Una noche “eterna” de terremotos en Granada
Eran cerca de las once de la noche. Viendo la televisión, cenando, haciendo una videollamada, estudiando o a punto de dormir: así sorprendieron los terremotos que tuvieron lugar en Granada la pasada madrugada a sus vecinos. Varios seísmos que superaban el 4 de magnitud en apenas 20 minutos, incluido uno que es el más intenso ocurrido en tierras granadinas desde 1984 –desbancando al del pasado sábado-, desataron miedo, pánico en muchos casos, desconcierto entre los ciudadanos que no dudaron en echarse a las calles ante el temor de nuevas réplicas. Un miedo con fundamento porque al final de la madrugada ha habido casi 40.
En el epicentro de la mayoría de los terremotos estaba Álvaro. Vecino de una pedanía de Santa Fe llamada El Jau, admite que su familia pasó un mal rato. “Estábamos cenando cuando empezó a temblar la casa. Es cierto eso de que uno se queda paralizado esperando que sea anecdótico”, recuerda de una noche en la que la secuencia de tres terremotos de ha hecho mella entre los lugareños. Fueron tan intensos en el epicentro que “mi mujer empezó a ponerse nerviosa y los vecinos empezaron a echarse a la calle”.
Cuando tuvo lugar el segundo de los terremotos, a Álvaro comenzaron a asaltarle las dudas sobre lo que podría ocurrir, pero cuando llegó el tercero, que él califica de “largo”, se vio obligado a coger a su hija de 8 meses y bajar a la calle junto a su mujer. “Te descolocas porque ya no sabes qué pasa, lo que conlleva llamadas de familiares que también lo están viviendo”. Algunos conocidos suyos incluso se marcharon de Santa Fe, pese al cierre perimetral ordenado por la Junta de Andalucía para contener la tercera ola de contagios de la Covid-19. Algo que anoche no importó: “Era un contraste grande porque había padres y vecinos hablando, y conociéndose un poco más, y niños jugando en la calle. En medio de una pandemia. Eso sí, a las dos de la madrugada ya regresamos a dormir”.
“Gritando y llorando”
Antonio es uno de los vecinos de Granada capital que cuenta cómo vivió los terremotos. Al filo de las diez y media de la noche, cuando tuvo lugar el primero de magnitud 4,2 y con epicentro en Santa Fe, se encontraba viendo la televisión en su salón. “Sentí un movimiento bastante fuerte y no fue agradable. Impone mucho la falta de control”, explica. Sin embargo, como en los últimos días ha habido más seísmos pensó que se quedaría ahí. Pero no fue así, a los pocos minutos tuvo lugar otro de la misma magnitud que ya empezó a provocar cierta tensión. “Al principio parece gracioso, pero cuando son tantos seguidos y hacen temblar todo el edificio te planteas que se pueda dañar y caer”.
“En ese momento empezó a salir gente en la calle. Algunos estaban en el parque que hay enfrente de mi edificio. Hasta la policía llegó para controlar la situación”, explica Antonio. Él en ese momento no salió de su casa, sino que decidió llamar a su familia para hablar de lo que acababa de ocurrir cuando, al colgar, se produjo el tercer terremoto consecutivo y el más fuerte de los tres. El seísmo de 4,5 mbLg soliviantó los ánimos y desató el pánico. “La gente se echó a la calle gritando y llorando mientras algunos vecinos se quedaron en sus ventanas viendo qué estaba pasando”.
Una de las personas que albergó cierto miedo fue Inmaculada. La joven cuenta que estaba haciendo una videollamada cuando le sorprendieron los terremotos principales. “Mi familia se vino a mi habitación cuando ocurrió el segundo”, relata. Pero cuando tuvo lugar el tercer seísmo consecutivo, la situación se descontroló. “Todos nos retroalimentamos y empezamos a gritar entre nosotros”, recuerda.
“Como no había colgado la videollamada y estaba hablando con otra persona de Granada capital, pude ver toda la vibración de la cámara”, dice Inmaculada. Esta granadina no oculta que fue “la histeria total porque ya estábamos nerviosos, se caían cosas de las estanterías y se movía todo”. De los nervios, ella y su familia se marcharon a la calle, “pero no por miedo a un terremoto más grande, sino por no sentirlos más”.
Paco, otro de los granadinos que vivió en primera persona la noche de seísmos, no olvida que “había una chica llorando en la calle”. En el domicilio de su hermana incluso se cayeron algunos objetos: marcos de cristal que quedaron completamente rotos. “En el tercer terremoto nos metimos debajo de la mesa porque se escuchaban los platos y la vitrina que tengo el cuarto de estar”, cuenta visiblemente nervioso. Fue una sensación muy desagradable, según su testimonio, escuchar “los crujidos de las paredes, la vibración de las ventanas. Intentas mantener la calma, pero es muy complicado en esos casos”.
“Quien sí lo pasó realmente mal fue mi novia”, dice. Como su pareja vive en Híjar, un pueblo próximo a Santa Fe, que fue el epicentro de la mayoría de los seísmos, los movimientos fueron algo más intensos en estos lugares que en Granada capital. “Cogió el coche y se fue a un descampado donde había más gente porque a ella se le cayó una estantería. Teníamos, como dice la expresión, los huevos en la garganta”.
“Se oía cómo se movía la tierra”
En un séptimo piso le sorprendieron a Pilar los terremotos: “Me acababa de acostar, estaba viendo la tele y de pronto se oyó un ruido muy grande y ¡se movía la cama!”. La mujer, que trabaja como médico, admite que se impresionó bastante. “Es que se oía cómo se movía la tierra”, dice. “Tuvimos suerte y no se nos cayó nada, pero la cama se movía, las ventanas crujían porque, claro, los terremotos eran largos y te daba tiempo a preguntarte qué estaba pasando”.
Como en la mayoría de casos, cuando ocurrió el tercero de los terremotos, Pilar se asustó completamente. “Estaba hablando con una amiga que me decía que no me preocupara porque había habido un terremoto en Málaga, pero cuando se volvió a mover todo, me dio un poco de ansiedad y no sabía qué hacer”. Admite que como el último de la serie duró “bastante”, se preguntaba si merecía la pena bajarse a la calle o si un terremoto más fuerte le sorprendería en las escaleras.
“El primer terremoto no lo noté, pensé que era la lavadora hasta que caí en la cuenta de que no estaba puesta”, relata Miguel. Él junto a sus compañeros de piso, vivieron una noche difícil de olvidar. “Yo pensaba que me estaban dando patadas en el sillón”, hasta que entraron en Twitter y verificaron que había habido un seísmo. “Estábamos viendo el Betis y acabábamos de cenar. Ya estábamos en sobreaviso y de pronto empezó a temblar todo”, cuenta. En su caso se agarró al sofá de puro miedo.
Joaquín, uno de sus compañeros, explica que “la reacción fue de miedo. Fue surrealista. No nos movimos y nos quedamos en el sitio en shock”. Tal era el grado de excitación que entre todos se preguntaban si meterse o no debajo de la mesa. Los jóvenes, que viven en el centro de Granada, también fueron testigos de cómo la gente salía a la calle visiblemente asustada. Pero esta noche del 26 de enero, ellos y el resto de vecinos de la provincia de Granada, la recordarán como una noche muy larga: “Fueron unos segundos, pero parecieron una eternidad”.
0