La escasez de lluvias suele generar paisajes desérticos, que preocupan por poner evidencia las consecuencias que puede tener vivir sin agua. Pero a veces, esta misma escasez deja al descubierto restos de un tiempo pasado que nos explica más sobre quiénes fuimos. Esto es justo lo que ha sucedido en el entorno del pantano de Iznájar, junto a la población de Algarinejo (Granada). Una investigación arqueológica ha descubierto restos prehistóricos que se remontan al paleolítico.
El hallazgo es sumamente relevante. Lo es porque está permitiendo recuperar restos que explican cómo era la zona en la prehistoria y trazar un horizonte de sucesos que expliquen por qué ha derivado en lo que hoy es. Hace miles de años, la existencia de poblados neolíticos era una rara avis. Entonces, las poblaciones humanas no se reunían en torno a estos primitivos núcleos de población, pero en Algarinejo se han encontrado evidencias de que sí hubo uno de ellos en lo que hoy es el embalse de Iznájar.
El trabajo, llevado a cabo por el grupo científico ArqueScience y liderado por Antonio Morgado-Rodríguez, lleva tiempo desarrollándose y es fruto de investigaciones previas en la zona. No obstante, esta última fase, la que ha desvelado incluso la presencia de un poblado neolítico poco habitual para la época, se ha prolongado durante un año. La escasez de precipitaciones ha hecho posible que el nivel del agua del embalse bajase tanto como para encontrar vestigios de un pasado que nos dice mucho sobre nuestro ahora. Un pasado que ha salido a relucir por la sequía y que ha llevado a este grupo de arqueólogos a indagar en todo el entorno del pantano hasta encontrar numerosas muestras prehistóricas.
Una de las cuestiones más relevantes sobre esta investigación es que apenas se conoce nada sobre los restos patrimoniales que hay junto a la zona de la comarca de Loja. De hecho, este último hallazgo es consecuencia de los trabajos que se vienen realizando en un lugar previo: el recinto amurallado de Villavieja, también situado en Algarinejo. Esta construcción prehistórica está bien conservada, lo que ha permitido entender mejor la cultura de la zona en la Edad del Bronce de la que se calcula que procede.
Junto al embalse de Iznájar se han encontrado desde restos de talla hasta evidencias de aldeas, no solo de la era calcótica, sino del neolítico, algo impropio para ese periodo. De hecho, los trabajos también están permitiendo que afloren piezas arqueológicas de épocas posteriores como la romana o la medieval. Si bien aún cabe un análisis más profundo de todo lo encontrado, sí se pueden determinar patrones que expliquen el origen y desarrollo social y cultural de la comarca de Loja.
Buen estado de conservación
Antonio Morgado-Rodríguez, líder de la investigación, agradece la implicación de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía a la hora de facilitar los permisos para que pudiesen trabajar. No obstante, todos los recursos económicos que han utilizado para desarrollar las excavaciones han sido propios. “Es imposible calcular cuánta inversión hemos hecho. Nos estamos dejando la piel porque creemos en este proyecto”.
“Nosotros venimos interviniendo en el recinto amurallado de Villavieja que fue una sorpresa mayúscula encontrarlo. A raíz de ahí entendimos que había que seguir buscando, teniendo en cuenta que está muy bien conservado de la Edad del Cobre”. El arqueólogo señala que el contexto en el que se construye este recinto fortificado es clave para entender el desarrollo de toda la zona. Fruto de ese interés, observaron que había un asentamiento del neolítico antiguo. “7.000 años de antigüedad que empezaron a cambiar el paisaje del Genil”.
De ese modo, hallaron el sorprendente poblado. Sorprendente porque se considera “muy raro” para la época. Además, como se encuentra junto al embalse y la erosión del agua lleva décadas dañando los restos, desde ArqueoScience entendieron que era urgente datar y recoger restos de este emplazamiento. “Lo recogimos prácticamente todo, desde el paleolítico, neolítico, griego, romano y hasta llegar al patrimonio etnográfico como antiguos cortijos que sobrevivieron hasta la construcción de la presa”.
Precisamente el embalse de Iznájar, levantado entre 1959 y 1969, es otra de las cuestiones que han llevado a este grupo de arqueólogos a centrarse en su entorno. Este tipo de infraestructuras se desarrollaron en momentos en los que apenas se le dio importancia al patrimonio y, concretamente en la comarca de Loja, su mera existencia ha borrado restos patrimoniales de incalculable valor. “No se conservan grandes estructuras, sino fosas en negativo y restos que están en superficie. Sabemos que cuando vuelva a subir el nivel de agua del pantano, algunas zonas volverán a desaparecer”.
El valor del patrimonio
Antonio Morgado-Rodríguez reconoce que, además de recoger muestras y poder estudiarlas para comprender mejor nuestro pasado, la idea que les ha guiado hacer esta investigación es “poner en valor el patrimonio”. Hay “mucho en Andalucía”, explica, por lo que hay que cuidarlo “con mucho mimo”, lo que implica “dedicación”. “No se puede perder. Desde Orce al castillo más reciente, todo tiene valor y en función del acento que le queramos dar, se ha de trabajar en ello”.
En ese sentido, los trabajos que han sacado a la luz estos restos prehistóricos, permiten entender mejor el origen de las poblaciones de la zona. “Hoy en día observamos poblaciones despobladas, pero los restos nos dicen que en el pasado no solo hubo población estable, sino que fue una zona especialmente pudiente por los vestigios agrícolas que se están rescatando”.
“Ahora que hablamos tanto de la marca de calidad, no nos damos cuenta de que el patrimonio arqueológico y cultural es la seña de identidad de la población que convive con ellos. Mientras se ignore, estamos ignorando las raíces culturales. Estos hallazgos deben ser un polo de atracción de desarrollo turístico”, entiende Morgado-Rodríguez. Algo especialmente relevante en una comarca como la de Loja en la que la construcción del mismo embalse que borra su pasado, también cortó nudos de comunicación entre las localidades, sumergiendo en el “olvido” a una zona que para los investigadores tiene mucho que decir sobre lo que fuimos y lo que somos.