El PP de Granada cierra en gris el año en el que se autoexpulsó de la alcaldía

Álvaro López

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El PP de Granada ha completado en 2021 la cuadratura del círculo. Hace doce meses el panorama era sensiblemente distinto al que tiene la formación hoy. Entonces, gobernaban en coalición con Ciudadanos el Ayuntamiento de la capital y con la irrupción del nuevo presidente provincial, Francisco Rodríguez, soplaban aires de cambio que pretendían enterrar el hacha de guerra en alto desde la ‘Operación Nazarí’ y empezar a caminar hacia un futuro que hoy parece más incierto que nunca. Así, los populares han pasado en 2021 de ser el partido que más años ha gobernado Granada en este siglo XXI, a estar caminando entre la irrelevancia.

Esa percepción la tienen propios y extraños. Los afiliados del Partido Popular granadino hace tiempo que capean el temporal como pueden, intentando huir de guerras internas que comenzaron hace años y que no han terminado de sellarse. Desde que José Torres Hurtado saliese abruptamente de la Alcaldía de Granada junto a la cúpula de Urbanismo acusado de cabecilla de una “organización criminal”, según la Policía en el marco de la ‘Operación Nazarí’, la marca del PP no ha hecho más que hundirse a los pies de la Alhambra. El que era entonces presidente provincial, Sebastián Pérez, empezó una huida hacia adelante que se cobró una batalla de primarias con el exconcejal de Hurtado, Juan García Montero, lo que abrió el partido en canal en la primera evidencia pública de un desencuentro total entre dos formas de entender el PP. Esa brecha se había vislumbrado en ocasiones previas, pero nunca había saltado a la palestra como entonces.

García Montero y su equipo acusaron a Pérez de zancadillearle políticamente e impedirle que pudiera disputarle la presidencia. El caso llegó a los tribunales y Pérez salió indemne porque la Justicia apreció que Juan García Montero ya no tenía razones para seguir alegando sobre las primarias puesto que había abandonado el partido. Aquella fue la última victoria de Sebastián Pérez en el PP. Un triunfo que resultó ser pírrico porque su peso dentro del partido ya estaba bajo mínimos y su influencia se había visto orillada por la nueva presidencia nacional de Pablo Casado. Meses antes, la cúpula nacional del Partido Popular y la de Ciudadanos decidieron pactar contra el propio Pérez y poner a Luis Salvador como alcalde, pese a que había obtenido menos votos y menos concejales que el líder popular. Un giro de guion que ha acabado por tener su eco en este 2021.

El principio del fin

Sebastián Pérez renunció a finales de 2020 a sus funciones dentro del equipo de Gobierno y abonó el terreno para que su partido y Cs tuvieran que estar preocupados de cara a junio de 2021. Él siempre defendió que había acordado con Luis Salvador que habría una alternancia para esa fecha y en los mentideros políticos de Granada se daba por sentado que Pérez acabaría cumpliendo con su amenaza. Algo que terminó pasando en primavera cuando el expresidente del PP anunció su salida del partido renunciando a formar parte del grupo municipal y advirtió que, si los populares no forzaban la alternancia, pondría de su parte para que acabara ocurriendo. De hecho, no descartó en ningún caso apoyar una moción de censura a favor del PSOE, aunque esa opción nunca llegó a estar sobre la mesa. Comenzaba así el principio del final del PP en el Gobierno de la ciudad de Granada.

La nueva presidencia provincial del Partido Popular granadino, elegida en marzo sin rivales y con el apoyo de solo el 2% de los afiliados, cogió el guante y, como se acabaría viendo, se arrastró a sí misma y al grupo municipal hacia el abismo. Con una estrategia errática y sin nada pactado para salir airosos de la situación, hubo dimisiones en cascada para dejar a Luis Salvador solo junto a uno de sus concejales, el edil de Deportes José Antonio Huertas. En el PP esperaban que aquella jugada les saliera de cara para que Salvador acabara cediendo el testigo a alguno de sus concejales, al verse en minoría absoluta para poder gobernar la ciudad.

Sin embargo, el entonces regidor de Ciudadanos no solo no se amilanó ante el desafió, sino que estiró la situación hasta que logró sellar un pacto con el PSOE que cavó la tumba política de los populares granadinos que están en el Ayuntamiento. Algunos de ellos, como el portavoz César Díaz, acabaron señalados por encabezar públicamente una batalla contra Luis Salvador que no fue entendida por las bases del partido y el mismo día en el que el socialista Francisco Cuenca retomaba el bastón de mando para el PSOE, se vivió un cisma entre los líderes del PP del Ayuntamiento y la dirección provincial a solo unos metros del Consistorio.

En julio, acabó la aventura del Partido Popular de Granada que había logrado regresar a la alcaldía después de perderla por la ‘Operación Nazarí’. Fuentes internas de la formación sostienen que entonces también se perdió el rumbo municipal definitivamente. Quienes siguen como concejales tienen difícil poder repetir en las listas de 2023, sobre todo porque aún no se sabe quién tomará las riendas. Aunque desde el seno del PP se da por sentado que Francisco Rodríguez seguirá por no haber nadie que quiera estar en su posición de presidente en un momento así, el nombre de la consejera de Fomento de la Junta de Andalucía, Marifrán Carazo, aparece de manera recurrente. Algunas quinielas la sitúan como candidata al Ayuntamiento de Granada y otras fuentes dicen que es una de las personas a las que Rodríguez le consulta el día a día del partido.

Debilidad orgánica

Sin embargo, a nivel provincial el panorama no es precisamente alentador en este 2021. La dirección granadina del PP apenas cuenta con respaldo entre sus militantes. La ruptura interna que vive la formación hace que haya afiliados y cargos importantes en algunos municipios como Otura que hayan decidido alejarse de la presidencia. Trasladan el mensaje de que Francisco Rodríguez no está sabiendo capitanear la renovación y que su actuación al frente del partido no difiere tanto de lo que se hacía hasta que llegó. De hecho, la apertura del curso político que se celebró en septiembre fue una buena muestra del poco apoyo con el que cuenta esta dirección. La cita, celebrada en Motril, no contó con cargos orgánicos de relevancia en la estructura local y tampoco regional, más allá de la presencia puntual de Marifrán Carazo y de la secretaria del PP-A, Loles López. Fuentes del partido definieron aquel evento como un reflejo de que Rodríguez no tiene el pulso del partido.

Apenas unas semanas después, las primarias para presidir el PP de Motril se saldaron con una polémica que aún hoy está en la Fiscalía. La alcaldesa motrileña y aspirante a dirigente local, Luisa García Chamorro, se había apropiado presuntamente de dinero público del grupo municipal para pagar una condena por injurias años antes. Aquello salió a la luz por una filtración de afiliados de los populares y la regidora reconoció que había ocurrido, pero que no le habían dicho que fuese algo irregular. Sin embargo, pese a que Chamorro y Rodríguez se habían apoyado mutuamente ante la pérdida de confianza de las bases hacia ellos, la dirección provincial del partido decidió dejar sola a la alcaldesa de Motril y evitar pronunciarse sobre un tema que afectaba de lleno a alguien que había sido apuesta personal del presidente.

Con ese capítulo aún en los tribunales, la estructura provincial se llevó una alegría en noviembre cuando el PP-A celebró sus primarias en Granada. Lo que iba a ser una cita para recuperar confianza entre los afiliados, se volvió a saldar con Francisco Rodríguez participando con un perfil bajo y totalmente eclipsado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y de su homónimo andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla. Si Rodríguez pasó por el Congreso, apenas se recuerda. Trascendió más la fiesta de cierre de la primarias organizada por los populares de Granada en una discoteca de la capital que su mensaje. Lo que da muestra de que el partido está ante una tesitura gris sobre su futuro.

Sin candidato para 2023

Y ahí, en el futuro, es donde se juega el PP su supervivencia en Granada. Con el grupo municipal amortizado y haciendo una oposición política que fuentes de la propia formación reconocen que es irrelevante, hasta el punto de que han ido un paso por detrás de Vox en algunos asuntos de menor trascendencia, los militantes deshojan la margarita para saber qué pasará en este año que debe ser el de la puesta en marcha de una nueva estructura al menos en la capital. Con las elecciones andaluzas previstas para este 2022, no está claro que Marifrán Carazo se arriesgue a dejar de ser consejera (si el PP repite al frente de la Junta) por disputarle una alcaldía que el PSOE parece tener amarrada al menos un mandato más. Por eso, emergen otras figuras como la de la directora general de la Alhambra, Rocío Díaz, y la del representante de la Junta de Andalucía en Madrid, Vicente Azpitarte. Los dos suenan como posibles candidatos para 2023.

Díaz ya pudo ser incluso alcaldesa de Granada cuando era concejal del PP bajo el mando de José Torres Hurtado. Cuando salió de la alcaldía por la ‘Operación Nazarí’, Díaz sonó como posible regidora interina, aunque aquello finalmente no se produjo. Ahora, su imagen está más alejada del tono político diario y, aunque no recoge simpatías mayoritarias, aún se le considera una candidata que podría salvar los muebles del PP en unos comicios locales que pueden ser muy duros.

Por otra parte, Vicente Azpitarte es uno de los nombres más mediáticos y conocidos en la estructura de los populares y apenas tiene herencia política más que su papel como embajador de la Junta de Andalucía. Ese currículum le abre la puerta a poder acercarse a las diferentes facciones que hoy forman parte del PP de Granada y que tienen ante sí unos meses de travesía por el desierto. Las elecciones andaluzas servirán para medir en cierta forma el pulso político que pueda retener Rodríguez, pero 2022 se aprecia ya como el año en el que muchas cosas deben cambiar en los populares.