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El fin de la Casa Ajsaris: 400 obras de arte huérfanas buscan un museo en Granada donde sobrevivir

Juan Manuel Segura no quiere que la colección que han creado se pierda

Álvaro López

Granada —

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A escasos metros del Paseo de los Tristes, Granada esconde en su seno una joya oculta. La Casa Ajsaris, ubicada en la calle Zafra, la misma en la que se sitúa el Museo Arqueológico, es un museo privado que lleva más de cuatro décadas elaborándose gracias al tesón y al amor al arte de Juan Manuel Segura y su compañero, Francisco Jiménez, ya desaparecido.

Ambos intentaron ceder en numerosas ocasiones el museo a la ciudad, pero el Ayuntamiento no acaba de encontrarle acomodo. Ahora, Segura está a punto de tirar la toalla y no descarta trasladarlo a otro lugar. Mientras, el Consistorio dice estar negociando para dar con un espacio adecuado que cumpla con los requisitos que exigen tal cantidad de obras de arte.

En Ajsaris nada es lo que parece. Desde su nombre, que es el que tenía el viejo barrio de Axares, hasta su interior, modificado con gusto con algún que otro trampantojo que busca embaucar al visitante al tiempo que le invita a adentrarse en las estancias. Externamente, la vivienda-museo es una más de las numerosas fachadas pintorescas que adornan el Albaycín, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1994. Pero esta casa no siempre fue así. Levantado en época moderna, este inmueble llegó a ser una suerte de corrala en la que malvivieron decenas de familias durante buena parte del siglo XX.

Un espacio único

Poco antes de que Juan Manuel Segura y Francisco Jiménez la adquiriesen, en el año 2000, la edificación estuvo ocupada, dejándola al borde de la ruina. “Cuando nosotros llegamos, aquí había una suciedad que jamás había visto antes”, dice Segura. Ahora, un cuarto de siglo después, este espacio único en Granada, olvidado por las instituciones y que rara vez aparece en las guías tradicionales de turismo, encierra una historia que arranca mucho antes: en 1973. En ese año, lejos del Paseo de los Tristes, Segura y Jiménez empezaron a crear su colección en la que fue su primera vivienda en la ciudad de la Alhambra.

“Yo empecé a viajar por España por trabajo y pude ver muchas obras de arte que me gustaban, aunque yo no entendía mucho”, confiesa Segura. Con poco dinero, pero con mucha ilusión, adquirió pinturas sobre todo de su artista fetiche, el granadino José María López Mezquita. Con él y con la ayuda del decorador Juan Manuel Taboada, que le guio en aquellos primeros tiempos, empezó a cultivar el amor por un arte que ha trascendido el paso del tiempo y que le ha permitido tener una de las colecciones más importantes de la ciudad y, desde luego, la que tiene mayor valor por tener tanto arraigo granadino.

La casa del arte granadino

Desde entonces, Segura y Jiménez fueron acumulando una vasta colección de cuadros y esculturas de autores tan importantes como Gabriel Morcillo, Pedro de Mena o los extranjeros afincados en la ciudad, George Apperley o Gerald Palmer. “Las hemos ido comprando poco a poco, con nuestros recursos económicos”. Tienen tantas obras de arte que los especialistas que se han acercado a Ajsaris afirman que todo el siglo XIX de la pintura granadina está reflejado en este museo y que gran parte del XX, con Morcillo como gran estandarte, también lo está. Quienes quieren visitarlas, pueden hacerlo sábados y domingos pagando “la voluntad” que permite costear el agua y la luz de un edificio que es muy grande y tiene tres plantas y una terraza con vistas a la Alhambra.

Juan Manuel Segura recuerda que se encontraron con muchos problemas para adquirir algunos de los primeros cuadros. “Por una acuarela nos pedían 900.000 pesetas cuando nosotros aún debíamos 1,6 millones de nuestro apartamento”. Aunque era prohibitivo, tenían buenos amigos que les informaban de “chollos” que aparecían minusvalorados o directamente olvidados en galerías de arte o marchantes que querían deshacerse de ellos. “En aquella época, sobre todo tras el franquismo, había muchas obras que venían de Sudamérica a precios bajos porque los dueños tenían que venderlas por la crisis que había en países como Argentina”.

“Tenemos tantos cuadros y esculturas que algunas las tenemos que tener en el suelo”, confiesa Segura. Caminar por el museo deja, sin embargo, la sensación contraria a sentir desazón o agobio por exceso. Es más bien un encuentro con la fascinación al ver el realismo de la mayoría de trazos que hay en cada pintura o efigie. Porque si algo es la Casa Ajsaris es un museo de arte del realismo, lejos de cualquier insinuación contemporánea. “Yo no entiendo las exposiciones vanguardistas que hacen algunos. No me gustan”, dice el coleccionista.

La “inoperancia” del Ayuntamiento de Granada

Con tanta pieza de colección, que supera las 400 según las estimaciones –todas ellas perfectamente datadas y documentadas–, Segura y Jiménez fueron pidiendo a los diferentes gobiernos municipales que Ajsaris sea por y para los granadinos y visitantes que quieran adentrarse en el arte. “Han pasado muchos políticos, pero ninguno tiene ni idea de cultura en esta ciudad. Son inoperantes”. Sí recuerda que el exalcalde Antonio Jara intentó, cuando ya casi agotaba su mandato, interesarse por la colección, mucho antes de que Ajsaris fuese una realidad, “pero alguien desde arriba lo paró”.

Preguntado por qué intereses puede haber para que ningún regidor haya acertado a convertir en museo público el trabajo de cuatro décadas de coleccionismo, Segura no acaba de tener clara la respuesta: “Creo que en el fondo es por vergüenza de que dos personas hayan sido capaces de hacer con sus propios recursos lo que ellos con todo el dinero del mundo no han hecho”. Para Segura, Granada tiene un problema y es que “no se valora el arte y menos a sus propios artistas”.

Aunque legar Ajsaris como inmueble fue una opción durante mucho tiempo, el fallecimiento de Francisco Jiménez ha hecho que sea imposible: “Su parte pertenece a sus sobrinos”. Por eso, la vía que queda ahora mismo es encontrar otro emplazamiento en la ciudad para trasladar las obras. Algo que no acaba de suceder. “La concejalía de Cultura no mueve un dedo y aunque hemos pedido que nos cedan la Casa Ágreda, necesita rehabilitarse y van a empezar a hacerlo por la parte que no hemos solicitado”, lamenta Segura. De ahí que haya llegado a preguntar a la Junta de Andalucía y a otros ayuntamientos, como el de Alcalá la Real en Jaén, si están interesados en la colección. Alcalá llegó a estar por la labor, “pero la exconsejera de Cultura Patricia del Pozo paró la operación diciendo que esto no podía salir de Granada”.

Negociaciones abiertas

“Si la colección no se la queda el Ayuntamiento de Granada mientras yo esté vivo, la colección se venderá cuando muera porque así lo he pedido”. Un órdago al que el Ayuntamiento de Granada no acaba de dar solución, aunque ha habido varios intentos. El último, durante el anterior mandato socialista. Según fuentes del PSOE, hubo un acercamiento para trasladar la colección a la Fundación Rodríguez Acosta, pero la llegada de las elecciones municipales lo frenó.

Ahora, el concejal de Cultura, Juan Ramón Ferreira, afirma que el Consistorio está “negociando” con Juan Manuel Segura para encontrar un espacio que se adapte a lo que solicita: que todas las obras se presenten unidas en el mismo lugar. En ese punto, emerge Casa Ágreda, un edificio municipal que fue recuperado para titularidad pública en el último lustro y que es el lugar al que Segura quiere que vaya su particular museo. “Es una de las opciones, pero requiere de tiempo y financiación”, apunta Ferreira. “Hay voluntad mutua de buscar una solución, pero no hay soluciones viables a corto plazo”.

Por su parte, la Delegación de Cultura del Gobierno andaluz va en la misma línea y señala la “voluntad” que hay por las partes para llegar a un entendimiento, pero que aún no se ha formalizado. “Se le han ofrecido algunos espacios que ha rechazado”. A lo que Segura contesta aseverando que es “mentira”: “Me ofrecieron uno que es más pequeño que mi casa para compartirlo con Unicaja”.

Un panorama que es incomprensible a ojos de los especialistas de arte que visitan regularmente Ajsaris. Y no son pocos puesto que algunas de las obras se ceden a museos como El Prado en Madrid o Chicago en Estados Unidos. Al tiempo que la Granada institucional vive a espaldas de la casa-museo de la calle Zafra, plataformas como Instagram y TikTok le están dando una publicidad que la política no quiere hacer suya. Oculta a los ojos de quienes pueden salvarla, la colección de Ajsaris corre el riesgo de desaparecer para siempre de la ciudad a la que pertenece.

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