de malagueños. “Manuel José, hoy sé que el disparo que te mató podría haberse alojado en cualquiera de los que estábamos cerca de ti”, dijo Banderas cuando habló de la bala “que hizo diana en el corazón de todos los andaluces”.
En la esquina donde cayó García Caparrós hay una placa en su recuerdo que constata que la negligencia no es sensible al dolor. Esa placa homenajea erróneamente a José Manuel García Caparrós, y no a Manuel José, el joven que pudo ser cualquier andaluz. “Él murió por Andalucía. Que no se pierda la memoria de él, y que se sepa quién es y lo que fue. Y que se sepa que sin un 4 de diciembre nunca habría habido un 28 de febrero”, dice su hermana Dolores.