Salud pública Los nombres de las listas de espera

María José, siete meses esperando una cirugía en el SAS: “Me dijeron que no me operaban hasta que no me meara encima”

Álvaro López

Granada —

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Hace un año, María José Caballero llevaba una vida relativamente normal. Esta joven granadina, que ahora tiene 26 años, padecía episodios habituales de lumbalgia que no le impedían hacer lo que cualquier persona de su edad. Sin embargo, su molestia fue a más hasta llegar a impedirle andar el pasado mes de enero. Un proceso en el que hoy sigue, esperando a que el Servicio Andaluz de Salud (SAS) la opere para acabar con una odisea con la que ejemplifica el estado de la sanidad pública de Andalucía.

Esta granadina es una de las personas que está padeciendo en primera persona los problemas asistenciales sanitarios de la región. Forma parte de las listas de espera que mantienen a 45.000 andaluces a la espera de una intervención quirúrgica desde hace más de un año. Además, en su caso se ha superado con creces el plazo legal de garantía que ofrece el SAS para poder ser intervenida porque tenía que haber sido operada en 180 días, pero lleva esperando desde febrero. “Ayer, por ejemplo, me tiré media hora chillando para poder levantarme del baño porque no puedo sentarme”.

Todo comenzó a finales de 2022. Después de algún tiempo sufriendo episodios de lumbalgia, María José Caballero decidió acudir a su centro de salud para obtener un diagnóstico que pudiese explicar qué le estaba ocurriendo. “Tan solo me recomendaban que hiciera deporte”. Y aunque siguió al pie de la letra la indicación, su situación no mejoraba. “Decidí hacerme una resonancia y fue ahí cuando me dijeron que tenía una hernia discal, que en principio se podía controlar con antiinflamatorios”.

Pero la realidad no resultó tan sencilla. Lejos de mejorar su cuadro clínico, en enero sufrió una ciática que la dejó postrada en una cama. Era un 2 de enero. “Entonces, tenía varios empleos y uno de ellos era en la hostelería, pero aquella mañana, de repente, no podía andar”. Sufría un fuerte dolor corporal y se sentía incapaz de apoyar la pierna izquierda, por lo que decidió a acudir a urgencias.

“Allí me dijeron que hasta que no me cagara o me meara encima sin darme cuenta, no me iban a operar”. Palabras muy gruesas a las que acompañaron con el argumento de que era “muy joven” como para pasar por una cirugía de hernia discal. “Obviamente, si puedo evitarme un quirófano lo evito, pero no me daban ninguna otra solución”. Ya en febrero fue atendida por un neurocirujano que leyó el informe que María José había obtenido por la sanidad privada —puesto que la resonancia se la habían agendado para abril— y que le preguntó por qué no había recibido aún rehabilitación.

Fue entonces cuando detectó, asegura, que el equipo médico que le había atendido previamente tanto en el centro de salud como en las urgencias del Hospital Virgen de las Nieves de Granada no le había aconsejado correctamente. “Me decían que no hiciera nada, que no nadase ni hiciese ningún deporte porque no me recomendaban ni que me tocara la zona”. Ante esa situación y debido al cruce de diagnósticos, el facultativo optó por no citarla para la rehabilitación porque iban a tardar más aún para operarle: la espera para ambos casos estaba en seis meses. Para entonces, María José llevaba semanas encamada y sin apenas moverse, de baja médica y siguiendo órdenes sanitarias.

Tratamiento privado

Fruto de la desesperación, optó de nuevo por la vía de la medicina privada. Un tratamiento con ozono que le costó 1.200 euros y que durante muchas semanas, combinado con medicamentos y actividades como pilates, le permitió volver a ponerse de pie y retomar la actividad mientras esperaba a que el SAS le diese una cita para operarse de la hernia. “Si no hubiera tenido dinero para la privada supongo que me habría tocado esperar más e insistir más”. Hasta que hace tan solo tres semanas todo se volvió a torcer. “Me resfrié y tuve que estar todo el fin de semana en la cama. Cuando me quise levantar el domingo no podía dejar de chillar”.

“Llegué a urgencias chillando y estuve ingresada 16 horas con fentanilo, pero me dieron el alta sin poder andar bien porque, de nuevo, me decían que si no me había meado encima y seguía sintiendo la pierna, no iba a ser una paciente urgente”. Al parecer, según su testimonio, ese es el cuadro clínico que lleva a los médicos a priorizar a los enfermos a los que atienden en este tipo de hernias. “Han pasado ya más de seis meses desde que fui al médico por primera vez y no me habían llamado ni siquiera del preoperatorio”.

Desesperada, María José Caballero optó por seguir acudiendo a urgencias y, tras ser vista por cuarta vez por la misma doctora, le recomendaron que acudiese directamente a la planta de cirugía para poner una reclamación. “Al ponerla me llamaron al día siguiente y me dieron cita para el preoperatorio”. Sin embargo, la prueba salió mal y tuvo que repetirla. Afortunadamente, ahora solo le queda esperar, pero no olvida todo lo que ha pasado en este tiempo. “La ambulancia ha tenido que recogerme en alguna ocasión del suelo, chillando de dolor y, aún así, me decían lo mismo, que me daban el alta, que cuando quisiera me fuese, que si quería me ponían un bote de más medicación. Pero yo no estaba bien por más medicación que me metían”.

“Llevo tres semanas en cama, y la medicación se me ha acabado, por lo que estoy tomándome los antiinflamatorios que puedo, dependiendo de lo que aguante el dolor”, cuenta la joven. “Aquí sigo esperando a que me llamen, porque en urgencias simplemente pueden decirme eso. Me dicen que como la pierna la siento porque no he llegado al punto de dejar de sentirla, pues que no soy una urgencia y que ya me llamarán. Y me dijeron que desde el preoperatorio me llamarían en una media de tres o cuatro meses”. Una pesadilla que para esta granadina dura ya casi un año y que pone nombre y apellidos a la situación que padecen las listas de espera de la sanidad pública de Andalucía.

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