Un alcalde contra todos: dos semanas que han dinamitado el bipartito de Ciudadanos y PP en Granada
“Todo es posible en Granada”, reza el título de una película de Rafael Romero estrenada en 1982. Una cinta cómica que narra la historia de un hombre tozudo que se negaba a vender una parcela de terreno de la que no podía sacar más provecho y cuyo relato se parece en parte a lo que ocurre hoy en el Ayuntamiento de la ciudad de la Alhambra. En él, Luis Salvador (Ciudadanos) se niega a dimitir como alcalde, a pesar de tenerlo todo en contra. Tanto que todos sus concejales, excepto uno, se han marchado ya. Una historia que está en su punto álgido y que se ha precipitado en dos semanas acabando con el bipartito de Cs y Partido Popular en Granada.
El relato de los acontecimientos no es fácil de contar sin caer en detalles que puedan confundir. En apenas dos años de mandato, el Ayuntamiento de Granada ha sido el centro de una lucha de poder que arrancó prácticamente desde el mismo momento en que se contaron los votos de las elecciones del 26 de mayo de 2019. Aquella noche, 30 años más tarde, el PSOE ganaba sus primeros comicios locales en la capital granadina. Sin embargo, la correlación de fuerzas a la izquierda y a la derecha dejaba el Gobierno municipal complicado para los socialistas. Pese a que entre PSOE y Unidas Podemos-IU sumaban 13 concejales y que PP y Vox alcanzaban 10, los 4 concejales de Ciudadanos emergían como la llave de la gobernabilidad en Granada con más posibilidades de apoyar a la derecha tras un marco general de acuerdo a nivel nacional.
De esas sumas y combinaciones surge todo. El cabeza de lista de los naranjas, Luis Salvador, que había regresado a Granada después de quedarse sin escaño por Cs en el Congreso de los Diputados, se situó en el centro del tablero como figura clave para decidir a qué bloque político le daría los cuatro votos de su partido. Durante semanas jugó al despiste y, por momentos, llegó a parecer que le daría la alcaldía al exalcalde socialista, Francisco Cuenca. Pero no fue así. Lo que acabaría ocurriendo no estaba en ninguna quiniela, ni siquiera entre los más optimistas de Ciudadanos: los naranjas se hacían con la alcaldía.
Una sorpresa y un acuerdo envenenado
De forma completamente sorprendente, Luis Salvador pasaba de ser la llave de la gobernabilidad a tener el bastón de mando gracias a un acuerdo nacional entre PP y Cs conocido como pacto del WhatsApp. Se le ha apodado así porque los protagonistas que lo sellaron estaban a cuatrocientos kilómetros de Granada, en el corazón de Madrid. En la capital de España, naranjas y populares se repartieron varias instituciones entre las que estuvo el Ayuntamiento granadino. Un giro de los acontecimientos que no se supo hasta la mañana del 15 de junio, cuando se celebró la investidura.
Ese día, el pleno de elección de alcalde proclamó a Luis Salvador como regidor y dejó en papel mojado las declaraciones que había hecho horas antes el líder de los populares granadinos, Sebastián Pérez. El político del PP salió diciendo ante los medios que él sería el alcalde tras mantener una reunión la noche anterior con el propio Salvador. Nada más lejos de la realidad. PP, Ciudadanos y hasta Vox, que con sus tres concejales debía confirmar la votación de investidura, ya sabían que Luis Salvador sería el alcalde y que Sebastián Pérez tendría que aguantarse con esa situación.
Como Pérez siempre había ansiado ser el el alcalde de Granada y ya había maniobrado en mandatos anteriores para derrocar a todos los líderes del PP que se pusieran en su camino, el entonces presidente local de los populares argumentó que el acuerdo entre Cs y PP contemplaba la alternancia en el poder a los dos años en un compromiso conocido como “2+2”. Un acuerdo que implicaba, en teoría, que en junio de este 2021 serían él y el Partido Popular quienes tendrían la alcaldía. Un pacto supuestamente sellado entre Luis Salvador y Sebastián Pérez del que mucho se ha hablado, pero del que no hay ningún documento que lo acredite.
Sin embargo, ese presunto compromiso entre ambos líderes es el que ha acabado derribando al bipartito dos años después. Desde el primer momento, Sebastián Pérez defendió que se había alcanzado y algunos de sus concejales, y hasta la secretaria general del PP-A, Loles López, le dieron la razón. Pero Luis Salvador siempre lo negó. “Mi mandato es para cuatro años”, ha repetido en multitud de ocasiones. No obstante, fuentes consistoriales sostienen que Luis y Sebastián sí que sellaron ese acuerdo con un apretón de manos, pero que el alcalde lo hizo para asegurarse el voto del candidato de los populares y evitar perder la alcaldía nada más empezar.
La inestabilidad del bipartito
En ese marco se han desarrollado dos años de Gobierno muy difíciles para el bipartito. “Solo hemos podido gobernar nueve meses sin pandemia”, dice Luis Salvador excusándose por los pocos proyectos que han conseguido sacar adelante. Porque la inestabilidad ha sido tan patente, que el único logro que ha alcanzado el bipartito ha sido aprobar, en 2020 y gracias al apoyo del PSOE, los primeros presupuestos municipales en un lustro. Los últimos llevaban prorrogados desde 2015. De lo demás, salvo eslóganes políticos como el intento de que Granada sea Ciudad Europea de la Cultura en 2031 o un presunto plan de ciudad inteligente llamado “Granada Human Tech”, no se ha avanzado casi nada.
En buena medida porque las continuas tensiones entre Luis Salvador y Sebastián Pérez, y las enemistades de estos con sus respectivos concejales de Cs y PP, han puesto muy difícil la gobernabilidad en Granada. Luis Salvador llevaba meses sin tratarse con buena parte del equipo de Gobierno porque no toleran su “ambición desmedida” para seguir en política. Y Sebastián Pérez, por su parte, ha vivido su particular vía crucis al ver cómo el partido que dirigió durante década y media en Granada le ha apartado. Orillado y sin apoyos orgánicos, Pérez acabó renunciando a sus cargos en el bipartito en otoño y dejó ser afiliado del PP y dimitió como concejal del grupo municipal hace dos semanas.
Dos semanas clave
Eso último ha sido la llama que ha encendido lo que hoy ocurre. Sebastián Pérez salió en rueda de prensa diciendo que había que cumplir el pacto de alternancia del “2+2” y que si su partido no lo hacía lo haría él: “Si el PP no encuentra los 14 votos que hacen falta para echar a Luis Salvador, lo haré yo”. Además de llamar “traidor” al alcalde y de cargar duramente contra la dirección andaluza de los populares, Pérez amenazó con apoyar una moción de censura a favor del PSOE que hizo que el PP de Granada tuviera que activarse.
La estructura local del Partido Popular recogió el desafío de Sebastián Pérez y lo hizo suyo avanzando que trabajarían para echar a Luis Salvador. Anunciaron una ronda de reuniones con las diferentes formaciones políticas del Ayuntamiento de Granada, pero hasta la fecha solo se han reunido con Ciudadanos y con Luis Salvador. Pero como todos los encuentros han sido en vano porque el alcalde no ha dimitido, han decidido dar un golpe de efecto y marcharse del gobierno municipal en bloque. Junto a ellos, se han ido también dos de los concejales de Ciudadanos, Manuel Olivares y Lucía Garrido.
Sin embargo y a pesar de las circunstancias, Luis Salvador, que está en minoría y no tiene más apoyo que el de su grupo de allegados y el del edil José Antonio Huertas, no piensa dimitir. “Este alcalde no cierra puertas a nadie y esperaremos al PP para que recapacite”, dice incluso. Argumentando que “ha habido fuego amigo para chantajear y presionar”, Salvador dice que no se va. De hecho, de momento, cuenta con el respaldo de la dirección nacional de Ciudadanos, pero ya no tiene el del PP de Andalucía que prefería mantenerlo de regidor antes que jugarse la inestabilidad del Gobierno andaluz que también comparten naranjas y populares. Fuentes populares dan por amortizado a Luis Salvador y aseguran que ya no se le está buscando una salida como sí ocurría hace algunas semanas, esperando a que él mismo decida irse.
Ahora mismo, el futuro es una incógnita. Luis Salvador dice que la ciudad se puede gobernar “perfectamente” y que, para eso, el Ayuntamiento tiene funcionarios y trabajadores, pero lo cierto es que solo puede hacerlo a golpe de decreto. Mientras tanto, todos los grupos esperan a que el alcalde caiga por su propio peso y acabe dimitiendo. No se descarta ni siquiera una moción de censura, aunque todo apunta a que el cambio de regidor se produciría en un pleno de investidura en el que el PSOE tendría ventaja al haber ganado las elecciones porque, de no sumar los grupos de la derecha, acabaría gobernando el partido más votado. En todo caso, para que ese momento llegue aún queda, porque el alcalde sigue en su sillón y ya lo dice él mismo: “Soy espartano. Tengo buen encaje”.
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